Los jueces, el fiscal y un líder que hace seguidismo de Ayuso

En todo ese alboroto contra el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, a veces se pierde de vista la cuestión principal. Es decir, que la acusación es de haber filtrado un correo –real y verídico–, en el que un delincuente confiesa que ha estafado a Hacienda y pide un pacto para reducir su pena. A García Ortiz no se le acusa de prevaricar ni de apropiarse de dinero ajeno, ni de utilizar su cargo para enriquecerse. Lo que, por ejemplo, sí figura en el informe del juez contra el exministro de Hacienda Cristóbal Montoro, que no sólo está investigado por cambiar leyes para beneficiar a determinadas empresas sino que además, públicamente, hacía ostentación de que conocía la situación fiscal de sus contrincantes, y también de los correligionarios. Es decir, revelaba secretos que igualmente no podía revelar, o amenazaba con hacerlo.

De acuerdo que en el caso del fiscal general del Estado, al ser una figura preeminente del aparato judicial español, la situación podría ser más grave, pero igualmente va bien recordar el origen de todo el caso que le ha acabado llevando al banquillo. Sobre todo porque este viernes el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, no acudió a lacto institucional de apertura del año judicial en protesta por la presencia, obligada por ley, del fiscal general. Fue, en cambio, a el acto que había organizado la pareja del defraudador con el que se inicia el caso, Isabel Díaz Ayuso, que está intentando, y en algunos entornos lo logra, asumir el papel de víctima de una supuesta conspiración del gobierno español. Sin contar, además, que Feijóo tuvo que pasarse el acto justificándose por haber despreciado al rey, que presidía el acto al que no había asistido, y el propio poder judicial, que lo organizaba.

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Dicho esto, existía mucha expectación sobre los discursos que harían tanto García Ortíz como la presidenta del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Isabel Perelló. Más aún, sobre si habría boicot. Sobre el último punto, cabe decir que el comportamiento de los jueces fue ejemplar, como corresponde a las personas de orden que son. La tensión estaba ahí, pero también el respeto y la corrección. Que es, además, el que exigió Perelló en su discurso, en el que con educación repartió estopa a ambos lados, aunque la mayor parte de las críticas tuvieron como destinatario al gobierno español. Por un lado, lamentó, sin mencionarlo directamente, las acusaciones de politización de algunos jueces que ha realizado el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, y reivindicó la independencia judicial, que considera cuestionada por los cambios legislativos que propone la Moncloa. Por otro lado, también recordó a sus colegas que la independencia judicial no significa carta blanca para hacer lo que se quiera, y que existe un sistema interno de control de la mala praxis judicial. El fiscal general, por su parte, empezó insistiendo en que acudió al acto porque cree "en la justicia y el estado de derecho". Sin embargo, quizás su negativa a dimitir –es lo que la mujer del César no sólo debe ser honrada sino que también debe parecerlo– está haciendo más daño que bien a la institución que lidera. Todo ello deteriora la imagen de la justicia entre la ciudadanía y, a pesar de la legitimidad de muchas críticas, es algo que como sociedad no podemos permitirnos. Si no hay confianza en la justicia, no puede haber una democracia sana.