El poder según Laporta

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Joan Laporta saludando a los medios en la sede de la Liga, en Madrid.

El concepto madridismo sociológico que ha lanzado Joan Laporta ha causado furor. El presidente ha logrado lo que quería, que el debate devore cualquier intento de hablar sobre su imputación en el caso Negreira. Una imputación, por cierto, que no se sostiene ni con pinzas, según la mayoría de expertos. Y, por supuesto, que no se hable sobre el fondo de la cuestión: que el Barça pagara lo que pagó durante tantos años a Negreira. Un hecho que también está por ver si acaba con consecuencias legales o se queda solo en un escándalo ético. Pero volvamos al madridismo sociológico de Laporta.

Es fácil entender lo que quería decir el presidente del Barça. Las estructuras de poder en España son terriblemente centralistas. Somos un estado borbónico, no lo olvidemos. Y, claro, si las decisiones se toman en el país de Ayuso, suelen tomarlas personas que viven allí mismo, que han arraigado ahí, que la sienten suya y quieren que la ciudad crezca. Lo de París, Londres y Madrid. Y, por supuesto, una gran mayoría de estas personas que viven en Madrid y toman las decisiones desde Madrid son del Madrid.

Alguna de ellas, si entra en conflicto su cargo y amor por el blanco, será impoluta éticamente. No lo dudo. A otros, la bufanda les podrá. Pero, más allá de estos casos de evidente conflicto de intereses, que están ahí, la mayoría de situaciones que incluiríamos bajo el paraguas del madridismo sociológico de Laporta tienen que ver con el subconsciente. Que el Madrid tenga sus altavoces, sus tentáculos inalcanzables, acaba afectando a la hora de tomar decisiones. Es humano. No lo haces de forma racional. Saber que tienes diarios, radios y televisiones que te señalarán si apuntas en una dirección equivocada –porque en estos diarios, radios y televisiones también hay una mayoría blanca– te hará decantar hacia uno u otro sentido a la hora de decidir.

Aparte, obviamente, también afectará que ahora mismo Florentino Pérez es el hombre más poderoso de España. ¿Cómo puede no influir esto? ¿Cómo puede no afectar lo que ocurre en el palco del Bernabéu, entre copas de cava y canapés? ¿Quién quisiera quedarse fuera si sabe que están todas las personas importantes que toman las grandes decisiones de este país? ¿Alguien renunciará al juego de las sillas? ¿A las puertas giratorias que te garantizan yates y moëts de por vida? Es el poder.

Ahora bien, no nos engañemos. Lo mismo que ocurre en Madrid ocurre en Catalunya a otra dimensión. También existe un barcelonismo sociológico. Más provinciano, menos ostentoso, pero está ahí. Con la única diferencia, nada despreciable, de que las decisiones que se toman en nuestro país, hoy en día, sirven de poco. El poder real está ahí, en la cuna del madridismo sociológico de Laporta.

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