Harris sonríe, Trump aprieta la mandíbula y habrá partido hasta que cierre la última urna
WashingtonKamala Harris ha aparecido en el Saturday Night Live y ha actuado como si lo hubiera hecho toda su vida. Ha interpretado, con el punto justo de teatro, la frase del guión en la que debía reprochar a su imitadora que la haga reír como si no estuviera toda, ha aprovechado para colar “Si todavía no está registrado para votar en Pensilvania...” y se ha mostrado risueña y en forma.
A la campaña le quedan dos días (el martes, con las urnas abiertas, los candidatos pueden seguir viajando por el país pidiendo el voto) y nadie sabe quién ganará.
Por eso, votantes de Harris que son profesionales liberales de Washington o jubilados con pensiones premium tomarán este lunes un avión que pagarán de su bolsillo hasta Milwaukee (Wisconsin, estado indeciso), harán de observadores en los colegios electorales y devengarán a los abogados del Partido Demócrata cualquier intento de trampa que puedan detectar. Algunos llevan días, peinando puerta a puerta la lista de votantes demócratas registrados para pedirles que, sobre todo, se acuerden de ir a votar el martes si aún no lo han hecho.
Bajo la condición de anonimato, un exdiplomático estadounidense me dice: “Claro que estoy preocupado. A Trump hay que quitárselo en serio".
-¿En qué sentido?
-La su victoria sería un peligro para la democracia. No quiero decir que en el 2028 no haya elecciones, pero perderíamos muchas sábanas en esta colada. Sus rebajas fiscales son tremendas para los presupuestos, y si sube los aranceles un 50% o un 60% todo el comercio internacional se resentirá.
-¿Puede retirar Estados Unidos de la OTAN?
-No directamente, pero no necesitaría para conseguir efectos parecidos. Si Trump termina la guerra de Ucrania a base de hacer rendir a Zelenski, ¿qué puede privar a Putin de atreverse con Polonia o las repúblicas bálticas? Y en eso Trump no está solo. Siempre ha habido una corriente aislacionista en ese país.
Carl Schonander es un exlobista de la industria tecnológica que tampoco se atreve a decir quién ganará. “Diga a sus lectores que las elecciones no son un día, son un proceso, porque 60 millones de personas ya han votado en 50 elecciones separadas y con reglas distintas según los estados. Hay estados donde puedes registrarte para votar el mismo día de las elecciones, sólo demostrando con un recibo de la luz que llevas más de 28 días viviendo en ese estado. Va tan justo que tanto Harris como Trump podrían ganar la presidencia sin ganar el voto popular. Y tengan paciencia, porque la madrugada del miércoles no vamos a tener los resultados”.
Pocos indecisos
Hay muy pocos indecisos. Los swing-voters han desaparecido. La política divisiva de Trump y las redes sociales han encerrado a los electores en sus respectivas burbujas de confort ideológico y se hace difícil convencer a nadie de nada. En los años sesenta, un periodista de la televisión como Walter Cronkite se fue a Vietnam a hacer un reportaje y al volver dijo que esa guerra no podía ganarse. Atribuyen a Johnson la frase “Si hemos perdido a Cronkite, hemos perdido la guerra”. Por eso le llamaban "el hombre más confiable de América". Hoy no hay ninguna fuente de noticia compartida por dos cantones que ya son dos bandos.
Asimismo, hay muchos votantes que tienen nostalgia de la marcha de la economía en los tres primeros años de Trump, antes de la pandemia. En cambio, la inflación que ha venido después de la covid ha hundido tantas economías que Harris podría pagarlo con la derrota. Mientras, Biden, el único que ha derrotado a Trump, incuba su resentimiento hacia los Obama, que en el 2016 maniobraron para que la candidata fuera Hillary Clinton. Ahora han terminado improvisando una candidata que cada día lo ha hecho mejor bajo el foco que antes tenía prohibido. Por eso, hasta el mismo martes, todavía hay partido.