España, el tercer país europeo con más trabajadores pobres

La pobreza laboral crece la última década y llega al 12,7%

Núria Rius Montaner
3 min
Les dones conformen un dels col·lectius entre treballadors on hi ha més pobresa, juntament amb joves i migrants.  Fotograma de la criticada campanya de Nike.

Madrid“El trabajo no dignifica, dignifica la existencia material garantizada”, enfatizaba el economista Daniel Reventós. En España la frase toma todo el sentido después de que la Confederación Europea de Sindicatos hiciera público que actualmente un 12,7% del total de empleados son trabajadores pobres, casi dos puntos más que hace nueve años, cuando la tasa era del 10,9%, según recoge el último informe anual de la Confederación. A pesar de que a unos niveles inferiores a los de España, la tendencia en el continente europeo también ha sido similar y la media de trabajadores pobres es ya de un 9,4%, un punto más en comparación con el 2010.

Este escenario sitúa a España como el tercer país de la Unión Europea con una tasa de trabajadores pobres más elevada, sólo por detrás de Rumanía y Luxemburgo. El aumento ha propiciado que, a pesar del crecimiento de las economías, el riesgo de pobreza y exclusión social siga todavía siendo permanente en el conjunto de Europa -donde se han perdido hasta cinco millones de puestos de trabajo en diez años- y en especial en países como España.

“Cuando un trabajador es pobre significa que su retribución no es suficiente para llevar una vida decente”, explica el profesor de economía de la Universidad Complutense de Madrid y director adjunto de la revista Cuadernos de Relaciones Laborales, Carlos Prieto. El experto califica la situación actual de “ruptura histórica” y apunta que las condiciones para que en España hubiera un trabajo decente serian: horario a tiempo completo, estabilidad y un trabajo lo bastante bien remunerado. “Este es el sentido que se le da al trabajo en la sociedad moderna”, detalla Prieto al ARA.

Para el profesor hay una explicación histórica sobre por qué España registra uno de los peores índices del continente. “Nos enganchamos tarde al carro [de Europa], en los 80, y cuando ya estábamos el país entró en crisis”, apunta en referencia a la recesión del 2008. Prieto explica que a este hecho se añade la dificultad de consolidar una estructura industrial fuerte, que ayude a la estabilidad del mercado laboral. “Nos hemos construido a través de muchos servicios y encima con un estado del bienestar también pobre”, argumenta.

Es este marco el que permite entender que España se deshinche en muchos de los indicadores que se desprenden del informe, en especial tres. En primer lugar, tiene el índice de personas paradas o que querrían trabajar más alto de Europa (25,8% en el segundo trimestre del 2020). También es el país con más contratos temporales, y el que más trabajadores tiene que lo deben de aceptar porque no tienen alternativa a la temporalidad. Además, hay una precariedad creciente con salarios estancados. Por eso, el informe sitúa al país como uno de los que no cumplen el objetivo marcado hace diez años de reducir la pobreza entre los trabajadores, sobre todo entre mujeres, jóvenes y migrantes, los más afectados. “Seria mentida decir que un orden social es decente si los trabajadores tienen un trabajo que les empobrece”, sentencia Prieto.

El experto cree que es urgente enderezar la situación. El incremento del salario mínimo es un comienzo, pero no el definitivo, apunta, y defiende que las reducciones de jornada se han traducido en mejores condiciones, pero matiza que “hablar del tiempo de trabajo no solo es pensar en la cantidad, sino en cómo está organizado”, y asegura que hay que poner la mirada dentro de las casas, donde los cuidados todavía son asumidos por las mujeres.

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