Una Francia dividida vota sin entusiasmo

Los franceses deciden entre reelegir Macron o que presida el país la extrema derecha de Le Pen

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Le Pen y Macron

ParísFrancia está en un punto de inflexión en su historia. Los 48,7 millones de ciudadanos que este domingo pueden votar tienen en sus manos el futuro del país. Y el de la Unión Europea. El presidente de la República, Emmanuel Macron, y la candidata de extrema derecha, Marine Le Pen, se enfrentan en las urnas en la batalla definitiva por la presidencia de Francia. Es el mismo duelo que en las elecciones de 2017, pero las circunstancias han cambiado. Macron llega al escrutinio con la experiencia de cinco años de mandato, con el desgaste que esto implica. Le Pen llega a la elección más fuerte que nunca después de una operación para intentar deshacerse de la etiqueta de extrema derecha y con opciones, a pesar de que exiguas, de ser escogida presidenta.

Hace cinco años, Emmanuel Macron venció a la líder de Reagrupamiento Nacional con comodidad, con un 66% de los votos. Esta vez las encuestas apuntan a una victoria del presidente con menos margen. Aun así, en los últimos días Macron ha ido ganando terreno y las últimas encuestas le otorgaban entre un 54% y un 57% de los votos, a priori suficiente margen para evitar que la extrema derecha se cuele en el Elíseo. Los franceses emitirán este domingo su voto en un país dividido. La elección presidencial tiene diferentes caras, diferentes matices. Para algunos es vista como un referéndum entre República o extrema derecha; entre los valores democráticos o la xenofobia y el populismo; entre la Unión Europea o el nacionalismo.

Para otros, la elección es una cuestión de clases sociales: la Francia que va bien, la de las clases acomodados, contra la Francia que sufre por el aumento de los precios energéticos, la de las clases populares. Sea como sea, la sensación que planea sobre el duelo entre Macron y Le Pen es la de unas elecciones que no generan entusiasmo. Un gran número de franceses irán a votar no tan convencidos por un proyecto, sino que lo harán para evitar que gane el otro candidato. 

El presidente, con un partido que impulsó para las elecciones de 2017, no tiene un votante fiel ni un proyecto político definido. Y, en cambio, levanta un enorme rechazo entre una parte de la ciudadanía, tanto a la derecha como a la izquierda. La muestra más evidente es que un porcentaje que puede rondar el 20% de los electores que se decantaron en la primera vuelta por el candidato de la derecha radical Jean-Luc Mélenchon ahora podrían votar por Le Pen, a pesar del llamamiento del insumiso a no votar a la ultraderecha. Otra parte lo harán por Macron, pero con una pinza en la nariz y con la única voluntad de hacer un cordón sanitario a la extrema derecha. 

Resignación de los votantes de izquierda

Estos días se ha hecho viral en Twitter una entrevista a un joven votante de Mélenchon de la cadena de televisión TMC. El periodista le pregunta si ya ha elegido a quién votará en la segunda vuelta. “Haré una cosa de la que no estoy necesariamente orgulloso, pero la haré”, afirma. El periodista le pregunta si votará a Macron y el chico, con una cara difícil de describir, entre el asco y la resignación, afirma con un “pseeee”. 

El vídeo es de las elecciones de 2017, pero resume a la perfección el sentimiento de muchos electores franceses que hoy votarán a Macron con muy poca convicción, pero con el convencimiento de que su voto es necesario para frenar a la extrema derecha. La revista francesa de actualidad Marianne también condensaba magistralmente la misma idea en el titular de portada, con una imagen de Macron y de Le Pen: “A pesar de la ira…, evitar el caos”. 

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