Finfluencers, riesgo para los pequeños ahorradores
En noviembre de 2021 la bonhomía de Andrés Iniesta recibió una advertencia del regulador español de los mercados financieros. El ex jugador del Barcelona era ya un Instagramer con casi 40 millones de seguidores, y fue captado por una plataforma de criptos, todavía viva, Binance, para publicitar en redes y recomendar la inversión en la cripto de esta plataforma, la llamada Binance Coin, BNB. Fue éste uno de los primeros ejemplos de la transformación deinfluencers en finfluencers, al pasar de la promoción de productos y servicios poco sensibles a promover productos de inversión y suministrar asesoramiento financiero furtivo, con evidentes riesgos para el patrimonio de los seguidores.
La pandemia vio crecer exponencialmente la divulgación en redes de información (o desinformación) sobre inversión (o especulación), a cargo deinfluencers ejerciendo, con impunidad, funciones de asesores financieros sin la exigencia reguladora a la que están sometidos estos profesionales cualificados. La recomendación sobre inversiones tiene un grado de peligrosidad muy por encima de la moda, espectáculos o viajes, especialmente para la generación Y (treinta y tantos) y la generación Z (veintitantes), algunos con cierta capacidad económica y todos con alta confianza y uso de redes sociales.
Algunas encuestas recientes sitúan por encima del 40% a los miembros de la generación Z que se inician en la inversión vía recomendaciones de redes sociales, el canal de comunicación de confianza para los jóvenes. Los reguladores financieros centran el problema en tres preocupaciones relevantes: la proliferación de asesoramiento financiero emitido por influencers, las actividades promocionales de productos de inversión sin divulgación sobre costes y comisiones de los finfluencers y la manipulación de datos de mercados para atraer a los inversores e influir en los precios.
Los finfluencers reciben a menudo compensaciones elevadas para promover productos y servicios, y el problema es sobre todo no divulgar estas compensaciones, hecho que provoca, entonces, que la promoción aparece como un consejo "amical" para los seguidores. plataformas en las que se actúa. finfluencers disponen así de un terreno de actuación enorme donde se agrava su carencia de suficientes conocimientos y los sesgos en los datos y argumentos que proporcionan sin ningún tipo de supervisión.
La inversión es un mundo en el que, incluso bajo plena regulación, existe una altísima asimetría informativa. La falta de educación financiera de gran parte de los ciudadanos los sitúa en posición de debilidad ante la oferta y, por tanto, requiere dosis elevadas de normas de protección del cliente. En la jungla de las redes las normas protectoras no existen o apenas se empiezan ahora a implantar en algunos países.
Esta indefensión ha alertado ya a muchos organismos y, recientemente, empiezan a aparecer advertencias –pero todavía de escasa eficacia– de cara a las víctimas. Se aplican normas menores demasiado genéricas, transpuestas a los finfluencers y se vislumbra cierto intento de coordinación reguladora en el ámbito internacional (IOSCO) o europeo, con referencias tímidas en algunos textos recientes de la UE.
Por ejemplo, la ESMA, la Autoridad Europea de la Inversión y los Mercados Financieros, publicó en febrero de 2024 una recomendación no obligatoria para introducir requisitos a los individuos que emiten recomendaciones en redes a partir de la regulación de abuso de mercado que exige transparencia y desvelar los conflictos de interés. A falta de un marco regulatorio europeo completo, algunos Estados miembros, incluido España, han empezado a exigir responsabilidades a las comunicaciones financieras emitidas en redes sociales. Quizás el documento más completo que puede servir de orientación para un tratamiento normativo de los riesgos de los finfluencers se encuentra en un recentísimo informe de IOSCO publicado hace sólo unos días, titulado precisamente Finfluencers, que es la culminación de una encuesta internacional a los reguladores y en la que se detalla de forma muy precisa los riesgos, actividades implicadas, la regulación actual vigente y las iniciativas de mejores prácticas para frenar el problema.
A pesar de la magnitud del problema –y las serias consecuencias que está generando– existen elementos positivos que, reconduciendo la normativa, podrían aprovecharse. Son los que giran en torno a la educación financiera y al inversor que unos finfluencers regulados y bajo supervisión podrían aportarse. Estamos todavía lejos.