Redes clandestinas para ayudar a huir a los rusos que no quieren hacer la guerra
Los disidentes y desertores encuentran las fronteras cerradas por el Kremlin y también por los países de la UE
BarcelonaUnos días antes de que el presidente ruso, Vladímir Putin, decretara la movilización de 300.000 reservistas para combatir en la guerra de Ucrania, hace apenas cinco meses, Nikita supo que se tenía que poner en marcha si no quería convertirse también en carne de cañón del Kremlin. El joven anarquista había estado un mes en prisión en Moscú por haber participado en protestas contra la guerra y temía ser de los primeros en recibir la carta. Con un amigo se marcharon inmediatamente a Georgia, uno de los pocos países que no exige visado a los rusos. “Putin miente, yo he estado en Ucrania muchas veces y conozco a gente de allá. La gente se está muriendo por nada, esta guerra es un crimen sangriento”, explica al ARA desde Barcelona, donde ahora espera que le concedan el estatuto de refugiado.
Nikita y su amigo tardaron cuatro semanas en poder llegar a un lugar seguro: para los que no quieren ir a la guerra o son disidentes es muy difícil salir de Rusia, y también muy difícil entrar a una Unión Europea que les cierra las puertas. Lo denuncia Ivan Pustovalov, de la asociación opositora Russia Tomorrow, que ayuda a los exiliados cuando llegan a España "los rusos que no apoyan a Putin y se ven forzados al exilio no encuentran ningún país democrático que les ayude, porque las rutas de salida solo pasan por antiguas repúblicas soviéticas o por Turquía".
Vuelo a Colombia, asilo en Barcelona
Antes de llegar a la frontera con Georgia la policía registró a Nikita y su amigo varias veces y tuvieron que cambiar de coche más de una vez porque en los controles no dejaban pasar a los vehículos con matrícula de otras regiones. “Los policías vieron que aquella era una buena oportunidad para hacer dinero y nos pedían sobornos para dejarnos pasar”. Tuvieron que dormir en la carretera, y en la frontera, que tardaron días en cruzar a pie ya que la cola de coches se extendía decenas de kilómetros, tuvieron la suerte de encontrar a un voluntario que les dio agua.
Después de Georgia pasó por Armenia antes de llegar a Turquía, pero no encontró ninguna embajada europea que le hiciera un visado. “La única salida fue comprar un billete de avión a Bogotá [Colombia, como muchos países de América Latina, no exige visado a los rusos], vía Barcelona”. Cuando hizo escala en el Prat se presentó a la policía y pidió asilo. “Primero me dijeron que me devolverían a Turquía, pero al llegar a la comisaría un mando se me acercó y le expliqué toda la historia”. Lo llevaron al Centro de Internamiento de Extranjeros, donde pasó dos días hasta que un abogado pudo presentar su caso y obtuvo protección temporal de las autoridades españolas.
Con el paso del tiempo se han creado redes clandestinas, de rusos que viven dentro del país o en otros lugares de todo el mundo, para ayudar a los disidentes y a los desertores a huir de Rusia, si hace falta clandestinamente. Es el trabajo que hacen grupos como Go by the Forest [Pasa por el bosque]. Contactado a través de Telegram, uno de los miembros, Anton, abogado en San Petersburgo antes de la guerra, explica como operan. “Nuestro principal objetivo es sabotear la campaña de movilización militar en Rusia para que la gente no sea cómplice de los crímenes de las autoridades rusas en Ucrania”. Ayudan a huir a los llamados a filas o incluso a los ya movilizados. Su canal de Telegram está lleno de consejos prácticos para esquivar el reclutamiento: no vivir en la dirección de empadronamiento, no abrir la puerta a desconocidos aunque no vayan uniformados, llevar siempre encima documentos que acrediten una enfermedad, estudios en curso o la solicitud del servicio civil alternativo...
Lugares donde esconderse y apoyo psicológico
“También hay casos más complicados: ofrecemos apoyo psicológico y lugares donde esconderse o compramos billetes de transporte. Y si es un desertor de una unidad militar o directamente de zonas de guerra, les ayudamos creándoles rutas seguras hasta que consiguen salir”, relata Anton. Si alguien que ya está al frente se pone en contacto con ellos, le informan sobre cómo desertar o entregarse, para convertirse en prisioneros de guerra de los ucranianos.
El activista relata que se puso en contacto un chico de más de 20 años, arrestado en las calles de Moscú la noche de fin de año y enviado a una base militar. “Allá fingió que se había desmayado y lo llevaron a un hospital, del cual consiguió huir. Después de algunas semanas buscando por varias regiones, nos contactó por Telegram cuando ya habían abierto un procedimiento penal contra él. Le ayudé a huir del país a través de los agujeros de las fronteras", recuerda. Estos agujeros se abren "porque bajo el régimen de Putin, la corrupción se ha esparcido a todas las esferas, incluso al sistema represivo y al ejército". El chico se escabullió por los pelos. "Justo cuando salía del país, la policía asaltó su casa en Moscú”, explica Anton. Y concluye: “Es muy gratificante arrancar a un hombre de las zarpas del sangriento régimen de Putin”.