"El verano de mi vida tuvo una parte muy triste: la pérdida de un referente"
El arquitecto recuerda cómo le transformó la muerte de Enric Miralles hace 25 años
BarcelonaEl verano más especial de la vida del arquitecto Josep Miàs es un momento profundamente triste. Es el verano que murió Enric Miralles, hace veinticinco años, a causa de un tumor cerebral con 45 años. Fue su maestro profesional y referente de vida durante una década: primero, como profesor; después, como compañero de trabajo, y, por último, como amigo. "El verano de mi vida tuvo una parte muy triste: la pérdida de un referente. Fue un golpe muy fuerte, pero soy a juicio que los golpes fuertes son aprendizajes para empezar otra etapa", afirma Miàs.
Aquel julio del año 2000 le hace retornar a su ciudad natal, Banyoles, un espacio de recogimiento donde puede "rebobinar", dice. Durante ese tráfico recuerda releer a Foix, un poeta que solía recitar a Miralles. "Fue el verano más introspectivo que he tenido nunca. La orfandad te permite un momento de reflexión en medio del trabajo frenético", continúa. Así, el diálogo con Miralles pasó a ser consigo mismo y ese vacío se llenó de preguntas que le cambiarían la manera de percibir el trabajo y el mundo para dar continuidad al legado de Miralles: "El diálogo era tan intenso que me parecía una conversación interrumpida que había que seguir". Porque el autor del cementerio nuevo de Igualada y del Parlamento de Escocia era un visionario. "¿Cómo podemos mantener esa capacidad de ser visionarios radicales y asumir riesgos?", se preguntaba entonces Miàs.
Los interrogantes le llevaron a poner en marcha su propio despacho, reconocido internacionalmente con proyectos como el centro histórico de Banyoles, el Mercado de la Barceloneta y el Parque de Atracciones del Tibidabo. "Mi arquitectura cambió radicalmente. El luto sirvió para ser consciente de qué mensaje teníamos que transmitir", añade el arquitecto, que todavía se sorprende gratamente de la presencia de Miralles en sus discusiones. Anécdotas tiene cientos, pero siempre recuerda la frase que soltó en una visita de obra en la que los constructores le habían pifiado. "Eso no lo ve nadie", dijeron, y Miralles les rebatió: "Pero Dios lo ve todo". Miàs aún la utiliza: "No trabajo para ti sino para otro objetivo, que es hacerlo todo de la mejor forma posible".
El arquitecto tiene ganas de compartir esta experiencia tan dolorosa como especial para explicar que "la vida va de eso, no sólo de momentos felices". También, que el verano "no es un eslogan azucarado y absurdo". "Y que debemos ser capaces de ver más allá de la banalidad y la tontería veraniega" porque, "en el futuro, es de las experiencias profundas, que recibirás más cosas".