Cicloturismo

Pirinexus: la vuelta en bici a las comarcas gerundenses en cinco días

Recorremos la ruta que cruza el Pirineo y la Costa Brava por el Gironès, la Selva, la Garrotxa, el Ripollès y el Empordà

Girona / Olot / Espinavel / Capmany / Torroella de MontgríA mediados de mayo cumplí 37 años, una fecha en la que te acercas peligrosamente a la cuarentena, y pensé que era el momento de empezarlos con un buen reto para seguir latiendo con fuerza. Hace un par de años que pedalo en bicicleta grável por Girona y tenía ganas de intentar hacer cicloturismo desde casa con todo lo que necesitas para dormir fuera. Es lo que muchos han pasado a nombrar bikepacking, aunque en mi caso quería evitar llevar la tienda y toda la comida, porque no pretendía hacer autosuficiencia. En concreto, una ruta me llamaba la atención: ¿y si daba la vuelta a las comarcas gerundenses en cinco días, moviéndome con la bicicleta una media de ocho horas? Así fue como empezó mi particular regalo de cumpleaños, en un viaje con el apoyo del Consorcio de las Vías Verdes y el Patronato de Turismo Girona-Costa Brava, que proporcionaron el alojamiento.

Años atrás había hecho a pie el Camino de Santiago hasta tres veces: el Francés, el del Norte y el tramo de Fisterra. lo acabaran de conocer. Así que la afición personal se unió a la profesional con la voluntad de crear una breve guía para descubrir los rincones de casa pedaleando.

La ruta Pirinexus, creada en primavera de 2013 con financiación europea, forma parte de los recorridos promocionados por Ecovies de Girona y hace de enlace entre las comarcas del Alt y Baix Empordà, el Gironès, la Selva, la Garrotxa y el Ripollès con el Vallespir. Es una vuelta por todos los territorios de habla catalana a ambos lados de la frontera y que une los Pirineos, que se cruzan dos veces –por el collado de Ares y por el de Panissars, en La Jonquera– con la Costa Brava. Durante el recorrido, se combinan tramos de vías verdes, como la del Carrilet o la ruta del Hierro y el Carbón, con redes de caminos rurales y carreteras con baja densidad de tráfico.

Hay quien la hace como un reto deportivo, como la Pirinexus Challenge –creada en el 2014 por Jordi Cantal y celebrada durante siete ediciones con un récord de completarla en tan sólo 12 horas–, pero en un contexto de boom del cicloturismo en Girona y cercanías, cada vez se está extendiendo más hacerla como una forma diferente de conocer poco a poco y en medio de la naturaleza el patrimonio de nuestro país.

Desde Ecovias de Girona, la nueva marca que representa el Consorcio de las Vías Verdes, señalan que se están encontrando casos de parejas o grupos -no es un eslabón recomendado para familias con hijos pequeños- que hacen el recorrido en una semana o más días. Y aprovechan para hacer paradas más largas y ramales que les permitan descubrir mejor el patrimonio cultural, natural y gastronómico. A modo de ejemplo, desde Olot, conocer los volcanes y el Hayedo de Jordán. En Sant Martí de Empúries, las ruinas griegas y romanas. O desde Cassà de la Selva, tomar la ruta termal que conduce hasta Caldes de Malavella, donde también se encuentran las ruinas romanas de los antiguos baños, y así aprovechar para explorar la comarca de la Selva.

Las dos etapas más exigentes son las que atraviesan el Ripollès y el Vallespir hasta cruzar la frontera por La Jonquera, donde el camino después del collado de Panissars es bastante técnico, con senderos empinados. Pero el resto, con una bici con rueda gruesa o eléctrica, se puede hacer muy bien chino-xano. Es el caso de Nela y Johan, una pareja de jubilados holandeses que hacen el recorrido en seis días desde Estartit, donde han dejado la autocaravana. Nos encontramos justo salir de Girona, en las dehesas de Salt. "Queríamos pedalear a España y buscamos una ruta famosa que no estuviera demasiado lejos de casa y encontramos la Pirinexus en Internet –explican con entusiasmo–. Y el recorrido parecía muy bueno: cuesta, montañas, Pirineos y una pequeña parte de Francia". Volveremos a encontrarlos al final de su camino, bien emocionados al llegar a Sant Martí d'Empúries sin haber sufrido ningún incidente.

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Viajar diferente

Una ventaja de la Pirinexus respecto a otras rutas es que se puede empezar fácilmente en tren desde Girona, donde se puede llevar la bicicleta montada en los trenes de Cercanías y Media Distancia o desmontada a la alta velocidad. Así lo han hecho Adrià y Albert, dos jóvenes de Sabadell que tenían unos días de vacaciones y ganas de pedalear. "Hay que aprovechar que tenemos unas Ecovías muy bien montadas aquí en Girona", dice Albert, que había hecho el Carrilet un par de veces, vio carteles que ponía Pirinexus y planificó la ruta a través de la web.

Desde el Consorcio de las Vías Verdes se recomienda hacer el recorrido en el sentido de las agujas del reloj para que la Tramuntana no estorbe. Puede ser un percance en el Vallespir y en el Empordà, sobre todo. Después de haber recorrido 340 kilómetros por mi tierra, resulta difícil escoger los mejores tramos del camino. Por eso les invito a descubrirlos.

Etapa 1

Siguiendo el antiguo Carrilet entre el Ter y volcanes

El antiguo trazado de la vía de tren que unía hasta 1969 Sant Feliu de Guíxols con Girona y Olot es hoy en día un paraíso para los ciclistas. Pero sobre todo para los vecinos de las zonas, que son los que disfrutan más deesta vía verde creada la década de los 90. A pesar del aumento del cicloturismo, un 92% de las personas que las utilizan son residentes y de éstos, un 71% se mueven a pie, según el último estudio encargado por el Consorci. Lo constatamos cuando cruzamos zonas sobre todo junto a poblaciones como Salt, Bescanó, Inglés, la Cellera, Amer y Les Planes d'Hostoles.

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Desde Girona, el recorrido sigue el Ter hasta el Pasteral, y después el Brugent hasta llegar al collado de Bas, el punto más alto de este primer tramo de la Pirinexus (589 metros sobre el mar), y finalmente el valle del Fluvià. En el Carrilet es por donde aprendí a ir en bici de pequeña, mientras me concentraba para no caer en las acequias llenas de ortigas que emanaban de la acequia Monar. Ahora las huertas de Santa Eugenia y Salt viven un intento de recuperación después de años de abandono y vertidos ilegales. Pero al mismo tiempo se topan con las dificultades de acceso al agua del Ter. Los canales acompañan el paso del Carrilet con compuertas de arquitectura noucentista de gran valor histórico.

Pasada la toma del Pasteral y la primera subida que nos hará perder el aliento –anecdótica si pensamos en el Coll d'Ares o el de Panissars que vendrán después–, llegamos a Amer, donde nos espera su monasterio milenario. Para llegar es necesario desviarse. Lo mismo ocurrirá con la mayoría de puntos de interés de la ruta, que recomiendo que se planifique. El Carrilet vuelve a desviarse llegando a las Planes de Hostoles, pero nosotros hacemos parada en Orígens, una escuela de bioconstrucción que se ha convertido en referente en la formación y recuperación de técnicas como la piedra seca, los revestimientos naturales con cal o la construcción con paja. Su patio, en la antigua guardería de Les Planes, es un ejemplo de la eficacia de volver a trabajar con materiales naturales.

En medio de taludes de gran verdor por donde antes pasaban las vías, y con el chapoteo de la multitud de pozas del Brugent –donde el verano se debe reservar entrada–, llegamos a Sant Feliu de Pallerols. Ya sólo queda la subida hasta el collado de Bas para adentrarnos en la tierra de volcanes. Quien quiera entablarse, en las Presas está el Quince Huevos. Para comidas más frugales, existe la opción muy interesante del Forn de la Fogaina. La entrada a Olot, la guinda del pastel a través del Parque de la Piedra Tosca y el Estadio de Atletismo, un regalo magistral de paisajismo de RCR Arquitectos en su ciudad.

Etapa 2

Por la ruta del Hierro y el Carbón hasta un refugio

Aunque yo quiera buscarle similitudes, el Camino de Santiago y Pirinexus no son lo mismo. No hay una oferta constantes de albergues donde dormir y es necesaria una logística previa para buscar alojamientos preparados para bicicletas o bien cargar la tienda para ir de camping. Esta segunda etapa salimos del Hotel La Perla de Olot. Y antes de cruzar la frontera por el collado de Ares, haremos noche en el refugio de Espinavell, nacido el mismo año que la Pirinexus (2013) gracias al tesón y entusiasmo de una periodista inquieta que dejó Barcelona hace dos décadas para instalarse en un pueblo de 35 habitantes al final del valle de Camprod.

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Entre estos dos puntos nos aguardan los primeros puertos de montaña. Nada más salir de Olot, una carretera secundaria serpentea hasta el collado de Coubet, entre la Garrotxa y el Ripollès. Y entre hayedos espectaculares llegaremos al collado de Santigosa. Estamos en mayo y tenemos la gran suerte que es el primer día en semanas que no llueve en la comarca y un solo reparador nos acompaña durante todo el camino hasta Sant Joan de les Abadesses, donde de nuevo es necesario desviarse por visitar el monasterio milenario. En el ábside se encuentra el Descendimiento, más conocido como el Santísimo Misterio, cortado en 1250 y el único románico que se ha conservado de forma íntegra. Tampoco puede saltarse el Pont Vell y el Gorg de la Malatosca, cuando la ruta del Hierro y el Carbón procedente de Ripoll se desvía en dirección a Ogassa.

Como en la salida de Girona hasta el Pasteral, el Ter vuelve a ser el protagonista de la ruta mientras cruzamos campos, presas, colonias y antiguas vías para vagonetas que nos recuerdan a todo el pasado fabril y minero de la zona. Cerca de Sant Pau de Segúries, pasamos por la entrada de Mas la Sala, donde un grupo de jóvenes han impulsado una cooperativa de regeneración de la tierra y la reapertura de la Lluerna, la única tienda que sólo vende libros en Ripoll. Y Camprodon nos saluda con su puente de postal. El camino comienza a subir en dirección a la frontera por el collado de Ares. Molló da una tregua para descansar sobre el césped de la iglesia románica de Santa Cecília, con un cerrojo espectacular. Pero para llegar hay que hacer un último esfuerzo, así como en Espinavell, donde Martínez nos espera en el refugio con unas costillas de potro –la carne que ha recuperado durante años desde el restaurante Can Jordi, que acaba de cerrar– para chuparse los dedos.

¿Qué es necesario llevar para tenerlo todo sobre la bici?

Viajar ligero implica cierta preparación y previsión, pero una vez se tiene todo listo se traduce en una satisfacción muy compensatoria. A efectos prácticos, hace falta muy poco para disfrutar de la ruta. Después de cinco días de Pirinexus, puedo decir que usé todo lo que había puesto en las bolsas de bikepacking . En mi caso, no hice la ruta con alforjas para llevar una bicicleta más ligera. Llevaba una bolsa de manillar de tres litros, una de cuadro de un litro de capacidad para el móvil, batería y cámara digital y una del sillín de otros diez litros. Es decir, en catorce litros (menos que una mochila convencional) es suficiente para estar cinco días fuera a finales de primavera, verano y principios de otoño si duermes en hostales u hoteles y manjares de camino en bares, restaurantes o supermercados.

De agua, un solo bidón de 750 ml de capacidad y otro donde llevaba las herramientas en caso de pinchazos u otros problemas mecánicos, que por suerte no sufrí ninguna. En cuanto a la ropa, con dos culotes, dos maillots, unas mallas para descansar y una camiseta es suficiente. También una toalla y un bañador para cuando se llega al mar. Sí es imprescindible un buen impermeable, una térmica y tres pares de calcetines por si la lluvia nos engancha a media ruta. En cuanto a calzado, unas chancletas y los zapatos con calas sobre la bici.

Así que el mayor peso que llevaba encima era el material técnico para grabar, una libreta, dos móviles para seguir el trazo y tomar fotos y una buena batería externa para no quedarse sin energía durante el camino. En cuanto al neceser, puse lo mínimo imprescindible, además del cepillo de dientes, un jabón y desodorante, una pastilla para lavar la ropa durante la ruta, vaselina, crema solar de cara y labios y en mi caso un esencial en el botiquín para los herpes labiales. Cuando da el sol hay que vigilar sobre todo de no deshidratarse y la cara es la primera en sufrir.

Etapa 3

Atravesar dos veces los Pirineos en un solo día

A los pies del Costabona, Espinavell es un pueblo estratégicamente colocado para aprovechar la máxima luz en días de invierno. Cada 13 de octubre, la montaña se transforma por la elección de mulados, cuando cientos de cabezas de ganado bajan hasta la feria. Fue un día como éste de hace 21 años que Eva Martínez decidió comprar su casa. Cuando la crisis económica todavía colaba, y había poco trabajo en el restaurante, miró por la ventana hasta el edificio de Els Estudis. "Pensé que aquí en las escuelas debería hacerse algo –rememora–. Y hace ya doce años que gestiono el refugio". Después de una noche bajo el calor de las historias y proyectos de Martínez, nos adentramos en la etapa más larga: cruzaremos los Pirineos dos veces en un solo día y también todo el Vallespir.

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Por delante tenemos la subida final en el collado de Ares. El sol primaveral contrasta con los recuerdos de la retirada a principios de 1939, cuando miles de mujeres, hombres y niños cruzaron las montañas huyendo de la represión fascista. Un monumento en francés y diferentes placas gastadas por el tiempo lo recuerdan, acompañados de una pancarta que anima a la unión del campesinado del sur y del norte de Cataluña. Entramos en Francia, pero nos sigue hermanando la lengua. La larga bajada por carretera hasta Prats de Molló es un regalo tempranero. El Canigó todavía luce nevado y al final de las curvas nos aguarda el viernes de mercado.

Es aquí desde donde Francesc Macià en 1926 intentó invadir la Cataluña entonces bajo la dictadura de Primo de Rivera. También desde dónde salían de noche muchos maquis que nada tenían que envidiar a Kilian Jornet haciendo incursiones corriente en la España franquista. Prats de Molló está situado junto al río Tec, que nos acompañará buena parte de la ruta hasta el Boló, cuando ya nos desviamos para cruzar de nuevo la frontera.

Ceret: la meca del cubismo

Por la Catalunya del Nord al principio toca comerse mucha carretera, pero como es todo bajada, ya hace buen hacer. Es a partir de Arles del Tec que seguimos una antigua vía de tren muy bien adecuada que ya nos acompañará hasta enlazar con el Eurovélo 8. Por el camino, hay que desviarse sí o sí a Ceret, ciudad de la cereza y meca del cubismo, antes de cruzar el puente del Diablo (s. XIV), el mayor medieval que se ha hecho de un solo arco. En el paseo delante del Museo de Arte Moderno cabe imaginar cómo a principios del siglo XX desfilaron artistas como Pablo Picasso o Georges Braque.

Salir de Ceret en bici en mayo es un espectáculo por todos los cerezos cargados de fruta. Ahora comienza la parte más dura una vez llegados al Boló y Morellàs y las Islas entre viñedos: la preciosa subida al collado de Panissars, con vistas al Castell de Bellaguarda, que puede estar cerrada por riesgo de incendio en verano. Cruzar la frontera se hace pesado una vez pasamos las ruinas del priorato a orillas del Pertús.Empiezan seis kilómetros de firme en mal estado. La dificultad para hacer este tramo depende de la bici que se utilice y el estado de forma del ciclista. tendría que llegar a través de un programa europeo si es aceptada la candidatura. Museo Memorial del Exilio, esta vez sí, por el centro del pueblo. Quedará salir de la zona comercial para, de repente, entrar en el paisaje megalítico de Capmany, a los pies de la Albera. Entramos en el Empordà y los viñedos nos saludan.

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Etapa 4

Empordà en estado puro: viñedos, marismas y Mediterráneo

En Capmany viven 700 personas, pero hay hasta nueve bodegas de vino. Lo puntualizan orgullosos el alcalde, Joan Fuentes (Juntos), y el concejal de Cultura, Pep Pallarols. Nos han venido a encontrar mientras cenábamos en la plaza del Fort una noche de música en directo. Nos explican que donde nos alojamos, en Can Xicu, era la antigua casa de los señores de Capmany, ahora reconvertida en un acogedor hostal rural con tres habitaciones dobles con el sello bikefriendly.

El pueblo ha traducido el orgullo de tener la bodega cooperativa más antigua del Empordà, que data de 1916, "en un símbolo del pasado lejano que quiere ser una proyección hacia el futuro, un turismo en torno al vino", explica Pallarols. Esto ocurre en Parral y en el Museo Vivent de Capmany, con una referencia clara a la tramontana que da forma a la Albera ya una mata mediterránea de aromáticas únicas, como defiende el actor y perfumista Ernesto Collado desde Mas Flaquer a Cantallops.

Sin querer, se nos ha hecho mediodía hablando de viña. Y empezamos la ruta por la llanura ampurdanesa a pleno sol. Hoy es fácil, con un desnivel mínimo, pero el viento nos va a jugar a la contra un buen rato. Peralada nos da la bienvenida con el Castillo y la bodega diseñada también por RCR Arquitectos, premio Pritzker 2017, que se integra con el paisaje aprovechando un desnivel de diez metros. el Ecomuseo-Farinera, y que tiene enamorado al músico, compositor y director de orquesta Marc Timón, que vive a caballo de su cuna y Los Ángeles, donde dice tener una "extraña sensación de Empordà".

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La vuelta a los humedales

Hoy pisaremos muy poco asfalto. Entre campos y acequias damos la vuelta al Parque Natural de los Aiguamolls del Empordà hasta llegar a Sant Pere Pescador. Es quizás uno de los pueblos que el turismo ha tocado menos el casco histórico. En agosto y septiembre, las bicicletas inundan las calles. Es por un motivo muy diferente al cicloturismo: son el medio de transporte de cientos de temporeros que se instalan en él para cosechar manzanas.

Ya queda muy poco por tocar el Mediterráneo. Después de cruzar el Fluvià y bordearlo llegamos a Armentera. Antes de tocar las ruinas de Sant Martí de Empúries y poner los pies en la playa, pasamos por Cinc Claus, una pequeña aldea en medio de campos que era de especial aprecio para Caterina Albert, la escritora superventas de L'Escala conocida con el seudónimo de Víctor Català.

Cuando ves, aromas y tocas el mar piensas que hace sólo un día estabas a más de 1.500 metros de altura con vistas al Canigó nevado y un tec helado. Seguiremos volteando la costa pero sin entrar en L'Escala y hasta llegar a la falda del Montgrí por pueblos de postal. la cafetería Rustik nos recuerda que ya estamos en tierra de devoción de los cicoturistas. Y Ullà nos abre sus puertas en el Baix Empordà. Hacemos noche en el Molí del Mig, un molino del siglo XVI junto al Ter rehabilitado. Estamos en Torroella de Montgrí, que con una increíble efervescencia cultural es el pueblo ampurdanés con récord de ventas de entradas para actos y museos.

Etapa 5

Día de playa para celebrar el fin de ruta

A pesar de hacer la ruta en cinco días, tengo que reconocer que queda tiempo en el recreo una vez acabas de pedalear. Si haces turismo mientras te mueves, el tiempo pasa muy rápido. Hay muchísimos puntos de interés. Acabamos esta Pirinexus yendo a encontrar el tramo final del Carrilet en Sant Feliu de Guíxols para volver a Girona. Pero por el camino aprovecharemos las vías férreas también abiertas durante la época de esplendor del corcho, cuando este aislante natural construyó hace ya más de un siglo una nueva civilización en el Empordà.

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Cruzamos el Ter antes de que llegue a la Garganta junto al Estartit y empieza la cata de pueblos bucólicos. Gualta, Fontanilles, Fontclara –al lado de Palau Sator– y Sant Feliu de Boada. El olor de los jazmines inunda las calles. Nos quedamos boquiabiertas frente a la fachada de una casa completamente cubierta de flores. Es Can Cisterna, donde vive Pilar Ribot, que muestra orgullosa cómo con poco más de una década la planta ha crecido así de ufana.

Palafrugell está muy cerca y habrá que volver a desviarnos de la ruta para llegar al recinto fabril de Can Mario, con el Museo del Corcho, la Fundación Vila-Casas y la inconfundible antigua torre del agua, desde donde se divisan todas las Gavarres. El recorrido de hoy, de hecho, no es más que una vuelta a este macizo. Si decidimos seguir por el derecho, cerca de la ruta Pirinexus encontramos la Gran Fondo Community. Se trata de un gran complejo orientado al ciclista tanto amateur como profesional que combina un gimnasio con tienda, taller y también una cafetería.

Paseos marítimos sin carril bici

Pasado Palafrugell, enseguida ya estaremos en Palamós. Pero a pesar de estar de nuevo a orillas del mar, habrá que salir de la ruta para encontrarlo o bien en algunos momentos bajar de la bici. Palamós está reformando el paseo para que en un futuro sí puedan pasar bicicletas, en Sant Antoni sí hay un espacio reservado, pero donde están totalmente prohibidas es en Platja d'Aro, donde hay que bajar e ir a pie. De hecho, el proyecto de reforma de todo el paseo mantiene su intención de mantener esta prohibición en un futuro.

La Pirinexus está pensada para llegar a Sant Feliu de Guíxols, pero nos dispensará que cogiéramos el atajo hasta Castell d'Aro y Santa Cristina, buenos puntos para parar a descansar. Justo antes de la Subida del Alou hasta Llagostera, encontramos el apeadero del Carrilet del Paraje de Bell Lloc. Un espacio de encuentro cuando el tren funcionaba. Ya arriba, Llagostera saluda antes de Cassà de la Selva, con la reivindicación de su pasado taper y la tarea incansable por la memoria de la editorial Gavarres, Llambillas y Cuarto. Aquí haremos una última parada a cinco kilómetros de Girona a Ceràmiques Marcó. Jaume Marcó y Pilar Alsina son herederos de lo que defienden como "el obrador artesano más antiguo del Mediterráneo", con más de 500 años de historias. Con orgullo enseñan los moldes y esbozos de Rafael Masó, de cuando el taller se convirtió en el espacio de encuentro de los artistas novecentistas de más renombre. Hoy en día combinan historia con vanguardismo, fabricando los platos que utilizarán restaurantes con estrellas Michelin de EEUU.

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Es el colofón a un viaje espectacular junto a casa. El puente de piedra y las casas de colores del Onyar nos reciben después de 350 kilómetros que son la vuelta a una gran diversidad de paisajes, cultura, gastronomía e historia.