Estados Unidos

La campaña de Trump para el Nobel de la Paz

El presidente no sólo utiliza la diplomacia como escaparate, sino que también la emplea para presionar al comité

WashingtonDonald Trump convirtió las cumbres de Alaska y Washington en un gran escaparate sobre las razones por las que debería darse el premio Nobel de la Paz. El presidente estadounidense se lamentaba frente a Volodímir Zelenski y de los líderes europeos de las muertes en la frente y remarcaba sus prisas por poner "fin a los asesinatos", aunque ya no ve necesario el alto el fuego como paso preliminar para el acuerdo de paz. Trump utilizaba a los mandatarios extranjeros de pantalla para dirigirse al comité noruego del Nobel. Y por si no era obvio, puntualizaba: "Hemos puesto fin a seis guerras, y eso sin tener en cuenta que hemos aniquilado las futuras capacidades nucleares de Irán". Al día siguiente, la secretaria de prensa, Karoline Leavitt, aumentaba el número a "siete guerras".

El presidente estadounidense nunca ha escondido su anhelo por conseguir el galardón. El hombre que ha llevado al país por el camino de la polarización y que instigó el asalto al Capitolio, dijo, durante su discurso de investidura, que quiere ser recordado como un "pacificador". "El legado del que estaré más orgulloso será el de ser un pacificador y unificador", afirmaba en enero. Un mes después, frustrado por seguir enfangado en la guerra en Gaza y Ucrania, remugaba que: "Nunca me darán el premio Nobel de la paz. Me lo merezco, pero nunca me lo darán". El republicano, que se ha puesto de perfil ante el genocidio de Israel contra el pueblo palestino y que regala tiempo a Putin para que avance en la invasión, considera que no está haciendo lo suficiente como pacificador.

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En su campaña para conseguir el Nobel, Trump decía el martes a la cadena Fox que busca la paz con motivaciones espirituales: "¿Sabes? Si puedo salvar a 7.000 personas por semana de ser asesinadas, creo que es bueno. Quiero intentar ir al cielo, si es posible. Siento que no lo estoy haciendo bien. He sentido.

Incapaz de colgarse el mérito de resolver los dos grandes conflictos del momento, en Gaza y Ucrania, Trump ha empezado a intentar sumar puntos por otras bandas. El precursor delAmerica first se ha involucrado en conflictos de países lejanos que interesan poco al contribuyente estadounidense y que no prometen ser un reclamo de campaña de cara a las elecciones de medio mandato. Trump se ha lavado las manos con Ucrania y la OTAN diciendo que hay un "océano de por medio" y que es un problema de Europa, pero parece que el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán, al sur del Cáucaso, no le queda tan lejos. Tampoco el de Ruanda y Congo.

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"Seis guerras"

El conflicto Nagorno Karabaj es una de las "seis guerras" que Trump presumía el lunes de haber cerrado. Aunque la cifra es más bien un gran eufemismo y confirma una de las grandes preocupaciones sobre las aspiraciones pacificadoras del mandatario: ¿hasta qué punto será capaz de establecer paces duraderas y no parches temporales? El compromiso que firmaron Armenia y Azerbaiyán el pasado 8 de agosto en la Casa Blanca queda lejos de ser un tratado de paz formal con obligaciones jurídicas. Uno de los grandes escollos sobre el compromiso es que el acuerdo primero requiere que Armenia revise su Constitución. El plan de paz de Trump también recae en la construcción de una carretera —bautizada como Ruta Trump para la Paz y la Prosperidad Internacional— que conectaría Azerbaiyán con Naxçivan, un enclave en el sur de Armenia.

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El bombardeo de las instalaciones nucleares en Irán, con el subsiguiente alto el fuego con Israel en junio, y la tregua de 60 días en Gaza pactada a principios de año también formarían parte del recuento. El régimen de los ayatolás quedó debilitado tras el ataque, pero no es un punto final. En el caso de Palestina, justo el miércoles Israel iniciaba la invasión terrestre de Ciudad de Gaza después de aplicarle un asedio de hambre. La tregua inicial de enero se rompió después de que Tel-Aviv siguiera bombardeando la Franja y que Hamás contestara a los ataques dejando de liberar a los rehenes del 7 de octubre.

Trump también se proclama artífice de haber puesto fin a tres décadas de guerra entre la República Democrática del Congo y Ruanda. En junio, Washington anuncia el fin de las hostilidades. Según el presidente, ambas partes dejaron las armas tras prometer que compañías mineras estadounidenses invertirían en la región del Kivu, en el este del país, invadida por los rebeldes del M23 —que tenían apoyo ruandés—. Quien está a cargo de asegurar el acuerdo sobre los minerales con la República Democrática del Congo es Massad Boulos que, además de ser el asesor principal de la Casa Blanca para África, es también el suegro de la hija pequeña del mandatario, Tiffany Trump.

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En la lista de la Casa Blanca también se incluye el alto el fuego acordado entre Camboya y Tailandia después de cinco días de combates. Trump volvió a aplicar la óptica de los negocios y amenazó a ambos países con congelar los acuerdos comerciales si no se sentaban a negociar. El presidente también recupera dos mediaciones de su primer mandato: la disputa diplomática entre Egipto y Etiopía, que oficialmente no se considera una guerra, y las tensiones entre Serbia y Kosovo, que firmaron un acuerdo económico con la mediación de Estados Unidos en el 2020.

La nominación de Netanyahu

Trump también contabiliza las mediaciones en la escalada de tensión entre Pakistán e India el pasado mes de mayo como un conflicto sellado. Mientras Islamabad ha atribuido el mérito al republicano, Nueva Delhi lo ha rebajado. El deseo del presidente por conseguir el Nobel también se ha convertido en una especie de herramienta diplomática para quien quiere festejar a Washington. Mientras que la relación con el indio Narendra Modi no pasa por el mejor momento, Pakistán ha aprovechado para acercarse al republicano y, a raíz de la mediación, le nombró para el Nobel de la Paz.

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El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, tomó nota y repitió la misma jugada en una de las últimas visitas a la Casa Blanca. Agradecido por la carta blanca de Trump a sus planes de limpieza étnica y al bombardeo de Fordow, le hacía saber que le había propuesto para el Nobel de la Paz. Camboya también ha nominado al mandatario.

Más allá del despliegue público, Trump también ha empleado la diplomacia para avanzar trabajo por detrás. El diario noruego Dagens Næringsliv ha publicado que Trump llamó en julio al ministro de Finanzas noruego, Jens Stoltenberg, para hablar de los aranceles y también del Nobel. Poco después, Stoltenberg, confirmaba la llamada a Politico.

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Conseguir el Nobel de la Paz sería una validación de su lema "Peace through strength" [paz por la fuerza] y, en cierto modo, de su tergiversación de los conceptos. Trump ha llenado su vocabulario de oxímorones con los que modela la realidad a su antojo: es lo que hizo con el indulto de los asaltantes en el Capitolio o lo que está haciendo ahora con la militarización de Washington.