Vecinos de uno de los edificios más degradados del barrio de Sant Roc, uno de los más pobres de Badalona.
19/05/2025
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Hay muchas Cataluñas, algunas más visibles que otras. La metropolitana, la de los núcleos del turismo de costa, la Cataluña vacía de los micropueblos interiores, la de las ciudades medias, la de las urbanizaciones dispersas... Las problemáticas urbanísticas y sociales son diversas y reales. Uno de los logros de los gobiernos tripartitos, a menudo reconocido más a posteriori que en su momento, fue el Pla de Barris concebido y dirigido por el geógrafo Oriol Nel·lo: se trataba de incidir en barrios especialmente degradados con actuaciones concretas de mejora en diferentes ámbitos. La idea fue seguida después por el gobierno Colau en la ciudad de Barcelona, ​​donde pese a las críticas que recibió ha tenido continuidad con el alcalde Collboni. Ahora el gobierno de la Generalitat, del también socialista Salvador Illa, se ha hecho suyo este modelo de planificación y actuación con un nuevo Plan de Barrios abierto a todos los ayuntamientos del país para el periodo 2025-2029, con una inversión prevista de 200 millones por año –a los que deberían sumarse aportaciones municipales por un valor total durante el lustro de 6 vivienda y espacios públicos, adaptación de edificios al cambio climático y acción social.

La implicación de los municipios es clave. Son los que de verdad conocen los déficits y necesidades, los que realmente saben dónde hay que actuar, los que notan la presión y las inquietudes de la gente. La mirada global y la supervisión del Gobierno también resultan necesarias para equilibrar el territorio: poner el énfasis inversor en los barrios y localidades más desatendidos es una forma de evitar guetos y de trabajar, pues, para la cohesión social. Poner recursos sobre el terreno es además una política efectiva y pragmática para combatir la demagogia de la ultraderecha, que se aprovecha de las evidentes desigualdades y la falta de oportunidades para incendiar la convivencia.

Cuando empezó el primer Pla de Barris, Cataluña tenía una población de 7 millones de personas. En los últimos 20 años ha sumado un millón más, pese a pasar dos crisis importantes, la financiera inmobiliaria y la de la cóvida. El rápido crecimiento ha tensionado a muchas ciudades y pueblos, y no sólo en entornos metropolitanos. Así pues, tiene todo el sentido volver a plantear actuaciones ad hoc en los entornos que se han visto desbordados y que sufren carencia de servicios y de infraestructuras, y que, por tanto, son susceptibles de caer por la pendiente de derivas sociales y económicas indeseables. Mejor prevenir que curar, aunque en algunos casos claramente ya se llega tarde y habrá que abordar situaciones graves enquistadas.

Naturalmente, habrá que velar y exigir que este Plan de Barrios reciba la financiación prometida, que se ejecute técnicamente de manera sólida, con participación ciudadana y con coordinación de las diferentes administraciones, que no caiga en partidismos (ayudar sólo a los municipios de mi color) y que tenga la continuidad necesaria, incluso más allá.

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