Cáucaso

Crece la tensión en Georgia por la elección a dedo del próximo presidente del país

Por primera vez el jefe de estado lo han elegido de forma indirecta un grupo de delegados, mayoritariamente del partido de gobierno

TibilisisLa oposición de Georgia vuelve a manifestarse este sábado en el centro de la capital, Tiflis. No han dejado de hacerlo desde el 28 de noviembre, tras unas elecciones legislativas que consideran fraudulentas, en el que ganó el partido que gobierna el país caucásico desde hace doce años, Somni Georgià. Sin embargo, este sábado los manifestantes protestan también contra la votación del nuevo presidente del país: había un único candidato, el oficialista Mijaíl Kavelashvili, debido al boicot de la oposición. A la actual presidenta, Salome Zourabixvili –que se ha convertido en una de las voces más directas contra el gobierno–, se le acaba el mandato el 29 de diciembre, pero reiteró que no piensa abandonar la presidencia, al considerar que la elección de este sábado es "una provocación e incluso una parodia".

"Este evento no tiene ninguna legitimidad, es anticonstitucional", aseguró este viernes por la noche la presidenta. Se refiere a la modificación que se ha implantado para elegir al presidente del país: ahora ya no se elige con sufragio universal, sino con una votación colegial de 150 diputados y 150 delegados municipales, prácticamente todos miembros de Somni Georgià. Kavelashvili, un futbolista retirado con un discurso ultranacionalista y antioccidental, será el próximo presidente, tras recibir el apoyo de 224 delegados. Algunos de los manifestantes salieron este sábado con sus diplomas universitarios para remarcar la falta de estudios del futuro jefe de estado. También han ovacionado a la actual presidenta cuando iba hacia el Parlament.

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Todo esto hace que el futuro de este país sea más incierto que nunca y es previsible que las protestas se mantengan a pesar de las temperaturas gélidas. Los georgianos críticos con el gobierno empezaron a salir a la calle hace un año y medio por lo que consideran un acercamiento a Rusia por parte de Somni Georgià. Pero las manifestaciones se intensificaron la pasada primavera, tras la aprobación de la ley de agentes extranjeros, también conocida como "la ley rusa", y ahora después de las elecciones. Y el malestar aún creció más cuando el primer ministro, Irakli Kobakhidze, aseguró hace unos días que paralizaba el proceso de adhesión a la UE hasta el 2028.

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Ahora parece haber dado marcha atrás y asegura que la integración europea no se paraliza y que el país está preparado para cumplir con los compromisos pertinentes. Pero Bruselas no reconoce los resultados electorales y ve con malos ojos que el partido de gobierno se muestre cada vez más cercano a Rusia. Estados Unidos también ha suspendido las relaciones estratégicas con Georgia por presunto fraude electoral.

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Dentro del partido de gobierno también ha habido movimientos: el embajador de Georgia en Estados Unidos y ministro de Asuntos Exteriores entre 2018 y 2022 ha dimitido; así como los embajadores en Países Bajos, Bulgaria, Lituania y el embajador interino en Italia. Según el analista independiente Jelger Groeneveld, son movimientos relevantes: "No sólo la población está enojada, sino que también han aparecido voces críticas de organizaciones estatales y ministerios, del Banco Nacional de Georgia y del Registro Público". Personal de los ministerios de Defensa, de Asuntos Exteriores y de Educación han pedido que se vuelva al camino europeo; así como la Cámara de Comercio Internacional, que ya advertido de los efectos económicos negativos que puede tener un alejamiento de la UE.

Según Groeneveld, otra de las novedades es que las protestas se han extendido: "En las zonas rurales, sobre todo donde viven las minorías étnicas [armenios y azeríes] y la gente mayor, hay menos tendencia proeuropea, pero la mayoría de la población está a favor de la adhesión". Sobre estas tendencias pro-rusas en las zonas rurales, el analista Nargiza Arjevanidze, del Social Justice Center, una organización que trabaja en el ámbito de los derechos humanos y la justicia social, asegura que se deben al miedo a una posible guerra con Rusia: "La gente mayor ha sufrido varias guerras y teme que esto se repita. Votan el partido que les promete la paz. Pero esta paz significa vivir bajo la influencia rusa de nuevo".

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El viraje de Somni Georgià

Paseando por las calles de Tiflis estos días hay algo que llama la atención. Si bien durante los últimos años Somni Georgià ha dado un giro hacia Rusia, en la mayoría de edificios públicos ondean dos banderas: la georgiana y la europea. "Cuando Somni Georgià ganó las elecciones en 2012, no teníamos claro si eran pro-rusos o no, y dentro del partido había políticos honestos en los que confiábamos y que ahora ya han abandonado la formación. En los últimos años el partido es ha ido vinculando con los populistas y los oligarcas. Sólo hace falta ver quién es el número uno del partido [en referencia a Bídzina Ivaníxvili, el oligarca que controla Sueño Georgiano], un millonario que se hizo rico en Rusia. Somos sus rehenes", señala Arjevanidze. El analista afirma que el giro hacia Rusia se intensificó cuando comenzó la guerra en Ucrania, pero que Sueño Georgiano tampoco abandonó nunca los mensajes proeuropeos: "Este gobierno ha estado fabricando el miedo a una hipotética guerra con Rusia si no nos acercábamos, pero al mismo tiempo ha querido presentarse como proeuropeo".

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Nino Dolidze, directora ejecutiva de la International Society for Fair Elections and Democracy (ISFED), un organismo de control electoral en Georgia, explica este fenómeno: "Así es cómo funciona la propaganda política. Sueño Georgià sabe que no se puede declarar abiertamente pro- ruso en un país donde se ha estado luchando contra Rusia desde hace siglos y donde el apoyo a la integración en la UE frota 85%". Groeneveld tiene la misma opinión: "En Georgia si quieres llegar al poder debes presentarte como una fuerza proeuropea. Sueño Georgià ha utilizado en los últimos dos años un doble lenguaje que le ha funcionado muy bien. Nunca fue un partido completamente proeuropeo" , pero ha tenido un mensaje cercano a Europa, al que se ha ido acercando y alejando según los intereses".

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La alerta más importante se dio cuando el gobierno aprobó la polémica "ley de transparencia de la influencia extranjera", una normativa de inspiración rusa para presionar a las organizaciones críticas. La aprobación de esta ley ya provocó protestas en primavera. "En mayo dejamos de protestar porque teníamos la esperanza puesta en estas elecciones. Fue una decisión estúpida, claramente, porque cuando el gobierno te roba tus derechos te roba también los derechos electorales", lamenta Lizzi Pirosmanashvili, una manifestante de 19 años.

"¿Qué viene ahora? Siente honesta, no sé. La gente seguirá protestando en las calles, pero de momento Somni Georgià ignora las demandas de la ciudadanía. No sé qué pasará", concluye Dolidze.

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