El pasaporte covid complica la vida a los camareros: “Cada día tenemos que echar a tres o cuatro clientes”

Trabajadores de bares y restaurantes reciben críticas y ataques tanto por parte de los antivacunas como de los clientes más rigurosos

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Un camarero pidiendo el pasaporte covid  a un cliente a un establecimiento de Girona.

“Justamente hablábamos de esto”. Entre café servido y cruasán cobrado, Jordi López expresa que los bares son “quienes reciben todos los golpes” de la sociedad, una especie de saco de boxeo contra el que se desfogan tanto los antivacunas como los clientes más rigurosos en esta nueva normalidad que ha traído también nuevos conflictos. Así, con un día de diferencia, en la cafetería que regenta, Roma, en el barrio de Sants de Barcelona, tuvieron que sufrir una reseña en Google que les acusaba de ser un establecimiento “donde los antivacunas son bienvenidos” y unos gritos “de malas maneras” de una mujer que amenazaba que los denunciaría porque era ilegal que no la dejaran entrar por el pasaporte covid. “Ahora de repente todo el mundo sabe de leyes”, ironiza resignado, ahora que se les vuelve a sumar otro control, el del aforo al 50%.

“Llevamos dos años luchando por que vuelvan los clientes y ahora los tenemos que dejar fuera”, lamenta Jordi, que afirma que cada día tienen que echar a “tres o cuatro clientes” porque no tienen el pasaporte covid. “Si no lo tienen, les decimos que se marchen. Ya han venido algunos agentes de la policía secreta, que los conozco, a controlar que se haga el control, y en otro bar del barrio ya han avisado que les multarán”, relata Jordi, que a pesar de todo no tiene una infraestructura para poder controlar a todo el mundo. “Los sábados y los domingos tenemos el bar lleno, la gente entra y sale para echar un café y las puertas están abiertas, nos es imposible controlar a todo el mundo”, explica. “En un bar pequeño y familiar, nos es imposible contratar a alguien para reforzar el control”, dice, mientras espera que llegue alguna ayuda económica, que se ha ido posponiendo.

Grandes cadenas 

Entre las grandes cadenas sí que las hay que han resuelto el problema contratando a una persona que se esté en la puerta pidiendo el pasaporte covid. En uno de los Kentucky Fried Chicken más concurridos de Barcelona, un migrante con dificultades para hablar catalán o castellano lo pide amablemente a la puerta y libera así a los camareros. Hace seis días que trabaja, no sabe cuánto cobrará –“Creo que 1.000 euros”– y no lleva uniforme de vigilante. La encargada del fast food, mientras monta bolsas de papel con pedidos, explica que “desde que piden el pasaporte covid se han disparado los servicios a domicilio” porque, cree, “los que no tienen el pasaporte piden más”. En que vieron que no daban abasto, pidieron a la empresa que pusieran a alguien de refuerzo, y lo hicieron. Los camareros cobran unos 800 euros brutos al mes por jornadas de 25 horas semanales. 

Desde la sección de hostelería de Comisiones Obreras, el delegado Paco Galván explica que “no todas las grandes cadenas han puesto a una persona para controlar, solo las más concurridas”, mientras que defiende que “no le tendría que tocar a un camarero hacer este trabajo”, uno de las más precarios de Catalunya y en el que muchos trabajadores “están sufriendo por cargas muy altas de trabajo, por ansiedad, por estar más expuestos al virus, por entrar y salir de ERTE, algunos por haber sido llamados a trabajar en medio de un ERTE sin cobrar el sueldo completo, otros por trabajar sin contrato, y muchos que están en el paro o son fijos discontinuos que no salen en las estadísticas”, añade. Desde el sindicato lamentan la “falta de reconocimiento” del sector y todavía más en la restauración de los hospitales. También aseguran que el control del pasaporte covid les ha generado “cierta tensión” y “situaciones violentas o complicadas” hacia los camareros. 

En una de las cafeterías de la estación de Sants, los camareros se van rotando, acercándose a los nuevos clientes para pedirles el pasaporte. Una chica explica que no lo tiene porque no le han puesto la segunda dosis de la vacuna, puesto que había pasado recientemente el covid. La dejan quedarse, pero los camareros tienen que escuchar todo tipo de historias. “Gente vacunada el día antes que no lo tiene activo y les tienes que decir que se marchen, por ejemplo”, explica Ramon, del restaurante La Nova Farga. “Nosotros no pediremos el DNI, esto lo tiene que hacer la policía”, sentencia, y recuerda el caso curioso de una chica conocida a la que tuvieron que echar porque les engañó con el pasaporte y otro cliente que cada día con su carajillo refunfuñaba si los camareros se bajaban la mascarilla pero que el día que le pidieron el pasaporte covid se marchó. No lo han vuelto a ver.

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