Putin no aceptará el alto el fuego de Trump y Zelenski
El presidente ruso sólo se comprometerá con una tregua si incluye sus exigencias maximalistas


MoscúCuando alguien te dice que sí, que está encantado de cenar contigo, ya continuación pone todas las pegas del mundo (no le va bien ningún día, no le gusta el restaurante, quiere elegir el menú, el vino, la camisa que tú te pondrás y, encima, te tocará pagar) no es necesario haber estudiado hermenéutica para entender que está rechazando tu propuesta. A Vladimir Putin no le conviene un alto el fuego de 30 días como lo que proponen Washington y Kiiv para Ucrania, pero no puede desairar al anfitrión, Donald Trump. El presidente ruso deberá realizar equilibrios para convencer a la Casa Blanca mientras aprieta el acelerador en el campo de batalla y no cede ni un milímetro en sus exigencias.
"No habrá tregua, todo el mundo lo entendió todo, se dijo muy claro", escribía el viernes Andrei Kolesnikov, del diario Kommersante, uno de los periodistas que mejor conocen al Kremlin. De forma menos sutil se expresaba el presentador estrella de la televisión estatal, Vladimir Soloviov, que hacía una butifarra en la cámara y lanzaba una pregunta: "¿Os ha quedado clara nuestra respuesta?"
Las condiciones del Kremlin
Putin fue inusualmente sincero a la hora de plantear sus reservas a corto plazo. Por un lado, no está dispuesto a desperdiciar el empuje de sus soldados para recuperar Kursk, un dolor de muelas que desde agosto ha obligado a Rusia a bombardear su propio territorio. Por otro lado, el Kremlin y el estamento militar están convencidos de que las tropas ucranianas no pueden resistir mucho más y consideran un error darles la opción de tomar aire. "Putin ha repetido recientemente que a Rusia sólo le faltaban unos meses para conseguir la victoria en la Primera Guerra Mundial cuando los bolcheviques se retiraron de ellos en unos términos desastrosos", apunta el analista Aleksandr Baunov.
Putin fue también franco cuando insistió en que desde el punto de vista de Rusia el único alto el fuego que tiene sentido es uno que garantice "una paz a largo plazo" y elimine "las causas fundamentales" del conflicto. Esto equivale a decir que no tiene intención de dejar de luchar hasta que logre los objetivos que le llevaron a invadir Ucrania.
"Las causas fundamentales"
Es en este punto que el relato del presidente ruso se mistifica y confunden los objetivos declarados (la forma, la excusa) con los objetivos no declarados (el fondo, la esencia). "Putin no está luchando por el territorio", explica el periodista Leonid Ragozin, quien asegura que Moscú estaba dispuesto a aceptar un acuerdo de paz en marzo del 2022, cuando todavía no se había anexionado las regiones ocupadas. El líder ruso aspira a ahogar a Ucrania, por lo que el control íntegro de las cuatro provincias del este, además de una franja desmilitarizada que incluyera la ciudad de Odessa, le limitaría al máximo la salida al mar.
La condición de que Ucrania no entre en la OTAN no es suficiente para Rusia porque no es una amenaza real. Tanto los países europeos como Estados Unidos se han mostrado en contra de satisfacer la petición de Zelenski y, por tanto, se hace difícil argumentar que Ucrania pone en riesgo "una paz a largo plazo". El analista Peter Dickinson lo resume así: "Putin utiliza la OTAN para su guerra contra la pervivencia de Ucrania como estado".
Lo que no quiere Putin es que Ucrania salga de su área de influencia, una línea roja para el Kremlin. La mayoría de expertos coinciden en que lo que verdaderamente preocupa a Putin es el acercamiento de Ucrania a Europa y su alejamiento político, social, cultural y emocional respecto a sus hermanos orientales. El presidente ruso considera que Ucrania es parte de Rusia e incluso escribió una tesis. Se titulaSobre la unidad histórica de los rusos y los ucranianos, sostiene que Lenin se "inventó" Ucrania y niega su identidad.
Uno de los grandes escritores contemporáneos rusos disidentes, Mijaíl Shishkin, explica que el régimen ruso busca mantener el control y la influencia sobre las naciones vecinas para perpetuar su poder. De esta forma, Putin no puede aceptar que Zelenski no sea como el presidente bielorruso, Aleksandr Lukashenko, que sabe interpretar su rol subalterno y abraza a la filiación rusa. Bielorrusia puede ser un estado soberano porque no representa una amenaza para Rusia. Ucrania, desde 2014, sí es una amenaza porque empezó un proceso político de autodeterminación. En ese momento el exasesor de Putin Andrei Illarionov ya predijo que el presidente ruso intervendría militarmente Ucrania para poner un gobierno afín.
El problema no es que Zelenski sea un presidente "ilegítimo" o tenga el mandato caducado; el problema es que no rinde vasallaje al Kremlin. Por eso, según el analista Tatiana Stanovaia, Putin hará manos y mangas para que en las negociaciones con Estados Unidos se aborde esa "causa fundamental" del conflicto, revestida de "desnazificación". Mientras el Kremlin no se asegure de que puede forzar un cambio de régimen en Ucrania no tendrá ningún aliciente para aceptar un alto el fuego.
¿Trump cederá?
La duda es si Trump transigirá como lo ha hecho hasta ahora ante las exigencias de Rusia o presionará a Putin para que acepte una tregua en los términos originales. El presidente estadounidense tiene poco margen para arrinconar al líder del Kremlin, que no siente ninguna urgencia para la paz pese a que la Casa Blanca piense que sí. Según Baunov, lo mejor que puede hacer Trump es "enseñarle más la zanahoria que el bastón", es decir, insertar el acuerdo para el alto el fuego en un pacto que vaya más allá de Ucrania y sirva para restablecer totalmente las relaciones con Estados Unidos. Por su parte, Stanovaia sugiere la idea de que Putin podría aceptar un alto el fuego más breve si Trump se compromete a empezar a discutir sus demandas maximalistas.
Putin no puede permitirse nada parecido a una derrota, pero Trump tampoco. Hasta ahora el presidente de Estados Unidos ha demostrado mucha más sensibilidad por los argumentos rusos que por los ucranianos, como si el destino de dos grandes naciones valiera más que el de una nación pequeña. Esta semana uno de los propagandistas más cercanos al Kremlin escribía con desprecio: "A los vaqueros no les preocupan los problemas de los caballos".