Biden defiende un plan de gasto social recortado a la mitad

El presidente de los EE.UU. viaja al G-20 y la COP26 sin la certeza total de haber resuelto las urgencias en política doméstica

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El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden

WashingtonA Joe Biden la presidencia de los Estados Unidos le está dando muchos quebraderos de cabeza, muchos más de los que esperaba. Con las dos cámaras del Congreso bajo control demócrata, esperaba que todos sus planes y proyectos pudieran salir adelante, pero la realidad es más terca y no le está poniendo las cosas fáciles.

El paquete de gasto social que ha presentado este jueves es un ejemplo evidente de ello. Las presiones del alma más moderada del partido lo han obligado a recortar a la mitad la inversión que quería, de los 3,5 billones de dólares a los 1,75 billones de dólares. La negativa de dos senadores demócratas centristas lo ha forzado a desistir de promesas electorales capitales como, por ejemplo, el impulso para que los Estados Unidos dejen de ser el único país de la OCDE sin baja maternal y paternal pagada.

"Nadie ha conseguido todo lo que quería, y me incluyo", ha confesado desde la Casa Blanca, desde donde ha intentado hacer presión para convencer a los legisladores demócratas para que apoyen una propuesta que considera de máximos, y que es el fruto de horas y días de negociación para superar todas las trabas y obstáculos que se ha encontrado por el camino para intentar contentar a todo el mundo y hacer gala del "consenso" y la "unidad" que tanto pregona el presidente.

No todo son malas noticias para Biden. El proyecto, considerado la inversión en el tejido de bienestar social más importante del último medio siglo, supone una inyección histórica a la lucha contra la crisis climática y en favor de las energías verdes, además de proponer mejoras en temas de salud pública y, especialmente, de educación infantil.

"Tenemos un acuerdo económico histórico. Es una propuesta que creará millones de puestos de trabajo, hará crecer la economía, invertirá en nuestra nación, y nuestra gente podrá convertir la crisis climática en una oportunidad", dijo Biden.

Reticencias de los progresistas

Las ideas que han tenido que quedar fuera son demasiado relevantes para decir que todo está totalmente ligado. Los sectores más progresistas del Partido Demócrata no quieren hablar todavía de acuerdo: aceptar todas las concesiones impuestas por el sector más moderado no es cosa fácil, y no darán el sí definitivo hasta que tengan el texto completo de la propuesta y hayan leído toda la letra pequeña.

De hecho, el enroque progresista deja en entredicho la aprobación final de uno de los otros pilares del que tendría que ser el legado de Biden: el plan de infraestructuras de más de un billón de dólares que todavía se tiene que votar en la Cámara de Representantes.

Los progresistas han ligado la aprobación de un paquete al otro, y ante las minorías mínimas en las dos cámaras, todo el partido tiene que ir a la par para poder sacar adelante el programa reformador.

A pesar de las dudas que todavía hay, ,lo más probable es que, tarde o temprano, se llegue a buen puerto. Básicamente porque sin ninguna de estas dos propuestas aprobadas, promesas electorales fundamentales de Biden para llegar a la Casa Blanca, el mal a los demócratas puede ser espectacular.

"Creo que no es una hipérbole si digo que las mayorías en la Cámara de Representantes y en el Senado, y mi presidencia, estarán determinadas por todo lo que pase la próxima semana", habría dicho Biden a los congresistas de su partido, en un encuentro a puerta cerrada.

Próximo objetivo: arreglar la tensión con Macron

Como mínimo, Biden da la cara antes de aterrizar en Europa para participar en la cumbre del G-20 en Roma y la conferencia del clima COP26 en Glasgow. El presidente norteamericano tenía entre ceja y ceja que para tener una voz líder en estos encuentros tenía que tener pruebas tangibles de que los Estados Unidos están haciendo su trabajo.

La presentación de la propuesta lo ayuda a calmar los ánimos en política doméstica, demasiado centrada en los últimos días en las luchas internas dentro del partido para sacar adelante el paquete de gasto social. Con el tema aparcado, ahora ya puede centrarse algo más en uno de los grandes objetivos de su viaje a Europa: arreglar de nuevo la relación con los socios europeos, que él mismo se ha encargado de torpedinar con decisiones cuestionables como la salida de Afganistán y, especialmente, el pacto militar con Australia que puso contra las cuerdas las relaciones diplomáticas con Francia.

No es casualidad, pues, que uno de los primeros encuentros que tendrá en Roma, donde aterrizará este viernes de madrugada, será con el presidente francés, Emmanuel Macron, punto álgido de una estrategia intensísima de la Casa Blanca para rehacer el eje Washington-París y que tendrá la prueba del nueve este viernes.

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