¿Qué dicen los gestos de Trump? Radiografía del lenguaje corporal

El presidente electo de Estados Unidos tiene una serie de movimientos y expresiones habituales que le definen y lo descifran

Basta con echar un vistazo retrospectivo del poder para darse cuenta de que ningún líder ha conseguido pasar a la posteridad sin una imagen que lo identifique y lo diferencie del resto. Una certeza visual que un especialista del marketing y el espectáculo como es Donald Trump conoce y practica. Cualquiera puede reconocer al instante el magnate republicano por la silueta de su pelo teñido de amarillo, el color de Cheetos del rostro –su color de piel natural lo podemos descubrir a donde llegan los márgenes del autobronceador–, su uniforme con los colores de la bandera –traje azul, camisa blanca y corbata roja– o el gorro rojo MAGA (Make America great again) –con la que permite que sus seguidores crean que se parecen a él–. Pero Trump no sólo se ha preocupado de ser reconocido por sus rasgos estéticos, también por sus gestos.

Hace unas semanas, durante un mitin de apoyo a Kamala Harris, Barack Obama quiso mofarse de su adversario intentando reproducir su típico gesto del acordeón. Enseñando las palmas de la mano –sinceridad, nada que esconder–, el republicano amplía y reduce la distancia de sus manos. Y aunque el gesto sea carne de mems, con este baile de manos revela que su verdad –palmas abiertas– es maleable, adaptable a la medida que le interese.

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Si en su anterior campaña no paraba de repetir un símbolo tan yanqui como es elok con la mano, enseñando los pulgares o formando una o con el índice y el pulgar y levantando el resto de dedos –gesto del que se han apoderado los supremacistas blancos–, en esta campaña lo hemos visto con el puño en alto lucha– Adoctrinado por su padre en la creencia de que cualquier muestra de vulnerabilidad es una prueba de debilidad y rendición, es lógico que eligiera ese mismo gesto de fuerza para responder visualmente después de sufrir el atentado.

El atentado contra Trump

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Trump saca pecho y levanta la barbilla. No es sólo una demostración de orgullo, también una posición de defensa o de desafío –"¿Quién se atreve conmigo?"–. Dentro de esa masculinidad frágil, su manía con las distancias y con las barreras visuales describe a la perfección el personaje y muchas de sus políticas, concretamente las de inmigración. Sea sobre una mesa de reuniones o sobre un escenario, Trump se encarga de conquistar el espacio personal de los demás y delimitar con muros –su cuerpo u objetos– el nuevo orden impuesto por él mismo. Aunque por educación sólo se permite señalar lugares u objetos, Trump se harta de apuntar con el dedo a las personas.

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No sólo se trata de otra estrategia más para alargar su presencia escénica –dominio territorial–, también explicita su poder para destacarte, acusarte o recriminarte. Y es que más de la mitad del lenguaje corporal de Donald Trump se concentra en sus manos. No es extraño tampoco que se apresurara a desmentir que las tiene pequeñas…

Trump cocina en un McDonald's

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Encajadas estudiadas

Más que estudiadas y analizadas han sido sus apretones de manos con diferentes mandatarios, que él plantea como demostraciones de fuerza. E incluso en un ejercicio tan sencillo de diplomacia occidental como es un saludo, Trump no juega limpio y hace trampas. Primero extiende la palma de la mano hacia arriba –súplica– y cuando el interlocutor se confía y cae en la trampa, da la vuelta a la muñeca y queda él en la posición dominante –palma mirando hacia abajo–. A continuación, aprovecha para hacer el estirón –llevarte hacia su terreno.

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Si bien sus expresiones faciales suelen trasladar mensajes de odio, frustración e ira, en esta campaña se le ha visto bastante contenido. Quizá simplemente porque la energía a sus 78 años puede empezar a menguar o porque la filosofía de su jefe de campaña, Susie Wiles, es la de “no perder la sonrisa ni cuando estés matando”.

Trump: "Será la época dorada de Estados Unidos"

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Otro de sus gestos más reconocidos es poner morritos. Y no para salir en una selfie, sino cuando siente algo que le afecta emocionalmente o le hiere el ego –la reacción para protegerse o autocalmarse es succionar como cuando era un bebé–. También repite la misma práctica siempre que intenta acercarse a Melania, su esposa. La falta de complicidad –sincronía– afectiva explícita con su esposa –la pareja siempre duda si darse un abrazo, un beso en los labios, acercar sólo las mejillas o agarrarse de la mano– también delata la incomodidad del matrimonio y cuál tipos de relación mantienen.

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Con todo, gestualmente, cabe decir que el nuevo presidente electo de Estados Unidos es del todo transparente. En su caso, además, las apariencias no engañan.