Se ha puesto de moda decir que el deporte femenino está de moda y mucho me temo que los que lo afirman deben estar confundiendo el deporte, así en general, con el Barça femenino. Es urgente sacarles de su error no vaya a ser que se crean que ya está todo hecho y que no es necesario seguir reivindicando la enorme desigualdad aún vigente. Porque ni siquiera hay que salirse del fútbol femenino para toparse con compañeras de las azulgranas que viven en un mundo paralelo en el que, para empezar, ni son consideradas profesionales porque siguen sin llegar a un acuerdo para aprobar los Estatutos que lo conviertan en una realidad.
Pero no se vayan todavía, que aún hay más. Y más grave. El caso del Rayo Vallecano es especialmente escandaloso. Sin cobrar, en condiciones precarias hasta para poder entrenarse, sin médico y ahora con un nuevo entrenador, Carlos Santiso, al que una violación grupal le parece una buena idea para cohesionar a su equipo técnico. “Este staff es increíble, pero nos faltan cosas. Nos falta, sigo diciéndolo, hacer… pues… una como los de la Arandina. Nos falta que cojamos a una, pero que sea mayor de edad para no meternos en jaris, y cargárnosla ahí todos juntos” es la transcripción textual de lo que Santiso envió en un mensaje de voz a un grupo privado y que se filtró porque alguien de ese grupo así lo quiso. Por si alguien no lo sabe, lo que proponía a sus compañeros era imitar lo que hicieron tres jugadores del Arandina en el 2017, que no fue otra cosa que violar a una menor de 15 años por lo que fueron condenados a 38 años de prisión. El audio ya le costó el puesto a Santiso como seleccionador sub12 madrileño, pero no ha supuesto un problema para ser contratado como entrenador del Rayo femenino.
En la misma Liga en la que juega el Barça esto está pasando, aquí y ahora. Hay que ser muy desvergonzado para normalizar y aceptar la violencia contra las mujeres. Así que, señores, dejen de decir que el deporte femenino está de moda solo porque se hayan enterado recientemente en qué posición juega Alexia Putellas gracias a que ella y sus compañeras, con sus éxitos, han logrado que fuera imposible ignorarlas como venían haciendo hasta hace dos días porque el fútbol femenino no era ni fútbol, ni femenino. Que la condescendencia también es machismo.