Editorial

La cruda realidad de la causa del catalán en Europa

Parlamento europeo
27/05/2025
2 min

Nunca como este martes se había planteado la cuestión de la oficialidad del catalán en Europa hasta el punto de obligar a la mayoría de cancillerías a pronunciarse en uno u otro sentido. El resultado final quizá sea decepcionante e indica hasta qué punto se trata de una lucha larga y difícil. Pero por otra parte, también clarifica las cosas y dibuja muy bien cuál es el punto de partida. En la reunión del Consejo General de Asuntos Europeos se discutió sobre la oficialidad del catalán, vasco y gallego, y ocho estados se mostraron a favor y ocho mostraron reticencias, por lo que, al no tener asegurado el voto unánime a favor que se necesita, España retiró la propuesta hasta próximas reuniones.

El principal problema es que entre los países que son reacios a la oficialidad del catalán en Europa se encuentran los principales estados, como Alemania (que había dejado claro que si este martes se le obligaba a votar se posicionaría en contra), Francia y también Italia. Otros países que también se han pronunciado en contra de la propuesta española han sido Croacia, Suecia, Chequia, Finlandia y Austria. A estos países habría que sumar a los bálticos, Países Bajos y Bulgaria, que este martes no han dicho nada pero su posición reticente es conocida.

En cambio, en el bando del sí deben contar Portugal, Bélgica, Irlanda, Dinamarca, Eslovenia, Hungría, Rumanía y Chipre. Y entre los que son neutrales (lo que significa que si no hay ningún voto en contra facilitarían la aprobación de la propuesta) se encuentran Polonia, Eslovaquia, Grecia y Luxemburgo. Éste es, por tanto, el punto de partida. Puede verse el vaso medio lleno o medio vacío, pero lo cierto es que hay mucho trabajo diplomático para hacer si de verdad se quiere convencer a todos los países que ahora mismo tienen dudas.

Los precedentes no invitan precisamente al optimismo. El irlandés, por ejemplo, tardó quince años en ser reconocido, y eso que en la isla había consenso político. En el caso español, este consenso interno no existe, tal y como se ha demostrado con las maniobras del PP y de Vox para presionar a los estados gobernados por sus familias políticas con la intención de hacer descarrilar la propuesta. Resulta curioso, desde este punto de vista, que uno de los soportes a la oficialidad del catalán sea el húngaro Viktor Orbán, aliado de Vox.

En todo caso, este choque con la realidad debe servir para dos cosas. La primera es que no hay que desanimarse y seguir presionando y haciendo pedagogía, ya que la experiencia demuestra que la persistencia es clave en estas batallas. La segunda, que hay que poner toda la carne a la parrilla en esta legislatura, ya que no está claro que el próximo gobierno español sea receptivo. Por eso hay que aprovechar la principal palanca de presión que tiene España, que es la negociación del próximo presupuesto de la Comisión Europea que empezará este verano. Éste será el momento de plantear una presión diplomática más efectiva y entrar en los tradicionales intercambios de favores entre estados. El objetivo es difícil, pero el partido está por jugar.

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