Andrea Fuentes: "De no cobrar nada, a ganar 6.000 euros al mes"
La nadadora olímpica explica cuál ha sido su relación con el mundo laboral y el dinero
La deportista Andrea Fuentes (1983) empezó a realizar natación artística de pequeña como una extraescolar y antes de los treinta años ya había ganado cuatro medallas olímpicas y más de quince trofeos en los campeonatos mundiales. Nacida en Valls y criada en Esplugues de Llobregat asegura que viene de una "familia humilde de clase media". Lo que en un principio era una afición, explica, acabó convirtiéndose en su vida.
Con sólo dieciséis años recibió su primer cheque, pasando “de no cobrar nada, a ganar 6.000 euros al mes”. “Yo trabajé, di mi vida, casi mi piel, por el deporte y nunca lo hice por dinero. Lo habría hecho igualmente gratis. Pero seguramente no hubiera podido seguir tanto tiempo”, admite la deportista. De hecho, llegó a un punto en el que se dio cuenta de que no podía dejarlo: “Pensaba: «Estoy cobrando mucho más de lo que cobraría en muchos sitios; gano más dinero que mis padres y mis hermanas juntos»”.
Sin embargo, su primer recuerdo del dinero es negativo: “Era el único motivo por el que se peleaban mis padres”. Y, aunque nunca le “faltó de nada” creció sabiendo que en casa “no había mucho” e ir a comer a un restaurante era algo excepcional: “Un día nos dieron un superregalo, ir a cenar fuera y fue como guau”.
Un problema para los padres
Fuentes apunta que tener que gestionar el dinero en la adolescencia sin tener educación financiera puede traer complicaciones: "Nosotros aún éramos buenas chicas, pero los chicos de waterpolo, por ejemplo, con el mismo dinero, tuvieron problemas con las drogas por no saber administrarlos bien". "Los padres tampoco sabían qué hacer, porque tampoco imaginaban que sus hijos tendrían tanto dinero a esa edad", añade.
En este sentido, la nadadora remarca que la gestión financiera puede ser aún más difícil si vienes de “familia trabajadora” como la suya. En su caso, fue su padre quien la ayudó: “Lo puse en la mutua de deportistas profesionales, y todavía tengo dinero. Es como un plan de pensiones para deportistas para que cuando te retires del deporte tengas ingresos. No hace falta que esperes a los 65, sino a los 30, 35, o cuando sea”.
La deportista catalana puntualiza que su primera paga la destinó a "lo que los padres no querían comprar". Y con sólo dieciocho años se independizó de su familia para ir a vivir en un piso compartido con amigos, aunque recalca que dos años antes ya tenía “independencia económica”. El sueldo de un deportista depende de los resultados del año anterior y Fuentes explica que esto a menudo trae inconvenientes, por ejemplo, para pedir una hipoteca: "Iba agobiada, pensando que si al año siguiente no quedaba campeona del mundo, no podría pagar la casa”.
La nadadora olímpica compaginó su carrera profesional con los estudios de sociología en la UAB. Así, asegura que no se enfrentó al "mundo laboral normal" hasta los treinta años, cuando se retiró. Se hizo autónoma porque trabajaba en distintos proyectos: “Dependía de mí misma, era consultora de distintos países”. "También abrí una empresa con mi marido", aclara. Actualmente, desde hace cinco años y medio, es la seleccionadora del equipo de natación artística de Estados Unidos. Vive con su familia en Santa Mónica, una de las ciudades más caras del mundo: “Vivo en un apartamento de 100 metros cuadrados, está bien, pero son dos habitaciones y vale 4.500 dólares al mes. Y es de los más baratos”. Por eso quiere volver a Barcelona y de ahí que se plantee comprar un piso y vender lo que tiene.
Fuentes recuerda que su peor operación económica llegó cuando con veinte años perdió 3.000 euros: “El padre de una amiga trabajaba en el banco y era su director. Me hizo una oferta para invertir y al cabo de un año no tenía nada. Eso sí, aprendí que también puedes perder". "Si pudiera volver atrás, me habría educado más en el tema financiero y habría invertido en cosas más interesantes, porque ahora la vida sería mucho más fácil”, apunta.
El futuro no le da miedo: “Sé que si me voy de este trabajo cualquier país me podría llamar y decirme «hazme una coreografía», pido 10.000 euros y con eso puedo vivir tres meses". "Me emociona no tener las cosas cuadradas hasta el día que me muera”, sentencia.