De McEnroe a Kyrgios y Medvédev: el tenis muestra su cara más rebelde
La polémica ha resurgido en el Mutua Open de Madrid, donde algunos jugadores se han enfrentado al público del torneo
BarcelonaSi pensamos en el tenis, en el imaginario colectivo de una gran mayoría aparece la imagen de un deporte limpio, pulcro, considerado elitista para muchos. El de las normas de vestuario en Wimbledon, donde todos los participantes cumplen un estricto código de imagen; un conjunto blanco, donde perfectamente se pueden reflejar los rayos de sol, que salvaguardan un césped cuidado al milímetro. El de las largas batallas, que duran horas y horas mientras el público ejercita los movimientos de cuello, abstraídos por los movimientos armónicos de dos rivales que más que luchar parece que forman parte de una coreografía. El de tenistas como Roger Federer, la elegancia en movimiento. Pero, como en todas las historias, también hay bad boys. Aquellos que van contra el statu quo. En el tenis, son los que protagonizan continuas protestas a los árbitros, se enfrentan al público o incluso rompen raquetas.
En el Mutua Open de Madrid, que se ha acabado este fin de semana con Carlos Alcaraz revalidando el título, hemos visto algunos ejemplos de ello. El danés Holger Rune, número 7 del mundo, protagonizaba el pasado domingo en la tercera ronda del torneo, ante el tenista malagueño Alex Davidovich, uno de los episodios más sonados de los últimos días. El joven tenista, de solo 19 años, aprovechó una discusión que tenía Davidovich con el árbitro para borrar la marca de la pelota que estaba en disputa, cosa que desencadenó el malestar del público. Más tarde, Rune lo calificó de malentendido y alegó que no tenía nada en contra de los aficionados. Pero el mal ya estaba hecho. No ha sido el único que se ha marchado del Mutua Open de Madrid entre abucheos. Daniil Medvédev, tercero del mundo, que ya protagonizó polémicas en 2021, se ha vuelto a enfrentar a un público que se le ponía en contra después de protestar al árbitro y tirar una pelota a la grada. "El público del tenis se emociona mucho últimamente", señalaba después de ser eliminado.
Si hablamos de bad boys en el circuito ATP masculino, quien se lleva la palma es el tenista griego Nick Kyrgios. Es el jugador que más animadversión genera, tanto entre sus compañeros de profesión como entre el público. Famoso por romper raquetas y por la actitud con los árbitros, guarda un gran tenis detrás su máscara de chico malo. Con Novak Djokovic, actual núm. 1 de la ATP, tiene los duelos directos a favor (2-1), mientras que siempre que juega contra Rafa Nadal lo pone en problemas. "Si hubiera entrenado Kyrgios, ¡habría ganado cinco Grand Slams!", confesaba el tenista serbio.
Con todo, son jugadores dotados de un gran talento que a menudo juegan con los límites. Álex Corretja, extenista y actual comentarista de televisión, reconoce estas actitudes como mecanismos de ayuda. "Hay jugadores que se sienten cómodos en medio del caos. No les importa, incluso pueden sacar un punto extra de rendimiento en situaciones así". En su caso, eran momentos que lo podían perjudicar. "Hay jugadores que, como yo, en momentos como estos no se sienten tan cómodos, te sacan del partido para estar en su hábitat", explica. Pero Kyrgios, Rune o Medvédev no han sido los primeros en hacerlo. "En todas las etapas ha habido tenistas a los que les gustaba el ruido, que discutían pelotas que eran justas y que generaban polémicas", asegura Corretja.
Ganador de siete Grand Slams, el estadounidense John McEnroe fue uno de los primeros tenistas rebeldes del circuito. Su manera de vivir el tenis contrastaba con la ortodoxa actitud de su rival acérrimo, el sueco Bjon Borg, con el que protagonizó en Wimbledon en 1980 la final del torneo que muchos medios denominaron como "el partido del siglo". Esta dicotomía, la que escenificaban en la pista McEnroe y Borg, representantes el uno de la subversión y el otro de la disciplina, es inherente al deportista, va más allá. Es una característica social que ni un deporte como el tenis puede evitar. Siempre habrá bad boys.