Kate y la monarquía británica hacen de la adversidad un motivo de fortalecimiento
El historial de los Windsor sugiere que la Corona toma con gran solidez todas las dificultades
LondresDesde que el viernes por la tarde el mundo supo que Kate Middleton sufre un tipo de cáncer no identificado públicamente, la monarquía británica es mucho más fuerte que antes de la dramática revelación de la princesa de Gales, de 42 años. Pensar que la institución está debilitada por su enfermedad y, especialmente, por el cáncer que padece el rey, Carlos III, y, en consecuencia, por la disminución del número de working royals disponibles para representar a la Corona –la princesa Ana, el príncipe Eduardo, el heredero Guillermo y la reina Camila–, es desconocer la historia del Reino Unido y de los Windsor.
También implica no tener presentes algunos de los ejemplos más conocidos de cómo se puede hacer un uso político de la adversidad, consciente o inconscientemente. Dicho sin menospreciar el drama personal que supone el diagnóstico de una afección grave o muy grave para ambos, sus familiares directos y amigos más cercanos.
Pero Carlos III y Kate Middleton son mucho más que dos seres humanos enfrentados a su potencial mortalidad. Representan y son, conviene no olvidarlo, dos peones de un sistema institucional y político cuya obligación es perpetuarse. El anuncio del cáncer, y cómo se ha elaborado, va en esa dirección, tras superar a una incomprensible crisis de comunicación que se ha alargado dos meses.
Disculpas y solidaridad
Hasta hace 24 horas, las enormes errores de'información del palacio de Kensington desde que se anunció la operación de Kate Middleton, el 16 de enero –la foto retocada, el vídeo borroso, la ausencia de Guillermo en el funeral del padrino, justificada sólo por "motivos personales", los opacos y breves comunicados sobre el estado de salud de la princesa de Gales– y, en resumen, su práctica desaparición de la escena pública, habían desatado una imparable bola de nieve de rumores. Sin cimientos, por supuesto. Pero, como en la ley de los fluidos de Arquímedes, cualquier vacío provocado por el desplazamiento de un cuerpo –en este caso la ausencia de alguien– es siempre llenado por una masa igual al cuerpo desplazado. Sólo que, en esta ocasión, las redes han magnificado sus delirios.
Desde el viernes ya lo largo de este sábado, columnistas de la prensa británica, actores y actrices, famosos de todo tipo, nacionales y globales, mandatarios políticos como Joe Biden, Emmanuel Macron o Justin Trudeau, han corrido a las redes para expresar la su solidaridad y sus deseos de que se recupere pronto. En algunos casos, también han hecho notar su arrepentimiento –como en el caso de la actriz Blake Lively o el del escritor y periodista Owen Jones– por haber bromeado del alejamiento de la princesa de la vida pública.
La perfecta puesta en escena del vídeo grabado el miércoles, la voz suavemente rota, la confesión sincera de Kate Middleton, la fragilidad de una princesa que desnuda sus sentimientos ante los súbditos y que pone a sus hijos por delante de la institución , digan lo que digan los monstruos de las redes, ha terminado, de una manchada, con todas las especulaciones. O casi, porque un pequeño rastreo en X o TikTok permite comprobar que los troles nunca duermen.
31 de marzo, a la espera del rey
La prensa británica publica este sábado que, si la salud del rey Carlos III se lo permite, se dejará ver en el paseo entre Windsor y la Capilla de Sant Jordi para asistir a la misa del Domingo de Pascua, el 31 de marzo. Sin el vídeo, la presión sobre Guillermo y Kate se habría hecho insoportable y toda la atención se habría volcado en esa fecha. Ahora podrán gozar de mayor privacidad, y hasta después de las vacaciones de Semana Santa, el 17 de abril, no se prevé que el príncipe reaparezca en público.
Churchill luchaba contra la depresión en plena Segunda Guerra Mundial; Harold Wilson sufrió las primeras etapas del Alzheimer muy probablemente en su segundo período en Downing Street; un hijo de seis años de David Cameron, ahora ministro de Exteriores británico, falleció en el 2009, un año antes de que ocurriera premier; Boris Johnson fue ingresado en la UCI de un hospital de Londres durante la primera ola de la covid… La enfermedad iguala a todo el mundo, provoca una empatía lógica y humana. Además, con palabras bien medidas, dignas de un Oscar al mejor guión, Kate recordó a los británicos que padecen cáncer, como hizo el rey, que no están solos.
Los Windsor tienen un gran historial al convertir la adversidad en provecho para la institución. Un caso es el de Jorge VI, el padre de Isabel II, y sus problemas de tartamudeo, superados con la colaboración del logopeda australiano Lionel Logue, y elevados a la categoría de sacrificio por el país y ejemplo de determinación y tenacidad en la película de 2010 El discurso del rey. Con el famoso discurso delannus horribilis (noviembre de 1992), Isabel II se mostró mortal y herida por todos los escándalos que habían sacudido a la familia ese año y, quizá, sobre todo, por el incendio del Castillo de Windsor. En 1997, en este caso por intervención de la oficina del primer ministro, Tony Blair, la reina se hizo finalmente presente en Londres para compartir con el pueblo el dolor por la muerte en trágicas circunstancias de Diana de Gales, "la princesa del pueblo", en afortunada expresión del premier.
Con el matrimonio entre Guillermo y Kate (2011), los Windsor encuentran finalmente otra perfecta –y plebeya– princesa del pueblo, la chica de clase media-alta Catherine Middleton, que se enamora del heredero mientras ambos estudian en St. Andrews, el Oxbridge escocés. Desde entonces ha cumplido un papel perfecto: ha dado tres hijos a la institución y nunca ha roto un plato. Nada comparable a Diana, y mucho menos a Meghan Markle. El rey, Carlos III, ha enaltecido su valentía después de que hiciera pública la enfermedad.
El cáncer siempre es una amenaza, y más aún para este entorno tan idealmente feliz. Precisamente por eso, por todos los remordimientos que las burlas y las teorías de la conspiración han generado, las simpatías que despiertan hoy Kate y Guillermo, y por extensión la Corona, son mucho más fuertes que hace 48 horas. Mucho más que las que despiertan Enrique y Meghan, que, al fin y al cabo, son dos traidores a la familia y al espíritu de sacrificio que mostró siempre Isabel II. El servicio de Kate en la monarquía es impagable.