"No podía pasarme dos años llorando cada dos días"
Anna Boada, que hizo historia en el remo español, conversa con el ARA después de haber superado sus problemas de salud mental
La Molina"Me ocurrió algo muy extraño", confiesa Anna Boada (Barcelona, 1992) en la pequeña cafetería ubicada al pie de la pista del Roc Blanc de la Molina. "En los meses posteriores a ganar la medalla miraba las fotos de ese día y no me reconocía. Parecía que viera a otra persona".
A su madre le gustaba imprimir las fotos de la hazaña y enseñarle los periódicos que hablaban de ella. Pero Anna era incapaz de mirarlos. "No podía porque veía a otra persona a pesar de que sabía que era yo. Me daban rechazo", sigue relatando con un café con leche en la mano durante la conversación con el ARA después de muchos años fuera del foco mediático. La hazaña fue que Anna, con Aina Cid, logró en septiembre del 2018 la primera medalla –de bronce– en un Mundial en una disciplina olímpica en la historia del remo español femenino. Pero en las horas posteriores Anna estuvo llorando en un hotel de Plovdiv (Bulgaria), donde se había disputado la competición. Y no precisamente de júbilo.
"Hacía unos meses que cada dos días lloraba en la habitación después del entrenamiento o, incluso, durante el entrenamiento. La medalla la gané en esta situación psicológica. Esa tarde también me encerré a llorar en la habitación del hotel. Entonces pensé: 'Vale la pena? Tanto su compañera en la modalidad de dos sin timonel, Cid, como sus dos entrenadores más cercanos eran conscientes del sufrimiento de Anna porque lo habían visto con sus propios ojos y ella misma se lo había contado.
"Los entrenadores intentaban ponerle remedio, pero creo que aún no estaban preparados para saber cómo hacerlo. Y sentía que Aina se alejaba. No la culpo, porque ella también tenía que sobrevivir a su situación", recuerda Anna. "En la última prueba antes del Mundial, yo psicológicamente estaba bastante tocada y no nos fue nada bien. Entonces me abrí con ella y le dije que estaba fatal, que yo no podía estar pensando en los dos años que quedaban para los Juegos Olímpicos [en los de Río de Janeiro habían logrado un diploma olímpico con un sexto puesto] porque yo no me podía imaginar llorando cada dos días".
¿De dónde nacía el malestar? "De la presión y del cansancio físico acumulado, que a mí me repercutía psicológicamente porque estaba mucho más sensible y reaccionaba de forma desagradable más fácilmente. Era un círculo vicioso". ¿La primera era autoimpuesta? "La presión venía de mí misma. Si el año anterior habíamos hecho quintas del mundo, en mi mente solamente entraba que podía hacer un resultado mejor la próxima vez. Pero creo que esa presión autoimpuesta también estaba influenciada por los entrenadores".
¿En qué la notaba? "Cuando hicimos la medalla de bronce en el Mundial, uno de ellos me dijo al conseguirla: 'El año que viene segundas o primeras, ¿eh?'. No me lo podía creer. Él sabía cómo yo había vivido ese año. Simplemente, felicítame y seamos felices y el año que viene cuando empecemos ya lo hablaremos. Pero no me lo digas ahora mismo porque literalmente me ahogas".
La decisión de la retirada
Anna desapareció del mapa del remo después de la histórica medalla de Plovdiv. Primero, se marchó a hacer una cooperación de un mes en África y, a continuación, se fue unos meses a Australia, donde entonces vivía su pareja. "Mi idea era volver a España aprovechando que nos daban un premio en la gala de la Federación Española de Remo, hacer otro mes de cooperación en África y volver a entrenar para ponerme fuerte. Pero entonces me hice una fractura de tibia y peroné y fue la señal definitiva".
La gala de la federación, que se celebró en Madrid en marzo del 2019, marcó un antes y un después en la vida de Anna. Cuando subió a recoger el premio, sorprendió a casi todo el mundo leyendo un texto en el que hizo público su problema de salud mental y anunció su retirada. "La soledad te invade por la vergüenza de ser juzgado, de que la gente sepa la realidad, que tengan miedo de acercarse a ti para evitar contagiarse", leyó Boada sobre el escenario. Solamente tenía 26 años.
Finalizó la carrera de medicina y se aferró a ese camino. Pero el remo todavía se paseaba por su mente. "Muchos años más tarde todavía pensaba que volvería a competir, pese a que en el fondo era consciente de que no lo haría. Cada vez que veía competiciones importantes o publicaciones en las redes sociales relacionadas con el tema todavía pensaba que podía volver. Mi mente no cerró esa opción hasta hace un año o dos", admite. "Quitarme las redes sociales me ayudó mucho".
Una nueva vida
Ahora, Anna vive con su pareja en una autocaravana que aparcan en algún lugar de la Cerdanya para dormir. Y, durante el día, trabaja en el equipo sanitario de las estaciones de esquí de La Molina y La Masella mientras estudia un máster de rescate de montaña medicalizado. "Cuando empecé a hacer deportes de montaña, como la escalada y el alpinismo, y me separé definitivamente del remo fue cuando me encontré realmente mejor". La pregunta más importante: ¿cómo está? "Estoy superbién. He encontrado una nueva identidad y unos nuevos objetivos", responde con una sonrisa que la blancura de la nieve de alrededor provoca que todavía brille más.
¿Se han dado pasos adelante en la forma de ver la salud mental? "Victòria Cid, la hermana de Aina, acaba de publicar un libro sobre su depresión [Simplement, jo. La meua victòria contra la depressió]. Tres años después de que yo petara, ella también petó con los mismos entrenadores y la misma federación. No sé hasta qué punto le pusieron remedio después de lo que me pasó a mí", lamenta Anna.