Los Emiratos Árabes, el aliado clave de los paramilitares que luchan por controlar Sudán
La intervención de la petromonarquía y de Rusia ha determinado la prolongación del conflicto
BarcelonaDe acuerdo con la ONU, la guerra civil sudanesa es, junto a la guerra de Gaza, el conflicto que ha generado la crisis humanitaria más grave recientemente. Desde el inicio de la conflagración en Sudán en abril de 2023, se estima que las víctimas mortales podrían superar las 150.000, y los refugiados y desplazados se acercan a los 15 millones en un país con unos 50 millones de habitantes. La raíz del conflicto radica en una lucha por el poder entre dos poderosos generales, Abdel Fattah al Burhan, líder del ejército sudanés, y Mohamed Hamdan Dagalo, más conocido como Hemedti, jefe de la milicia Fuerzas de Apoyo Rápido (FSR). Ahora bien, la guerra no pudo prolongarse durante tanto tiempo y generar tanto sufrimiento sin la intervención interesada de diversas potencias regionales o mundiales, y muy especialmente de los Emiratos Árabes Unidos, el gran aliado de las FSR.
Si bien Abu Dhabi haya negado siempre públicamente que dé apoyo militar y logístico a las FSR, las evidencias de su implicación en la guerra se han ido acumulando y así lo han concluido tanto los servicios de inteligencia de EEUU como la ONU y Amnistía Internacional. El año pasado, el diario The New York Times reveló que los Emiratos Árabes estaban utilizando una base militar en el país vecino de Chad para proporcionar armamento a las FSR de forma encubierta, ya que oficialmente la instalación está dedicada a hacer llegar ayuda humanitaria a Sudán.
Concretamente, se cree que Abu Dhabi ha enviado a las FSR un sofisticado arsenal que incluye drones, bombas guiadas, cañones de artillería Howitzer, vehículos blindados, munición y equipamiento logístico. Buena parte de todo este armamento es de fabricación china. Para no dejar huella, actualmente el gobierno de los Emiratos hace los envíos a través de una red de intermediarios y traficantes de armas instalados en varios países, entre ellos Libia, Uganda, República Centroafricana y Chad. Una filtración de fuentes militares estadounidenses recogida por The Wall Street Journal apunta que Abu Dabi también ha proporcionado a las FSR mercenarios colombianos a través de una base militar en Somalia.
La intervención de los Emiratos Árabes en Sudán forma parte de su estrategia para convertirse en una potencia regional de primer orden a base de proyectar su poder en varios países de la zona en conflicto, como Yemen o Libia. En el caso concreto de Sudán, la relación entre ambos países es de larga duración. Abu Dhabi ya mantenía buenas relaciones con el ex dictador Omar al-Bashir, y hace una década cientos de sudaneses lucharon en la guerra de Yemen en el bando patrocinado por los Emiratos Árabes. Sin embargo, las relaciones se agriaron cuando Bachir se negó a apoyar el bloqueo en Qatar aplicado por los Emiratos Árabes y Arabia Saudí. Además, Abu Dhabi reprochaba a Al-Bashir su proximidad a los islamistas, auténtica bestia negra del régimen emiratiano.
Así pues, cuando Al-Bashir fue destituido fruto de una revuelta popular, y Sudán entró en una fase de inestabilidad política, Abu Dhabi decidió aliarse con las FSR, una fuerza paramilitar afiliada al ejército sudanés y que había sido clave en la represión de una insurgencia. En la decisión pesaron muchos intereses económicos. La familia de Hemedti, el líder de las FSR, posee una empresa de exportación (o más bien tráfico) de oro, un mineral abundante en Sudán, sobre todo en el sur y en el oeste, las regiones con una mayor penetración de las FSR. Para los Emiratos Árabes, esta relación era clave en su ambición de convertir a Abu Dhabi en un hub para el comercio de este preciado mineral. Además, algunas multinacionales emiratianas poseen miles de hectáreas en tierras de cultivo en el país.
La fiebre del oro sudanés también ayuda a explicar la posición de otro estado con un papel importante en el conflicto: Rusia. Durante años, mientras las RSF eran un brazo del ejército sudanés, los mercenarios rusos de Wagner asistieron a las fuerzas paramilitares a cambio de participar en la explotación ilegal de las minas de oro sudanesas, lo que ayudaba a financiar a este grupo controlado por el Kremlin. De hecho, al inicio de la guerra civil, Moscú mantuvo una posición maquiavélica: vendía armas a ambos bandos de forma más o menos encubierta. Sin embargo, en abril del año pasado, la posición rusa basculó para pasar a apoyar exclusivamente al ejército sudanés. A cambio, el presidente Putin recibió la promesa de hacer efectivo un viejo sueño: disponer de una base naval en el Mar Roig.
Además de Rusia, los principales apoyos del ejército sudanés en el ámbito militar desde el inicio del conflicto han sido Turquía e Irán, proveedor de miles de drones, un armamento clave. Sin embargo, en los últimos meses se han multiplicado los esfuerzos por poner fin a la guerra. Un cuarteto formado por EEUU, Egipto, Arabia Saudita y Emiratos ha sugerido una hoja de ruta para un acuerdo de paz que incluiría la formación de un nuevo gobierno de transición. Por el momento, la iniciativa ha fracasado ante la negativa del ejército sudanés.
En un último intento de presión, el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, pidió este jueves tras una reunión del G-7 cortar el suministro de armas a las FSR y abrió la posibilidad de declarar a los paramilitares como organización terrorista si esto "ayuda a poner fin al conflicto". "Su reconocimiento de la brutalidad de las prácticas de la milicia terrorista y la necesidad de enfrentarla e interrumpir su suministro de armas envía un mensaje contundente", celebró el ministro de Exteriores sudanés, Muhidin Salim.