Cristóbal Balenciaga: 50 años de la muerte de un genio

El diseñador vasco fue un icono de la elegancia clásica que flirteaba con la modernidad de los tejidos y la innovación de las siluetas

Bet Coll-Vinent
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Cristobal Balenciaga en una imagen del 1927

BarcelonaTodo aquello que Balenciaga no quería ser podía definirse bajo el adjetivo cursi. Este mes de marzo se cumplen 50 años de la muerte de este creador que siempre mantuvo la vulgaridad y el mal gusto lejos de su universo creativo, siempre dominado por siluetas estructuradas y capitaneadas por la belleza de la elegancia. “Diseñaba dos temporadas por avanzado del resto; la historia de la moda empezaba con cada una de sus colecciones”, constataba la editora jefa del Harper’s Bazaar de la época, Carmel Snow. Creaciones como el baby doll, un vestido en forma de trapecio que liberaba la cintura femenina, o el abrigo cocoon, en forma de globo y líneas suaves que formalizaban una curva como metáfora de la nueva silueta creada por Balenciaga, son algunos de los ejemplos que corroboran el estilo característico del modisto vasco: jugar con los volúmenes manteniendo la funcionalidad y aproximarse a la modernidad sin desatarse del estilo clásico definitorio del alta costura.

El padre de la alta costura

Bajo la hegemonía de los diseñadores franceses, Balenciaga se erigió en un representante de la mirada y la cultura española. Nacido en Getaria (País Vasco) en 1895, Cristóbal Balenciaga era hijo de madre costurera y padre pescador. Ya de muy pequeño vivió rodeado de agujas y patrones gracias al oficio de la madre, pero fue mediante la influencia de la marquesa Casa-Torres, considerada su primera clienta, que despuntó su carrera como diseñador. Después de unos primeros encargos encomendados por parte de algunas firmas parisienses, Balenciaga emprendió su negocio personal en 1917. Utilizando el epígrafe de modisto, el vasco matriculó su empresa –bautizada con el nombre de C. Balenciaga– con la cuota empresarial más alta, y así se autoproclamó como una firma de alta costura. Durante los primeros años de negocio la firma se forjó bajo unos valores y un estilo muy personal, y no fue hasta el año 1937, debido al contexto bélico español, que su actividad se vio interrumpida; es entonces cuando Balenciaga se trasladará a París. Allí iniciará su etapa definitiva y es donde se consagrará como uno de los modistos más importantes de la historia de la indumentaria. Instalado en la avenida George V, hará su magia.

Un vestido  de Balenciaga expuesto en su museo en Getaria.

“Sus creaciones se basaban en la comodidad, la pureza de las líneas, la reinterpretación de la tradición española y el desarrollo de volúmenes innovadores”, explican desde el Cristóbal Balenciaga Museoa, situado en su ciudad natal (Getaria). Con siluetas que se amoldaban a unos tejidos que oscilaban entre la rigidez del terciopelo y la fluidez del satén, presentaba piezas como su famoso vestido en forma de saco o la línea tonneau. Siempre reticente a la aparición del prêt-à-porter, el modisto se retirará en el 68, coincidiendo en el momento de impasse entre la alta costura y la ropa manufacturada.

Un 'look' de Balenciaga de 1957.

Dramatismo y herencia cultural española

Los meses de exilio acabaron convirtiéndose en prácticamente toda una vida instalado en la capital francesa. Lejos de casa, Balenciaga buscaba la manera de representar en sus creaciones la herencia cultural española. Para hacerlo, recurría a otras formas de expresión artística que emanaran los valores y la tradición de su país, y la pintura era una. El modisto vasco trasladaba al terreno del alta costura las formas y los volúmenes que anteriormente habían popularizado los cuadros de los pintores emblema del barroco y manierismo español, como por ejemplo Zurbarán o El Greco. Es un ejemplo el retrato de Velázquez titulado La infanta Margarita de Austria (1660), en el cual Balenciaga se inspirará para diseñar uno de sus modelos más icónicos: el vestido infanta (1939).

Sus creencias religiosas también se materializaban en las colecciones, en las que recuperaba la vestimenta de los santos y los clérigos retratados por los artistas del siglo XVII para reconvertirla en vestidos túnica o capas voluminosas. Esta influencia histórica casaba a la perfección con el dramatismo que Balenciaga dibujaba en el volumen de las mangas, la longitud de las colas o la presencia de los cuellos. En todo momento se respiraba una clara influencia de la vestimenta de la sociedad de la época, concretamente la andaluza, con las mantellinas, los bordados, los volantes y los boleros, y la vasca, con blusones, las mangas hinchadas y las tonalidades oscuras y vibrantes.

Balenciaga diseñó el vestido  de novia de Fabiola de Bélgica.

Tejidos, volúmenes y el color negro

Todas estas referencias históricas, sociales y artísticas siempre las combinaba con la elegancia y la comodidad. Balenciaga era capaz de diseñar piezas con volumen y presencia que respiraban pureza y minimalismo. Combinaba tejidos densos con puntas y bordados para conseguir formas abstractas que emanaran dramatismo y elegancia, funcionalidad y alta moda, siempre fiel a su color por excelencia: el negro. Este color formalizó buena parte de sus diseños durante toda su trayectoria. Era de una tonalidad aterciopelada y espesa, “como una noche sin estrellas”, que hacía de los otros colores personajes secundarios. Teniendo en cuenta que en sus creaciones siempre primaba la simplicidad por encima de aquello superfluo, el negro era el color que podía personificar esta idea abstracta en la apreciación de la silueta, el corte, el volumen y el movimiento de las piezas. Junto con otros modistos de la época, como Coco Chanel o Cristian Dior, subvirtieron el simbolismo del color negro aproximándolo a una connotación más chic y menos lúgubre.

Desatado de cualquier afán de protagonismo, Balenciaga fue capaz de imponer el dramatismo de su costura experimentando con todos los factores que le ofrecía la tela. De hecho, algunos historiadores de la moda consideran que Cristóbal Balenciaga fue el último modisto-artista y diseñador exclusivo de alta costura. A pesar de retirarse en 1968, su legado continuó reproduciéndose en manos de diseñadores emblema del prêt-à-porter como por ejemplo Courrèges o Ungarro, “que encontraron en la rigurosa construcción del look de Balenciaga una vía para explorar sus creaciones más antiestablishment”, constata el historiador de la moda Christopher Breward. El modisto vasco consiguió el equilibrio entre el trazo refinado y la innovación en la reproducción abstracta de sus ideas, combinando el dramatismo de la herencia cultural española con el minimalismo y la funcionalidad de sus diseños.

El documental de Balenciaga

En el mes de noviembre Disney+ anunciaba su primera serie española original: Balenciaga. Se tratará de un biopic centrado en la vida y la obra del modisto vasco que constará de seis capítulos de 50 minutos cada uno. De momento todavía no se ha determinado la fecha de estreno ni el reparto que conformará el documental, pero la productora ya ha explicado que el objetivo de esta producción es “que el público testimonie la constante construcción y deconstrucción que comporta ser un artista, así como la soledad vivida y la dificultad para encontrar un estilo propio”.

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