El marinero catalán que ha demostrado que se puede navegar en solitario pese a ser ciego
Dani Anglada, ciego tras un accidente en alta mar, ha dado la vuelta a la isla de Wight para poner a prueba un método que quiere llevar a los Juegos Paralímpicos
Barcelona13 horas y 8 minutos de navegación ininterrumpida solo para dar la vuelta a la isla de Wight, en el sur del Reino Unido. Y haciéndolo con un patín catalán, una embarcación pequeña que nunca había circunnavegado esta isla del tamaño de Menorca, pero con corrientes atlánticas muy complicadas. Más de 13 horas solo sobre este patín de vela de apenas 5,6 metros y sin timón, gobernado sólo con el cuerpo, el mástil y la vela. Una aventura que pocos marineros pueden afrontar, pero que ha logrado completar a Dani Anglada Pich (Barcelona, 1986). Si hacerlo ya es complicado, en su caso aún tiene más mérito, ya que Dani es ciego.
"El mar siempre ha estado presente en mi vida. Mi padre, podríamos decirlo así, era un marinero de domingos. Le gustaba salir a navegar el fin de semana y cuando yo tenía seis años me fue enseñando. Me apunté a un casal de verano en El Masnou, donde empecé a traer los optimist. Y venga navegar, pero vi navegar, pero vi que hacer nada. mundo, conocer todos los detalles de la náutica", recuerda. Así que se formó para ser marinero mercante e ingeniero náutico en la Facultad de Náutica de Barcelona (UPC), haciendo realidad el sueño. "En el 2018 trabajaba en un barco de 300 metros que transportaba gas licuado. El 11 de enero de ese año tuve un accidente a bordo: me explotó frente a la cara un extintor. Y me quedé ciego", explica. No fue fácil. "Mucho dolor y muchas visitas a médicos hasta entender que no había solución. No recuperaría la vista. Me decían que había que aceptarlo, pero cuesta. El 6 de enero del 2019, un año después del accidente, tuve un intento de suicidio. Tenía una depresión muy fuerte. Fue entonces cuando me di cuenta de que me debía reaccionar.
Y pensó en qué cosas bonitas podía hacer. "Pensando en razones para vivir, enseguida pensaba en el mar. El mar me ha sacado muchas cosas, pero también me ha dado. Así que decidí volver a la vela, pero descubrí que la cosa no estaba muy bien para los ciegos. No me gustaba cómo estaba planteado. No había respeto para las personas, ya que no se les da al lado que se les da autonomía. estires una cuerda o hagas algo. Pero yo sabía mucho, de navegar. Quizás más que los guías.
Así que decidió no quejarse y actuar. "Y creé mi protocolo de vela para personas que no pueden ver. Para que sean autónomas. Quería una herramienta terapéutica, porque navegar da confianza. Así nace el proyecto Yes We Sail –explica–. Tenía claro que era necesaria poca información, pero clara y concisa. Información que se entienda deprisa. Y después, oír las cosas: el viento en la cara, cómo se mueve el barco, las olas... Primero pensé en un silbato dando órdenes, pero no siempre llega el sonido. Luego un megáfono, un auricular... Iba pensando cómo hacerlo. Y finalmente vi que la clave era la vibración. Se trata de llevar un sensor sobre el pecho que envuelve el cuerpo, equipado con 12 sensores que generan patrones de vibración, un lenguaje perceptible que indica el rumbo hacia la boya o, a demanda, la dirección del viento respecto a la proa. Navegas con una persona vigilante en otro barco, pero estamos en proceso de trabajar con cámaras que permitan ganar autonomía. Que detecten si aparece otra embarcación cortándote el camino y te haga modificar el rumbo a última hora –razona–. Es justo el inicio, estamos con el primer prototipo. Pero lo iremos mejorando", añade Anglada.
Y todo, con sede donde se enamoró de la vela, en El Masnou. El club náutico y el puerto del Maresme se han sumado a su campaña. La idea es que el puerto de El Masnou se convierta en un lugar de referencia para la vela para ciegos, gracias a los proyectos de vela inclusiva que ya tienen. La start-up catalana White Jacket le ha ayudado con la tecnología. Dani también ha recibido el apoyo de la ONCE y de la Fundación Isidre Esteve. El viento soplaba a favor, ya que eran los meses previos a la Copa América de vela de Barcelona del 2024. Y Dani Anglada pudo conocer al responsable de la competición, el neozelandés Grant Dalton. "Resultó que era patrón de una asociación de navegantes ciegos en Auckland. Le expliqué lo que quería hacer y creyó en mí. Me abrió puertas, presentar a personas... y como eran los días de la Copa tuve la idea de ir allá donde empezó todo, en la isla de Wight, para demostrar que mi proyecto era viable", razona. En 1851, una competición de vela en la isla fue el origen de la Copa América de vela, la competición con mayor tradición. Wight es un lugar respetado por todo el mundo que ama la vela.
Ya en tierras británicas, Dani recibió el apoyo del periodista y regatista Magnus Wheatley y de Simon Rogers, tres veces campeón de la prueba que anualmente da la vuelta a la isla. El East Cowes Sailing Club le dejó las instalaciones. Y el 24 de julio a las 08.01 horas sonó un disparo de cañón. Así lo manda la tradición: es el rasgo que hace el Royal Yacht Squadron. En Wight, cuando alguien anuncia que dará la vuelta a la isla, el cañón suena. Es un sitio muy respetado por los amantes de la vela.
Sin embargo, la circunvalación de la isla por mar no es fácil. En el primer tramo se alcanzaron velocidades de hasta 12 nudos, para después tener que adentrarse más de 8 millas en el canal de la Mancha en busca de viento. Navegó más de seis horas en mar abierto hasta llegar al faro de St. Catherine's y, ya en el tramo final, afrontó su reto más duro: la zona de Bembridge, con mar cruzada, rachas de viento fuertes y un complicado cambio de marea. "Hubo momentos de emoción y de miedo, no sabía si podría. Hacía muy mala mar, era muy complicado navegar. Además, un patín de vela es pequeño, no es una embarcación como las que suelen navegar allí. Se movía mucho, pero resistió. Y yo apreté los dientes y saqué adelante. Cuando lo conseguí, lo primero que logré, lo primero que conseguí." Al atravesar la línea de llegada pasadas las nueve de la noche, estaba validando su protocolo de navegación. "No es solo un desafío deportivo, es la prueba de que no existen discapacidades, sino capacidades distintas. Con protocolos adecuados, tecnología y preparación, todo es posible", defiende.
El éxito en la isla de Wight ha sido una etapa más en una carrera de fondo. Dani está en contacto con la Federación Catalana de Vela, la española y la internacional para conseguir que la vela deportiva incorpore sus ideas. "De 1992 a 2016 la vela para personas ciegas fue paralímpica. Después cayó del programa. Y si no estás en los Juegos, recibes menos ayudas. Mi reto es que vuelva a estar en los Juegos Paralímpicos de Brisbane 2032. Estamos haciendo un gran trabajo y soy optimista", dice. Su camino no se detiene.