Asia

India y Pakistán, dos potencias nucleares, al borde de la guerra

El ejército paquistaní inspecciona uno de los lugares del ataque indio en la madrugada del miércoles 7 de mayo.
07/05/2025
3 min

Un nuevo episodio de violencia en la disputada región del Cachemira ha vuelto a encender las alarmas en el sur de Asia. El atentado contra un grupo de peregrinos hindúes, que dejó 26 muertos, ha intensificado una vez más la ya tensa relación entre India y Pakistán, dos vecinos que comparten historia, fronteras y arsenales nucleares listos para ser activados. La preocupación se extiende más allá de la región.

Aunque los enfrentamientos en Cachemira son cíclicos, reflejo de una historia cargada de desconfianzas desde la partición de 1947, el contexto actual parece distinto No sólo por la magnitud del ataque, sino por los movimientos que se registran a ambos lados de la frontera, donde los ejércitos ajustan posiciones y los discursos oficiales ganan tono marcial. Todo ello ha despertado temores de una escalada militar.

Según datos del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, con sede en Londres, India dispone de 1,4 millones de efectivos activos en las fuerzas armadas. De éstos, más de 1,2 millones pertenecen al ejército, lo que supone una capacidad terrestre significativamente superior a la del país vecino. Pakistán, en comparación, cuenta con unos 700.000 soldados, de los que 560.000 integran las filas del ejército. Esta diferencia no es menor cuando se observa el potencial de despliegue frente a un eventual conflicto prolongado.

La relación se repite en el ámbito de la artillería, con 9.743 piezas en manos indias frente a 4.619 del lado paquistaní. Si el escenario se traslada al aire, la superioridad de la India sigue presente. Su flota suma 730 aeronaves de combate, frente a las 452 con las que cuenta Pakistán.

Sin embargo, el punto de mayor inquietud sigue siendo el equilibrio nuclear. India tiene 172 cabezas nucleares, y Pakistán le sigue muy de cerca con 170. Ambos países han desarrollado misiles de alcance variable y sistemas de lanzamiento sofisticados, capaces de impactar centros urbanos y objetivos militares del enemigo en cuestión de minutos. Esta paridad nuclear crea un inestable equilibrio en el que la amenaza de destrucción mutua actúa como disuasorio, pero también convierte cualquier error o cálculo mal hecho en una catástrofe potencial.

India ha adoptado oficialmente una política de "no primer uso" de sus armas nucleares, pero mantiene la ambigüedad estratégica suficiente para disuadir a sus adversarios. Pakistán, en cambio, se niega a asumir ese compromiso. Su doctrina militar contempla explícitamente el uso de armas nucleares en respuesta a una agresión convencional abrumadora, lo que convierte a cualquier escalada en un escenario de alto riesgo.

Un momento delicado

El ataque a Cachemira llega en un momento delicado. El primer ministro indio, Narendra Modi, ha hecho de la seguridad nacional una de las banderas del gobierno. Con elecciones en el horizonte, las presiones internas empujan al gobierno a mostrar determinación. Ya en el 2019, tras un atentado en Pulwama, Modi ordenó ataques aéreos contra territorio paquistaní, lo que provocó una breve pero intensa confrontación entre ambas fuerzas aéreas. Hoy, muchos temen que se repita una situación similar, con un margen aún más estrecho para contener las hostilidades.

Pakistán, sumido en una crisis económica y en una política interna volátil, también enfrenta presión para mostrar fuerza. En este contexto, cualquier señal de debilidad frente a India puede traducirse en costes internos considerables. El ejército paquistaní, actor clave en la vida política del país, no suele ceder ante provocaciones sin responder, y un silencio prolongado puede ser interpretado como debilidad, tanto dentro como fuera de sus fronteras.

Las grandes potencias, incluida China, que mantiene estrechos lazos con Pakistán, y Estados Unidos, que han reforzado sus relaciones con la India, observan con creciente preocupación. La comunidad internacional recuerda que, en múltiples ocasiones, hizo falta una intervención diplomática urgente para evitar que el conflicto atravesara todas las líneas rojas.

Aunque en el 2019 se evitó por poco una guerra abierta, hoy, con nuevas víctimas civiles en el epicentro del conflicto y un contexto regional aún más polarizado, la situación es extremadamente volátil.

Cachemira no es sólo un territorio en disputa, sino un símbolo político, religioso y estratégico para ambas naciones. Cada atentado, represalia o movimiento militar comporta una carga histórica que va más allá del hecho en sí.

Ahora, con dos potencias nucleares cara a cara y las heridas de Cachemira de nuevo expuestas, el riesgo de un fatal fallo nunca ha sido tan alto. La guerra no ha estallado todavía, pero el peligro de una escalada es más real que nunca.

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