Nubes blancas hacen árboles blancos pasados los árboles verdes. Bosques de nubes se deslizan por el cielo, o son hojas blancas del árbol gigante boca abajo que vemos de demasiado cerca para entenderlo.
Parece que se muevan, pero somos nosotros, en la cubierta de la tierra, que hacemos el viaje más barato y natural. No hace falta ir a un mirador a ver el paisaje porque el paisaje está arriba de la calle, entre los últimos pisos, en el panorama del cielo, con mariposas y pájaros blancos clavados con las alas abiertas, y macizos de hielo ártico que flotan y vemos desde encima, o quizás desde abajo, y entonces el espacio entre nosotros y las nubes está lleno de agua buzos con suelas de plomo, mirando hacia arriba. Y quizás no vemos placas de hielo, sobre nosotros, sino barrigas de ballena.
¿Dónde podría estar lo universal, sino en las nubes que se dejan ver por todas, que se distribuyen sin discriminar, colgadas en un móvil en el cielo? Son la geografía del techo, los Alpes y los Pirineos de allí arriba, nevados siempre. Una cordillera móvil de nubes se va poniendo entre dos picos. Las montañas se hinchan o se deshacen y rebaños de colinas pastan en la falda del cráter de un volcán que humea. Si le diéramos la vuelta al mundo, las montañas serían las nubes, o campos de margaritas que caminan sobre el agua. No sabemos si las montañas se están quietas o si están las nubes del cielo.
A veces, las nubes se descusan por debajo y arrastran una filagarsa sedosa. Otras veces, el peso de una barriga negra les hunde. Aunque a veces fondean y anclan, no hay manera de detener la inercia de la navegación sobre nosotros, los buques con las bodegas llenas de la droga que transportan y reparten. Son embriagadores y los contemplamos con los ojos en blanco, su blanco.
Ellos deciden los filtros, y donde dejarán pasar las manchas de luz que encenderán los campos entre la oscuridad que ellos mismos provocan. pero ¿a qué velocidad no deben ir para mover toda esa masa? ¿Llevan ellos el motor del viento?
Estos mismos párrafos quizás son la sombra de unas nubes que pasan por el cielo, si las hay. Parece que estén quietos, pero tienen los días contados, si lo lee impreso en papel; los minutos o los segundos, si lo lee en pantalla. Da igual, lo que importa es saber que cuando ya no estemos continuará esa guardia azarosa y evanescente.