"Ni la pandemia ni la invasión de Ucrania provocarán el fin de la globalización"

Pol Antràs, catedrático de Harvard, cree que "los políticos ahora podrían tomar algunas decisiones en energía que hasta ahora no se atrevían a tomar"

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Pol Antràs, catedrático de Harvard, en una foto de archivo.

El Brexit, la guerra comercial entre Estados Unidos y China, la pandemia y, ahora, la invasión de Ucrania. Los que propugnan que la globalización ha tocado fondo y que ahora empieza la marcha atrás cada vez tienen más argumentos. Pero el economista catalán Pol Antràs, catedrático de Harvard y uno de los grandes expertos en comercio internacional, no está de acuerdo. Repasamos con él algunas de las cuestiones que plantea el nuevo escenario:

Globalización

Esta misma semana Larry Fink, presidente de BlackRock (empresa que gestiona fondos valorados en 9 billones de euros, aproximadamente ocho veces el PIB de España), ha afirmado que la invasión de Rusia en Ucrania "ha acabado con la globalización que hemos experimentado las últimas tres décadas". Antràs cree que Fink se equivoca por completo: "Entiendo que hacer declaraciones extremas es una buena manera de captar la atención". A pesar de que vivimos "un momento geopolítico particularmente delicado", por ahora limita los cambios a las cosas que "vienen de Rusia y quizá en el futuro no vendrán de Rusia". Antràs le quita importancia al país de Vladímir Putin desde el punto del comercio mundial (recuerda que su economía es tan solo un poco superior a la española) y dice que buscar alternativas en el petróleo y el gas ruso "no es fácil, pero es factible". Y a largo plazo, incluso, "deseable" para impulsar un nuevo modelo energético.

A Antràs le preocuparía mucho más que China tomara partido a favor de Rusia, "lo que no ha hecho". "China es importante –reitera– porque una cosa es poner una barrera alrededor de Rusia y la otra sería hacerlo con China. Rusia es petróleo y gas. Pero China es la fábrica del mundo". Desde su perspectiva norteamericana, Europa y Rusia tienen menos poder del que nos pensamos. "Si coges a China, Corea, Japón, el Sudeste asiático e India, tienes el 50% de la población mundial. El centro de gravedad demográfico del mundo ya está allí y el económico cada vez se mueve más hacia ellos", avisa este firme defensor de la globalización, que argumenta también que, a pesar de los problemas que ha provocado, ha sacado a millones de personas de la pobreza.

Relocalización industrial

También se habla cada vez más de la importancia de recuperar la soberanía alimentaria o energética, es decir, de ser autosuficiente en estos sectores precisamente para no depender de terceros países inestables. Pero Antràs no cree que haya grandes cambios. "Hoy en día no veo que en las empresas se replanteen el proceso de globalización", y lo justifica porque "la implantación de las empresas [extranjeras] en Rusia era mínima". "A nivel de ventas –explica– Rusia sí que era importante para algunas compañías porque hay muchos ricos, pero a nivel de producción no. La globalización no es vender hamburguesas en Rusia, como hizo McDonald’s. Es más complejo: es coger la fábrica que tienes en Sabadell y moverla a Bulgaria, y que aquella fábrica use materiales que vienen de otros países, como China. Estas cadenas de valor son muy complejas e implican a muchos países donde pueden pasar cosas".

Antràs ya explicó en una conferencia en noviembre que los datos no muestran que haya casos significativos de relocalización. "Siempre podremos encontrar a una empresa que ha decidido volver a casa, pero en nivel agregado estas parecen decisiones muy puntuales", decía entonces. Ahora se reafirma. "No lo quiero minimizar, pero no veo que esta guerra cambie mi visión".

El economista tampoco cree que estas trabas provoquen cambios en el just in time, el modelo de fabricación de origen japonés que revolucionó la producción industrial hace décadas (los componentes para hacer un vehículo, por ejemplo, llegan a la fábrica desde cualquier lugar del mundo justo cuando se los necesita y así la empresa no tiene que perder tiempo ni dinero almacenándolos). "Quizá hay empresas que se replantean cómo operan porque no estaban suficientemente diversificadas o porque tienen directivos que se dejan llevar por las emociones, pero cuando pensamos en la economía mundial no tenemos que pensar en empresas medianas: el 80% del flujo del comercio internacional lo protagonizan unos pocos centenares de multinacionales y son empresas que tienen a mucha gente pensando dónde se tiene que comprar, dónde se tiene que producir... Es verdad que ahora han pasado muchas cosas, pero, pensándolo fríamente, algunas quizá no vuelven a pasar hasta dentro de mucho tiempo. Salvo que vemos cosas extrañas en geopolítica, con China implicada, por ejemplo, no pienso que estas empresas consideren que se equivocaron estableciendo estos procesos".

Dependencia rusa

Uno de las ventajas de la crisis actual, sostiene Antràs, es que puede acelerar la desconexión del consumo del petróleo. "Es posible que los políticos ahora tomen algunas decisiones que hasta ahora no se atrevían a tomar", dice. Y pone ejemplos: las inversiones en fuentes de energía alternativa o, incluso, el mantenimiento de las centrales nucleares. "Hay inversiones que no se han hecho porque necesitan una inversión inicial muy fuerte y esto, políticamente, es costoso porque los beneficios solo se aprecian a largo plazo, cuando los dirigentes que han tomado la decisión de hacerlas ya no están". El coste de estas inversiones, por cierto, no es solo económico, sino que también se tienen que superar resistencias de grupo de presión que las rechazan, explica. "Si los gobiernos se liberaran de estas presiones y pensaran en el medio ambiente, se habrían hecho cosas que minimizan la dependencia de Rusia", opina. Ahora, sin embargo, cree que la guerra de Ucrania puede ser un toque de atención: "Cuando estás mirando la tele y solo ves la carnicería de Ucrania, esto te cambia".

Inflación

Con los precios ya subiendo a ritmos históricamente altos, el catedrático cree que los costes de la transición hacia un nuevo modelo energético pueden elevar la inflación y mantenerla alta una buena temporada. A pesar de que opina que a largo plazo los bancos centrales pueden controlarla, "costará un poco". Antràs cree que EE.UU. y Europa "subirán tipos de manera bastante agresiva" para rebajar los precios, pero que el precio que pagaremos será que "no podremos esperar un crecimiento muy fuerte en los próximos años".

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