INDUSTRIA

El fabricante de tapones de corcho que ha sobrevivido a dos guerras mundiales

El Grupo Oller es todo un referente a escala mundial en la producción de tapones para vinos espumosos de alta gama

Albert Cadanet
y Albert Cadanet

Un negocio Con 125 años de historia, en los que la tecnología ha ido cambiando con el paso de los años, pero el producto nunca lo ha hecho. Se trata del grupo Oller, una empresa con sede en Cassà de la Selva (Gironès) que fabrica tapones de corcho para cava, champagne y vinos espumosos. La firma acapara hoy en día una cuota del 12% en el mercado mundial en este tipo de bebidas, pero antaño era el líder absoluto a escala global.

El proyecto nació de la mano de Franciso Oller, un empresario de raíces francesas y catalanas que se quedó huérfano a los 16 años. A esa edad, el joven emprendió un viaje que le llevó a conocer las principales zonas alcornoques del norte de Francia, como son Épernay y Reims. Unos años más tarde regresó a Catalunya, donde se casó con una chica de una familia de terratenientes. Fruto de esta alianza recibió 25.000 pesetas, que le sirvieron para fundar dos fábricas en menos de diez años: una en Reims y la otra en Cassà de la Selva.

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Después de cuatro generaciones, el grupo Oller ha crecido considerablemente. Mantiene las dos plantas que se fundaron hace 125 años, hoy con su aspecto totalmente renovado y con la tecnología adaptada a los nuevos tiempos. También disponen de otra planta en el mismo municipio del Gironès y de una cuarta en Extremadura.

La empresa cerró el año pasado con una fabricación de 240 millones de tapones de corcho. Pero para el actual director general de la firma, Joan Puig, la palabra fabricar queda lejos de lo que define el proceso productivo. "Nosotros vamos al bosque a comprar el corcho, lo transformamos, lo vendemos y lo cobramos", explica recordando los orígenes que les han traído hasta aquí. De esa cantidad, la cifra de exportaciones se eleva al 70%. Los tapones del Grupo Oller llegan a más de 25 países de cinco continentes. Con estas cifras, la sociedad ha logrado ser uno de los referentes a escala mundial en lo que se refiere a la producción de tapones de vinos espumosos de alta gama. Para Eduard Mestres, el único maestro corchero artesano de Cataluña reconocido por la Generalitat, “Oller gasta mucho en control de calidad”. La principal diferencia entre los tapones de alta gama y los de una gama inferior radica en el proceso de producción del mango, que es la parte del tapón que se queda en el cuello de la botella. "Cada tapón se trata de manera individual", comenta Mestres, y esto "también repercute en los tipos de marcas de gama más alta", que optan por tapones que han sido tratados de esta manera.

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Como la mayoría de empresas, y más aún con el bagaje de 125 años de historia, el grupo Oller ha tenido sus momentos de crisis. Sin duda, los momentos más críticos se vivieron durante las dos guerras mundiales y la Guerra Civil Española. Antes de que estallaran estos conflictos, sus fábricas de Catalunya y Francia producían 3,6 millones de tapones de corcho, “una barbaridad para esa época”, comenta Mestres. La suerte de disponer de dos fábricas en dos países distintos permitió a un joven Francisco Oller poder trasladar la producción de una planta a otra en tiempos convulsos. En los años anteriores, el crecimiento de su proyecto había sido tal que a finales de la década de los 20 (antes de que se produjera el Crac del 29) el grupo Oller tenía una cuota del 50% en el mercado mundial.

La crisis económica también pasó factura a la empresa, pero en comparación con lo ocurrido durante la primera mitad del siglo XX, sólo fue un rasguño. Según los datos del Registro Mercantil, la facturación de la sociedad entre 2007 y 2009 se redujo en un 23%. Pero al cabo de dos años, el grupo comandado por Joan Puig ya recuperó el volumen de ventas anterior a la crisis. En el último ejercicio alcanzó su máximo histórico en términos de facturación, hasta los 24 millones de euros. "En los últimos 11 años la empresa ha crecido a un ritmo de un 10% anual de media", asegura Puig. Desde la dirección reconocen que el primer objetivo sigue siendo la rentabilidad, pero también se plantean horizontes ambiciosos. “Hoy cubrimos un 12% del mercado mundial de espumosos, pero es fácil comprender que para llegar al 15% o, siendo atrevidos, al 20% todavía queda margen para seguir batallando”, comenta Joan Puig.

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A pesar de mantener su filosofía e independencia en el proceso productivo, el 87% del grupo Oller fue comprado por la sociedad portuguesa Amorim, el líder indiscutible del sector corchero. Este gigante tiene una cuota de más de un 60% a nivel mundial, una cifra que emula lo que un emprendedor llamado Francisco Oller logró en su tiempo: esta condición de pionero es lo que nunca podrán arrebatar de la catalana. “Para nosotros, el líder no es lo que más vende, sino aquél que con sus actos marca un camino que otros siguen”, sentencia Puig.