El giro de 180 º en la gestión del cáncer de Kate Middleton
La princesa de Gales ha pasado de gestionar su enfermedad como lo habría hecho un rey del siglo XIX a gestionarla como una 'influencer', impregnada por la cultura del 'reality'
BarcelonaEl vídeo publicado por Kensington Palace esta semana por explicar que Kate Middleton ha terminado la quimioterapia no tiene comparación con ningún otro comunicado real nunca visto, ni en Reino Unido ni fuera. Si bien mantiene un tono nada estridente en lo que se refiere a las formas, algo tradicional en el contexto monárquico, en conjunto representa una fórmula completamente exótica. Especialmente por lo que implica en el ámbito comunicacional. De hecho, no es necesario compararlo con otras monarquías o con otras generaciones de la misma monarquía para constatar que es una opción disruptiva. Basta con viajar hasta principios de año para ver cómo gestionó públicamente Middleton su enfermedad entonces para observar que ha habido un cambio sustancial en las decisiones de palacio al respecto. Un cambio que ha ido del oscurantismo royal más tradicional a una opción completamente impregnada por la cultura del reality y de los influencers.
A principios de año, cuando se hizo popular aquel mem que decía "Yo no puedo seguir trabajando si no sé dónde está Kate Middleton", la actual princesa de Gales había desaparecido de la vida pública sin dejar rastro y sin que en palacio nadie dijera nada al respecto. La presión no dejó de aumentar semana tras semana mientras ninguna fuente oficial decía nada sobre la princesa. De hecho, la escalada en las redes sociales de las dudas sobre el paradero de la futura reina de los británicos se dejó llegar tan lejos que traspasó a los medios de comunicación del país y posteriormente también a los extranjeros. Entonces, como la respuesta oficial a ese imparable y creciente interés popular por la situación de Middleton era sólo el silencio, los medios empezaron enseguida a elaborar teorías que, al no tener ninguna contraposición oficial, iban ganando más y más terreno. Sin embargo, la estrategia de mantener la enfermedad escondida seguía dominando la oficina de prensa de Kensington hasta el punto de que tuvieron que hacer algo. Y si digo algo es porque no encuentro un nombre menos despectivo para referirme a la decisión que tomaron.
Efecto Streisand
El problema latente que existía se convirtió en una bomba de neutrones estallando sobre el cielo de Londres por culpa de la cosa que hicieron, que dio aún más alas a quienes defendían que la casa real británica estaba escondiendo algo muy grave sobre la futura reina. Por ejemplo: que había abandonado el palacio y le estaban convenciendo para que volviera pero no quería, que se había divorciado por una infidelidad de Guillermo que había tenido como resultado a un hijo fuera del matrimonio, que estaba terminal, que se había hecho una cirugía que había salido mal y estaba desfigurada, que estaba en coma, que le había dado un riñón a Carlos III... Para acallar el pueblo y hacernos creer que Kate Middleton estaba bien publicaron un fotomontaje de ella con sus hijos coincidiendo con el día de la madre. Pero lo que en el despacho sonaba tan bien fue un desastre, puesto que fue creíble sólo un par horas. Con ese gesto sólo consiguieron el temido efecto Barbra Streisand, que genera un efecto nocivo multiplicado contra quien lo origina por culpa de la estrategia que había adoptado para protegerse. Es decir, habría merecido más la pena no hacer nada.
Después de que les pegaran con el chapucero fotomontaje que publicaron el 10 de marzo, todas las teorías de la conspiración aún cogieron más vuelo y ya nadie se creía nada de lo que pudiera decir el palacio. De hecho, al día siguiente de ese collage –o pieza pop que debería estar expuesta en los museos– la propia Middleton tuvo que salir a solucionar el show que había generado confesando en un texto en las redes sociales que era un fotomontaje, algo que no habían dicho a priori. "Como muchos fotógrafos amateurs, a veces experimento con la edición. Quería emitir mis disculpas por cualquier confusión que haya podido causar", dijo entonces la princesa, mientras muchos pensaban que quizás aquello ni siquiera lo estaba escribiendo la princesa.
Al ver que había que cortar de pura cepa aquella crisis reputacional y de credibilidad, Middleton entendió entonces que la estrategia ya no podía ser la de principios del siglo XX y dio un primer paso para cambiar de dirección. En un contexto natural idílico, la princesa de Gales se encaró a una cámara para grabar un vídeo alejado de las formas oficiales tradicionales de la monarquía con el que explicó al mundo que tenía un "cáncer", la palabra que nadie había querido utilizar hasta entonces. Corría el 22 de marzo y habían pasado sólo 12 días desde el show del fotomontaje. La confesión le valió una lluvia de más de 5 millones de likes en Instagram y la confirmación de que la opacidad en el siglo XXI es imposible y, para quienes serán sus súbditos cuando sea reina, incomprensible e inaceptable.
Por los buenos resultados de ese cambio de rumbo se debió de empezar a gestar el vídeo que Kensington ha publicado esta semana. Una pieza absolutamente artística y sentimental que nada tiene que ver con el tono habitual de instituciones tan regias como la monarquía. Una pieza de autor que, por unos instantes, ha hecho imaginar al mundo que Kate Middleton se había convertido en una influencer –profesionalmente, ya que de facto ya lo es– que les estaba explicando su realidad de la forma más estética posible, como hacen siempre en este gremio.
Es evidente que, cuando Middleton asumió que no podría vivir la enfermedad en su deseada intimidad, optó de forma totalmente lícita por al menos sacarle todo el rendimiento posible. Y esto en el mundo de los royals significa atraer tanta atención mediática como sea posible para que ésta repercuta en mejorar la estima del pueblo por el protagonista y que, finalmente, esto repercuta en aumentar la popularidad de la institución. Este vídeo es la pura muestra de que Middleton tenía razón con el cambio de rumbo. Ha asumido que le tocaba interpretar un striptease emocional para que todo el mundo se olvidara –o le perdonaran– de los errores de comunicación del principio y, de paso, poder empezar a preparar un estribillo que será planteado nuevamente de manera épica. De hecho, a nadie se le escapa que cuando en el vídeo habla de la incorporación "cuando pueda" en el "trabajo" no está haciendo más que atizar un clímax de la superación de la enfermedad que no será este año, por más que antes que acabe el año habrá alguna aparición pública.
La incomodidad de Guillem
En el vídeo, en el que ella brilla como actriz de una manera inequívoca, se ve que es una apuesta personal en la que ha puesto todos sus esfuerzos y dedicación. Por otra parte, la participación de su marido, el príncipe Guillermo, es mucho menos brillante y en ciertos momentos se le nota incómodo. Es evidente que ésta no habría sido la opción comunicativa de él para tratar comunicativamente la enfermedad. Se nota de qué tradición viene cada uno. La de vivir las emociones de forma desinhibida y encima exponiéndolo públicamente está claro que no es la de los Windsor. Quizás la condición de Guillermo para hacer de actor e interpretar la versión de sí mismo que más puede agradar al pueblo fue que una parte de este clip de tres minutos estuviera dedicada a mostrar un matrimonio unido y sólido. La sombra de la infidelidad que se cernía sobre él con el currículo que ha heredado de su padre le debió suponer un peso muy pesado ya su popularidad aún más... También resulta altamente simbólico que aparezca la familia de ella pero no la de él cuando Middleton habla de "amar y sentirse queridos".
Middleton, que ha vuelto a demostrar que hoy en día la monarquía británica tiene una dependencia enorme de ella, ha iniciado un reality en la segunda parte de su trayectoria pública. Very mindful, very demure, pero uno reality al fin y al cabo. Y lo ha hecho no sólo con el contenido, sino también con las formas. Es lo que hace años pudo ser un videoclip pero que hoy en día es directamente un reel. ¿Habrá sido esta entrega una excepción? ¿Habrá más temporadas, vista la buena acogida? ¿Le dejarán volver a tener tanto protagonismo cuando ya esté curada los que velan por la imagen de su marido y futuro rey? ¿Será compatible que ella se comunique como una persona del siglo XXI mientras él se comunica como señor del siglo XIX? Sólo el tiempo nos responderá.