Barça

Una última broma de mal gusto del Barça para despedirse de la Liga (1-2)

El equipo de Koeman cae hecho añicos en una segunda parte frustrante en la que el Celta se lleva los tres puntos

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Nolito, defendiendo por Dembélé y Araujo durante el Barça-Celta

BarcelonaEl fútbol puede llegar a ser muy cruel a veces. Pero también sincero. Justo cuando Luis Suárez, el goleador que el Barça descartó ahora hace un año, marcaba el gol que deja al Atlético a un paso de ganar la Liga, Santi Mina dejaba con un palmo de narices al equipo de Koeman en el Camp Nou (1-2). El Barça no merecía ser campeón, en una temporada tan extraña como dolorosa en unos últimos partidos en los que el equipo se ha dejado todo el crédito ganado anteriormente. El equipo de Koeman, en un doloroso ejercicio de sinceridad, ha perdido todas las oportunidades que ha tenido para conseguir el liderato. Y, en una última broma de mal gusto, ha acabado derrotado en casa contra un Celta que ha desnudado las vergüenzas de un equipo con pies de barro. La Liga será un derbi de Madrid. Si el Atlético gana en Valladolid, se lo llevará Simeone por delante el Madrid. El Barça queda condenado a la tercera posición.

Esta es la realidad, de hecho. El Barça había empezado la temporada consciente de que no podía aspirar a más que estar entre los cuatro primeros en la Liga. Pero entre los tropiezos de los rivales y algunos instantes de buen fútbol, por instantes pareció que el equipo de Koeman podría ganar el doblete. Que podría ser campeón liguero. Pero cada vez que podía llegar al liderato sufría vértigo. Si el Barça se ha despedido de la lucha por el título es porque no da para más. Ni siquiera una primera parte bastante buena le ha servido para poner presión al Atlético y el Real Madrid, puesto que en el único chut a portería el Celta ha marcado. El principal enemigo del Barça, esta temporada, ha sido él mismo. Una plantilla mal diseñada, piernas cansadas y un técnico que no siempre ha acertado cuando tocaba hacer cambios para mejorar el equipo.

Sin De Jong, Koeman ha dado galones a Ilaix Moriba. Y sin Mingueza, que estaba en Extremadura sufriendo la decepción del filial en la fase de ascenso a Segunda, la defensa ha chirriado en las pocas veces que el Celta conseguía correr. Piqué, lento, no ha bloqueado el chut de Santi Mina, que ha cortado las alas cuando parecía que, por fin, el Barça tendría un partido tranquilo. No ha sido así y Ter Stegen, el hombre que acostumbraba a apuntalar el proyecto, ha bajado los brazos haciendo de estatua. El Barça, en el fondo, ya hace días que no cree en la Liga. Y si ha enlazado instantes de buen juego de salida, ha sido más porque sin presión se juega mejor. Liderado por Busquets, las carreras de Dembélé y un Messi que se ha marchado del césped todavía sin explicar al mundo si este será su último partido en el Camp Nou, el Barça ha jugado bien hasta que se ha dado cuenta de que en caso de ganar quizás todavía tenía opciones de ser campeón. Una vez ha visto que seguía vivo, se ha bloqueado, jugando con el corazón, pero con poca cabeza. El partido se ha convertido en un epitafio de este Barça. Inconstante, condenado por sus errores. La gran piedra en el cuello del Barça de Koeman ha sido no saber ser constante, con cortes de digestión cuando pensaba que ya tenía el plato en la mesa.

Para el barcelonismo, acostumbrado a ser protagonista, lo peor de este domingo de pasión ha sido la sensación de ser un actor secundario. La emoción estaba en otros estadios, como el Wanda. Triste destino el de un club que en las últimas temporadas cada vez acaba peor los cursos. De Roma a Anfield. Y de Lisboa el año pasado a esta temporada en la que la Champions la gente ni la recuerda y en la Liga tocará acabar segundos en la clasificación, como mucho. Al final, lo mejor del partido contra el Celta era poder despedir los partidos en los que los gritos de los jugadores retumban por las gradas vacías. Cuando vuelva a rodar la pelota ya habrá afición. Ahora falta saber qué jugadores estarán en el césped, puesto que el Barça, a la espera del trámite de Eibar, cierra una Liga extraña, en la que ha mezclado la ilusión con las ganas de trincharlo todo, para entrar en un territorio desconocido en el que Laporta tendrá que encontrar el dinero bajo las piedras para devolver las deudas de Bartomeu y empezar a levantar su proyecto. Sin dinero, muy pocos fichajes podrá hacer. Ahora mismo, el Barça mira hacia adelante y todo son incertidumbres. Sobre Messi, sobre qué jugadores veteranos tendrán que marcharse y sobre cómo se podrá fichar a nuevos futbolistas. Y sobre quién será el técnico, claro. Laporta come con Koeman, pero quiere saber qué piensa Xavi. Todo son dudas en el Barça.

Como si no quisiera pensar en si estaba bailando por última vez en el Camp Nou, Messi se ha encargado de liderar los ataques de un Barça que habría podido sentenciar en la primera parte. Pero, como le ha pasado tantas veces, le ha faltado efectividad. Y solidez en defensa. Un Barça con pies de barro, inestable emocionalmente. Cuando Busquets, con una asistencia dulce a la espalda de los centrales, ha ofrecido a Messi marcar el primer gol, por unos instantes el equipo de Koeman ha imaginado que podía poner el miedo al cuerpo a un Atlético que seguía sin ganar. Pero el dominio local no se traducía en goles. Y cuando Santi Mina ha empatado, el mejor Barça ya no ha vuelto. Koeman ha decidido hacer entrar en el descanso a Riqui Puig por un Pedri demasiado cansado, para revolucionar el escenario. El holandés quemaba las últimas naves, pero la segunda parte ha sido frustrante. Como tantas veces esta temporada. El Celta, bien cerradito, ha ido haciendo perder los papeles a un Barça en el que solo Dembélé aportaba soluciones por la banda. Pero Koeman lo ha acabado cambiando cuando ha hecho un triple cambio en el que también ha tirado las orejas a un Griezmann intrascendente. Las noticias que llegaban de fuera, con el gol del Osasuna y el Madrid subiendo al liderato, tampoco han hecho despertar a un Barça demasiado nervioso. Un equipo con una capacidad de autodestrucción tan grande que Lenglet ha acabado viendo la roja cuando faltaban 10 minutos, tras cometer una falta alocada justo cuando en el Wanda el Atlético empataba su partido.

Y así, como es la vida del siglo XXI, donde todo pasa en diferentes pantallas a la vez, cuando Luis Suárez culminaba la remontada del Atlético, Santi Mina aprovechaba un nuevo error defensivo del Barça para ahondar todavía más en la herida. Ni siquiera en un partido en el que por instantes se habría podido animar el Barça ha sabido ganar.

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