Alimentación

Aceite ecológico de una pareja de economistas de Barcelona en medio de las Garrigues

Cometes es la marca que revolucionó una finca tradicional de 27 hectáreas de olivos para su producción biodinámica

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Los productores trabajan a mano con sistemas tradicionales

La Pobla de CérvolesLa Cometa del Lladó era el nombre con el que se conocía antiguamente una partida al término de la Pobla de Cérvoles pero muy cerca de Cervià de les Garrigues. Una inscripción sobre un umbral de piedra, fechada en 1903, concede a un tal Jaume Lladó la propiedad original de una finca de olivos que ha pasado por muchas manos. De generación en generación, se ha practicado una agricultura tradicional para la producción de aceite de oliva arbequina virgen extra y que ha llegado hasta hoy con los últimos propietarios: una pareja de economistas de Barcelona que en 2015 va comprar la partida, rebautizada como las Comillas.

Neus Farran y Martin González vivían y trabajaban en Barcelona, ​​pero siempre han sido amantes de la naturaleza. Ella había estudiado empresariales y era especialista en contabilidad; él, hijo de una empleada del consulado alemán, había estudiado macroeconomía en la universidad de Göttingen y se arraigó en el sector de la banca durante más de diez años.

Tras la compra de la finca, acordaron con un vecino del pueblo que cuidara los olivos con las técnicas convencionales de siempre. Pero al año siguiente darían un golpe de timón definitivo que convertiría el de las Cometas en uno de los pocos cultivos de aceituna ecológica de la comarca.

Con cerca de treinta hectáreas de terreno, la mitad de la finca es un bosque de pinos, mientras que decenas de olivos se intercalan a través de bancales de piedra. La decisión de hacer aceite ecológico les obligó a pasar tres años en transición, hasta que en el 2019 obtuvieron la primera certificación oficial. Reconocen que la producción cayó más del 10% en aquellos primeros años, el tiempo que los olivos necesitan para acostumbrarse al nuevo sistema de cultivo.

Los productores renunciaron al molino del pueblo.

No labran la tierra y recurren a las cubiertas vegetales para conservar la humedad y generar biodiversidad. Obviamente, no utilizan productos químicos, sino cobre e infusiones para prevenir enfermedades. Cogen las aceitunas con un vibrador de tractor para que caigan en la patera sin tocar el suelo. De esta forma evitan el lavado con un agua que podría hacer perder la esencia de su fruto e incluso perjudicarlo con microorganismos. "Queremos un aceite de máxima calidad con un respeto total por el medio ambiente", concluyen.

Los primeros años llevaban las aceitunas en el molino de la cooperativa local, pero les salía caro tener que financiar la limpieza de las instalaciones para no mezclar el suyo con el aceite convencional. En 2018, ya con la marca propia Oli Cometes, utilizaban un molino privado de Els Torms, pero no gozaban de la libertad de cosechar cuando quisieran. Fue en el 2021 cuando invirtieron en su propio molino.

Neus y Martín buscan la máxima coherencia en su actividad, aunque vaya en detrimento de los ingresos. La ley no les obliga, pero de la cosecha siempre separan esa parte que queda en los márgenes de su finca, la que frota con las vecinas. "No sabemos si el viento lleva pesticidas de algún otro campesino y contamina involuntariamente nuestra aceituna", argumentan. Cada año, de los 2.000 litros de producción de aceite que obtienen, un 20% lo etiquetan como convencional y, obviamente, es un tercio más barato que el ecológico.

Aunque reivindican la llegada del canal Segarra-Garrigues al municipio, sus olivos todavía son de secano y eso aseguran que se refleja en el sabor, más intenso que el de regadío. Confían en que con un futuro riego de soporte (lo que utiliza dosis muy inferiores de agua) podrían triplicar su producción de aceite. "El agua daría mucha más vida y rentabilidad a la finca y al pueblo", piden.

Ingresos adicionales

Mientras la llegada del agua no sea algo, los empresarios recurren al oleoturismo para compensar los pocos beneficios que tienen. Experiencias de catas, vermuts, almuerzos, visitas y talleres son algunas de las propuestas que les están funcionando. Y, además, les sirven para convencer a los turistas de su filosofía. Los visitantes tienen la oportunidad de probar los distintos aceites que obtienen "y quedan convencidos de la diferencia de calidad", aseguran.

Su aceite más preciado, que ya supone la mitad de toda la producción, es el biodinámico, practicado con los principios ecológicos en estado puro. Certificado por la marca internacional Demeter, el aceite biodinámico Cometes está elaborado teniendo en cuenta la influencia de los cuerpos celestes, siguiendo un escrupuloso calendario de raíz, hoja, flor y fruto, y respetando al máximo la biodiversidad de la finca. Este aceite, de momento, es poco preciado en nuestro país y, en su mayor parte, lo exportan a Alemania o lo venden a unos pocos restaurantes catalanes de gama alta.

"Nuestro objetivo no es maximizar beneficios, sino la calidad", declaran.

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