Moda

¿Por qué los futbolistas franceses parecen ser modelos?

Eduardo Camavinga a la llegada de la concentración de la selección
08/10/2025
3 min

Paralelamente a las semanas de la moda que estos días acaparan las pasarelas de París, Milán y Nueva York, esta semana ha tenido lugar otro desfile igualmente esperado: el de los jugadores de la selección francesa llegando a su concentración en Clairefontaine. Un desfile espontáneo pero calculado, en el que cada prenda, cada bolso y cada zapato habla el lenguaje de las marcas de lujo más deseadas. Este fenómeno, nacido durante el Mundial del 2018, cuando les bleus empezaron a convertir sus llegadas en escaparates de estilo, ha ido ganando vuelo hasta convertirse, entre 2023 y 2024, en parte de la identidad misma del equipo. El momento en el que bajan del coche –como si fuera la alfombra roja de los Oscar– implica ya a estilistas, fotógrafos y marcas de primera línea.

Este año Jules Kounde, fiel a su fama de icono de moda, ha vuelto a sorprender con un jersey de inspiración pop de la marca Misfits de Jaden Smith y unas zapatillas turquesa. El año pasado fue uno de los más comentados, con un pantalón de pata de elefante, corbata naranja, botas de tacón y el icónico keepall de Louis Vuitton, versión Stephen Sprouse de 2001.

Jules Kounde en la concentración de la selección francesa.

Képhren Thuram –cuyo conjunto parecía salir de una pista de snowboard en Saint-Moritz– lucía un bolso Goyard a juego.

Bradley Barcola, aparentemente informal con un chándal Adidas, en realidad vestía de Y-3, la línea diseñada por el japonés Yohji Yamamoto. Ibrahima Konate, este año con sastrería y bolso de Prada y zapatos con pequeño talón, fue el protagonista de uno de los momentos más virales del año anterior, cuando apareció con la cabeza completamente cubierta por una capucha verde de Jacquemus.

Pero el título de atrevimiento de esta edición se lo lleva Eduardo Camavinga, con un maxibag de Hermès y pantalón ancho de corte japonés.

Este despliegue de medios viene acompañado a partes iguales de la fascinación de algunos y de la sorna de otros: que si Camavinga parece una señora mayor, que si alguien debería decirles que no es Halloween todo el año, que si todo parece un circo... más vanguardista?

En primer lugar, hay una cuestión de género. Aunque hoy la alta moda se ha mezclado mucho con tendencias urbanas y deportivas, todavía persiste la vieja creencia misógina que considera la moda superficial por ser "cosa de mujeres". ¡Como si los hombres no se vistieran todos los días! El problema añadido es que los jugadores de fútbol no son hombres cualesquiera: son los guardianes de la masculinidad normativa, y cuestionar esto es tocar hueso. Un antecedente claro lo encontramos con David Beckham, que tras el Mundial 1998 recibió críticas por estar más pendiente de la moda que del fútbol, ​​justo después de que circulara una foto suya con un pareo. Como si esa falda hubiera sido la verdadera culpable de la tarjeta que recibió contra Simeone.

También hay una cuestión de clase y de gestión del lujo. Antiguamente servía para legitimar privilegios, pero después de que la burguesía se erigiese en clase dominante el lujo se intelectualizó: gusto, educación y medida, no alarde ni grandilocuencia. Pero los futbolistas, que han pasado de jugadores a influencers ambulantes, muestran la cara más contemporánea del lujo: no como signo cultural, sino como mercancía de imagen. Todo se reduce a llamar la atención con logomanías exageradas e iconos demasiado evidentes. Un espectáculo de consumo puro que ni establece jerarquías sociales ni transmite cultura, ya que en muchos casos los visten sin que ellos mismos entiendan lo que traen.

Al fin y al cabo, en Clairefontaine queda claro que nada es tan simple como parece: jugadores guardianes de la masculinidad más naftalinosa jugando con los códigos de la feminidad, fortunas indecentes que engordan fuera del campo y vestidos que hablan más de postureo vanidoso que de moda. Al final, quizá el verdadero partido sea el que se juega ante los objetivos y las miradas, y no en el césped.

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