Starmer se apunta al modelo migratorio danés

El gobierno del primer ministro laborista Keir Starmer presentará este lunes un paquete de medidas que endurece las políticas migratorias al estilo de lo que ya ha hecho el gobierno socialdemócrata danés. El objetivo es desincentivar al máximo la inmigración ilegal con pateras a través del canal de la Mancha, por donde se calcula que entran unas 40.000 personas al año, y también aumentando el plazo de tiempo para conseguir la residencia permanente, que pasaría de los 5 años actuales a los 20. El cerebro de la operación es la ministra del Maestro paquistaníes y aspirante a suceder a Starmer en Downing Street si éste cae antes de terminar el mandato.

La situación que vive Gran Bretaña no es diferente a la del resto de países europeos, incluida España y Cataluña. Por un lado, el envejecimiento de la población y la baja natalidad hacen que todo el crecimiento demográfico venga de la inmigración, personas dispuestas a aceptar trabajos que los locales no quieren realizar ya cobrar sueldos más bajos; y, por otro, este fenómeno produce unas tensiones sociales que provocan el auge de la extrema derecha y la xenofobia, hasta el punto de que el Partido Reformista de Nigel Farage es ahora mismo el favorito en las encuestas británicas. Farage, por cierto, fue clave en la victoria del sí en el referéndum del Brexit, una medida que debía servir para mejorar la economía y frenar la inmigración y, al fin y al cabo, no ha servido ni para lo uno ni lo otro. Sin embargo, la crisis del Partido Conservador ha otorgado una nueva vida a Farage, que promete deportaciones masivas al estilo Trump.

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El caso es que un Starmer debilitado por las críticas a su gestión y por las conspiraciones internas en el seno del Partido Laborista ha decidido jugarse su futuro político a una sola carta: la de endurecer la política migratoria para frenar la fuga de votos de la clase obrera hacia Farage. Para ello se ha inspirado en el modelo danés de la primera ministra Mette Frederiksen, quien ha restringido la reunificación familiar y ha tomado medidas para reducir al máximo las concesiones de asilo. Sin embargo, resulta interesante comprobar que las medidas de Frederiksen han tenido un éxito relativo: el intento de enviar a los solicitantes de asilo a Ruanda naufragó, y la medida de expropiar objetos personales a los inmigrantes para sufragar su estancia ha tenido una aplicación anecdótica: sólo 17 casos en seis años. Eso sí, de lo que se trata es de enviar un mensaje muy claro a las personas que querrían emigrar a Dinamarca: aquí no queremos.

¿Es éste el futuro de la socialdemocracia europea? De momento, tanto España como Catalunya son una excepción, pero no cabe duda de que la ola antiinmigración está permeando a las izquierdas de la Europa del norte, a su vez presionadas por formaciones populistas de extrema derecha que han logrado imponer su agenda. Pero una cosa es regular la inmigración, algo completamente necesario, y otra deslizarse hacia mensajes de rechazo al inmigrante. La línea es tan fina que no es descartable que al final sea la extrema derecha quien se acabe beneficiando.