Luis Rubiales, el hijo del alcalde que salta de incendio en incendio en el fútbol español
Ex jugador profesional en clubes como el Lleida y el Levante, ha visto cómo su gestión en la RFEF acaba con algunos casos judiciales abiertos
BarcelonaLuisillo, como era conocido de pequeño en Motril, chutaba el balón frente al ayuntamiento de esta localidad de Granada. Lo hacía orgulloso, pues esperaba que su padre saliera del edificio: era el alcalde. Luis Rubiales, nacido en 1977 en Gran Canaria, donde su padre pasó una época trabajando, siempre vuelve mentalmente a Motril. Es su tierra, son sus raíces, donde empezó a demostrar ser una persona con carácter. Decidido a ser futbolista, cuando le ofrecieron volver a casa para jugar en el equipo del pueblo lo rechazó, ya que no quería ser más el hijo del alcalde. Quería volar alto solo.
Rubiales ha pasado de ser un jugador voluntarioso, de los que llegaron a ser profesionales echándole muchas horas porque tampoco eran nada del otro mundo, a presidir la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) con un estilo polémico. El beso no consentido a Jenni Hermoso ha sido el último caso de una larga lista. Su forma de gestionar la crisis nacida cuando casi todas las jugadoras de la selección femenina pidieron cambios puso de manifiesto su estilo de liderazgo, poco amigo de pedir perdón y admitir errores. En Sydney, cuando España ganó el Mundial, Rubiales fue visto haciendo gestos grotescos, como cuando se agarró los testículos, antes de besar a Hermoso. Tardó 24 horas en pedir perdón.
Si jugando no llamaba la atención, una vez conseguido un cargo no ha dejado de hacer ruido. Un estilo que se ha ido alejando mucho del recuerdo que dejó su padre, que cuando era joven organizaba huelgas en pleno franquismo, antes de ser alcalde socialista con el apoyo de Izquierda Unida. De él cuentan que levantó un ayuntamiento sin dinero, ganándose el amor de los vecinos. Ahora bien, perdió el apoyo de IU cuando apostó por un plan de recalificaciones de terrenos que lo acercó a empresarios con peso en la provincia de Granada. En un reportaje en la prensa local, antiguos compañeros de ayuntamiento del padre afirman que detectan en el hijo cosas de su padre.
Rubiales llegó a la presidencia de la RFEF hace cinco años, tras obtener 80 votos en unas elecciones en las que se impuso a Juan Luis Larrea. Eran unas elecciones en las que se ponía punto y final a tres décadas de poder del vasco Ángel Maria Villar, que gobernó alternando éxitos y escándalos en la RFEF. De hecho, cayó cuando se supieron los detalles del conocido como caso Soule, cuando él y su hijo fueron detenidos por corrupción. La caída del ex jugador del Athetic de Bilbao abrió una lucha de poder de la que salió ganador Rubiales, que entonces era el presidente de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE).
Rubiales había empezado a jugar en el Motril antes de marcharse al fútbol base del Valencia, donde no triunfó. Siempre le gusta explicar que cuando era pequeño su hermana se le cayó accidentalmente encima y le rompió las dos piernas, lo que llevó a los médicos a decir que Luisito no podría ser futbolista de mayor. "Cuando quiero una cosa, lo consigo", le gusta recordar. Y, de hecho, llegó a ser profesional y a pasar por clubs como Guadix, uno de los rivales del Motril al que quiso ir para no seguir siendo el hijo del alcalde en casa; el Mallorca; el Lleida; el Jerez, o el Levante, donde viviría su etapa más estable y se ganaría el apodo de Pundonor por su forma de jugar.
Rubiales, que empezó su carrera de delantero hasta que una grave lesión lo recicló en defensa, vivió la parte oscura del fútbol en Alicante y Levante, donde sufrió impagos. Licenciado en derecho, decidió aprovechar esa mala experiencia para luchar por los derechos de los futbolistas y fue elegido presidente de la AFE. Como presidente de este organismo, Rubiales lideró la quinta huelga de la historia del fútbol español a consecuencia de un impago de la Liga por valor de 50 millones de euros. En ese momento logró el apoyo de los mejores jugadores de la época, al inicio de la Liga la temporada 2011/12. Así fue tejiendo una red de contactos que le permitió estar en una situación ideal cuando cayó Villar.
El Mundial del 2018, con el 'sorpasso' de Lopetegui
Una vez fue elegido presidente de la RFEF, pocos meses antes del Mundial de Rusia del 2018, quiso dejar claro qué tipo de presidente es cuando echó al seleccionador, Julen Lopetegui, cuando se supo que estaba negociando con el Real Madrid. Pocos días antes del debut en Rusia, cambió de seleccionador. España, por supuesto, lo hizo mal. Pero la gente empezó a entender que Rubiales sería un presidente de los que llaman la atención. Su gestión del cargo de seleccionador estatal, de hecho, así lo demuestra, al no evitar el enfrentamiento entre Luis Enrique y su ayudante, Robert Moreno, cuando este asumió el cargo unos meses cuando el primero había perdido a su hija por enfermedad.
Rubiales siempre ha defendido que conseguirá generar beneficios y nuevos recursos para el fútbol estatal, lo que le ha llevado a vivir una guerra abierta con el presidente de la Liga, Javier Tebas, con el que a veces se enfrenta en las redes sociales. En su búsqueda por encontrar dinero, Rubiales levantaría mucha polvareda cuando pactó con la empresa del entonces jugador del Barça Gerard Piqué, Kosmos, llevar la Supercopa de España a Arabia Saudí, caso que acabó en los tribunales.
Preguntado entonces por si era poco coherente defender los derechos humanos y jugar en un país con dictadura, afirmó que gracias al fútbol español llegaría "cierta libertad para las mujeres saudíes". "Tenemos la obligación moral de ir", dijo. Con este negocio, la Federació pasaba a ganar 40 millones de euros por edición del torneo, que pagaba Sela, una empresa pública saudí. De ese dinero, la mayoría se repartía entre los clubs que la disputaban y una parte, el 10%, se la quedaba la empresa Kosmos en concepto de comisión.
Rubiales tuvo que salir a defenderse cuando se filtraron los audios de las conversaciones con Piqué hablando de la Supercopa en tierras saudíes. Lo hizo en una clara demostración de su estilo: en lugar de mantener un perfil bajo, salió a atacar, dejando para la posteridad una reflexión en la que afirmaba que había una caza de brujas en su contra. "¿Qué será lo próximo que me harán? Tengo miedo de que me metan cocaína en el maletero de coche", llegó a decir. "Para estar en mi situación al frente de la RFEF no te puede faltar valentía. Sabía que me atacaría gente muy poderosa, pero no que me quitarían información de mi teléfono. Es una mafia", añadió. David Aganzo, el presidente de la AFE, el anterior cargo de Rubiales, afirmaría que es justo lo contrario y que quien atraviesa la línea de la moralidad es el presidente de la RFEF, a quien ha acusado de pincharle el teléfono.
Con los votos renovados hasta el 2024 después de que fuera el único candidato a la presidencia en el 2020, Rubiales sostiene que no ha tenido "ni una semana tranquila" desde que es presidente. La lista de casos en los que se ha visto implicado, de hecho, es larga. Él mismo ha afirmado tener 25 querellas: "Quieren acabar conmigo". Uno de los casos más sonados fue cuando en 2020 el antiguo jefe de gabinete de la RFEF denunció que había organizado una fiesta en un chalet en un pueblo de Granada, Salobreña, donde habría invitado a muchas mujeres jóvenes pagando dinero con tarjetas de la Federación. El exjefe de gabinete, por cierto, es Juan Rubiales, su tío. Hace unos años la arquitecta Yasmina Eid-Macheh leoacusó de haber intentado pagar en 2015 unas obras en una finca privada con fondos de la AFE, caso que acabaría en los juzgados con victoria del equipo legal de Rubiales.
Hasta el Mundial femenino, su último escándalo había sido con Osasuna, cuando el club navarro lo acusó de no defenderlos en su exclusión de competiciones europeas, caso que acabaría ganando el club de Pamplona. Su relación con muchos clubs no es muy buena. En 2022, El Confidencial publicó una conversación de WhatsApp en la que Rubiales se refería a varios equipos españoles de forma despectiva y decía que le caían "mal" el Villarreal, el Sevilla y el Valencia.