"Estuve muchos años sin volver a la playa"
El médico Manel Cervantes recuerda los veranos de niñez jugando con el balón y el tatano
Barcelona"Balón, playa y tatano". El exjefe de enfermedades infecciosas del Parque Taulí Manel Cervantes, que nos ayudó a entender la pandemia desde las tertulias televisivas y también en las páginas del ARA, enumera los juegos de verano de su infancia, en los años cincuenta. Hermano mayor de una familia más que numerosa , la Sagrera o en Virrei Amat, ambas presididas por un enorme aparato de radio.
Apasionado del fútbol, la calle era su espacio de juego y, cuando no podía salir, como le habían prohibido chutar la pelota dentro de casa, tenía una técnica para lanzarla y recogerla con las manos y el cuerpo en el pasillo de casa a los abuelos, que era lo suficientemente largo para no dejarla caer. "Allí nació mi vocación de portero", afirma el médico, quien explica que jugó por última vez en campo grande de césped a los sesenta años en un partido de veteranos con el equipo de médicos del Galens.
Todos sus recuerdos veraniegos son positivos salvo un par: cuando tenía cerca de cinco años, una tarde que jugaba solo a pelota cerca de la iglesia del barrio, un policía municipal le quitó, descendió a su abuela y le puso una multa de tres pesetas a cambio de devolverle el balón. ¿El motivo? "El niño está jugando en la calle la tarde de un Jueves Santo cuando está prohibido hasta el Lunes de Pascua". "No recuerdo si pagó la multa, pero lo dudo, tal y como las gastaba mi abuela", añade Cervantes. Lo que recuerda perfectamente es que volvió a casa con la pelota y con una idea clara: "De la iglesia y de la policía, cuanto más lejos, mejor".
Pero no se acaban aquí los enfrentamientos con los cuerpos de seguridad. Un domingo que acudió a la playa con su abuelo como la gran mayoría de domingos porque "era una costumbre sagrada", un policía les llamó la atención al salir de la estación de Sitges, la playa preferida del abuelo después de Benidorm. "¿Dónde van sin ropa por la calle?", llamó al policía a Manel niño, completamente vestido, ya su abuelo, que llevaba un bañador hasta las rodillas, pero la camisa colgada de los hombros. Entre esto y que la arena le molestaba y el sol le quemaba, el médico empezó a rechazar su plan del domingo: "Una vez tuve que pasar un par de días en la cama con toda la espalda acometida por la quemadura, seguramente porque no me debió de poner quema". "Estuve muchos años sin volver a la playa", relata. Años más tarde descubrió las playas de arena gruesa y de rocas. Menorca es un paraíso e hijos y nietos "han chalado mucho bañándose en el mar o en la piscina". Así que cierra: "Bienvenido el verano cada año y que sean muchos, todavía".