La guerra en Ucrania también está presente en nuestra vida cotidiana. Desde el primer día de la invasión, nuestros móviles se llenaron de información de un conflicto que, esta vez sí, nos estaba cercano. Tantas novedades y tanto movimiento, también en las imágenes que nos llegaban, no permitía que paráramos a reflexionar en todo lo que esta guerra significa. La fotografía también nos permite detenernos. Tragar todo aquello que la ferocidad de TikTok no permite que digerimos. Sin música épica o explosiones en muchos decibelios por encima de los recomendables. Sin estridencias. En dos años de guerra, las fotos nos enseñan la dureza de los combates, pero también la vida de un pueblo que ha aprendido a convivir con la muerte y la batalla. Un silencio sórdido cotidiano en la retaguardia y una rutina en la frente que ni las bombas, ni los disparos ni las muertes parecen romper. Son las cicatrices de una guerra que se libra en Europa.