Soldados en patinete y 'gamers' de trinchera: cómo los drones han cambiado la guerra de Ucrania

El campo de batalla se robotiza y el 80% de las bajas que tienen lugar en el frente ucraniano son ya por el impacto de aparatos no tripulados

BarcelonaLa muerte no entiende de uniformes, y hay una escena que se repite a ambos lados de la trinchera ucraniana: drones asesinos persiguen hasta la muerte soldados enemigos.

Los soldados asimilan la muerte de formas diferentes. Algunos se paralizan y simplemente esperan la explosión final. Otros corren sin cesar hasta que se cansan y el dron les atrapa. Otros luchan desesperados y disparan con el kaláshnikov contra el aparato teledirigido. Otros piden piedad a los soldados que controlan el dron robot a kilómetros de distancia. Otros se hacen directamente los muertos y terminan también muertos. Todos los drones llevan una cámara desde donde unos uniformados ven en directo la muerte de otros uniformados. Muchísimos vídeos se publican después en las redes sociales. Unos y otros celebran la muerte enemiga. Unos y otros lloran la propia.

Los drones han cambiado la guerra en Ucrania.

"Ahora ya no hay una línea de contacto real, concreta. Ahora el campo de batalla es enorme, ambiguo, más estresante. Miles de ojos vigilan cualquier movimiento enemigo; te atacan si te ven. Todo es más mortífero", explicaba hace unos días al ARA un comandante ucraniano.

El comandante sabe de qué habla: ha dirigido durante años una unidad de drones en el frente de Donetsk. El mensaje del comandante lo repiten multitud de soldados del ejército ucraniano y ruso.

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Por primera vez desde la Primera Guerra Mundial, un sistema de armamento que no es la artillería ha pasado a ser la causa principal de las bajas en combate en un conflicto. Durante más de un siglo, la artillería había sido la forma más habitual de muerte para los soldados: en las dos guerras mundiales, en Corea, en Vietnam, en los Balcanes, en Irak, en Siria. Ucrania ha supuesto un cambio que marcará las guerras de presente y futuro. Según un reciente informe del portal Army Technology, basado en cálculos de la consultoría Global Data, se cree que los drones son responsables de entre el 70% y el 80% de las bajas diarias que se producen en los frentes ucranianos. Una cifra que liga con una reciente filtración del ministerio de Defensa del Kremlin, que asegura que hasta el 75% de las bajas rusas de los últimos meses han sido causadas por estos aparatos no tripulados. El 20% se debe a la artillería y sólo un 4% por fuego de armamento pequeño.

El paisaje del campo de batalla también ha mutado. El perfeccionamiento del uso de los drones ha hecho que cada milímetro del frente pueda ser controlado y, por tanto, atacado con precisión. Esto no sólo ha incrementado la letalidad de la guerra, sino que ha obligado a los dos ejércitos a cambiar las estrategias militares.

Rusos y ucranianos han tenido que adoptar tácticas mucho más dispersas, móviles, fragmentando operativos a escala muy reducida. Las grandes concentraciones de soldados son misiones suicidas: los drones las detectan con facilidad. La nueva norma es la microinfiltración: pequeños grupos, movimientos rápidos, acciones puntuales. A menudo se avanza de noche, con cobertura electrónica, en zigzag, aprovechando momentos de saturación de las señales GPS para evitar ser detectadas.

Elementos clave en guerras del pasado vuelven a tener un valor estratégico altísimo como protección frente a la vigilancia aérea continua: bosques, trincheras profundas, túneles, cubiertas improvisadas. Pero otros elementos clave en guerras del pasado ya no son buena idea: tanques, vehículos blindados, camionetas… Ambos ejércitos han introducido el uso de motocicletas, patinetes eléctricos e incluso caballos. Son más difíciles de apuntar y, en caso de que el dron enemigo les consiga abatir, el número de bajas es mucho más reducido.

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Un frente congelado

El frente ucraniano, con una línea de contacto de 1.200 kilómetros, lleva estancado desde hace meses, prácticamente congelado. Los pocos avances que se han producido son rusos, superiores con hombres y recursos. Los drones están siendo clave en este estancamiento porque están permitiendo, especialmente a los ucranianos, mantener las líneas defensivas. A principios de la invasión, Ucrania producía unas 5. 000 unidades de drones anuales; actualmente produce entre 2 y 4 millones cada año. Son aparatos muy asequibles económicamente y que pueden fabricarse con rapidez.

Otro comandante ucraniano que dirige una unidad de drones en el Donbás, accede a hablar con el ARA también en condición de anonimato. La conversación, a través de WhatsApp, muestra una radiografía de la situación en el campo de batalla.

–¿Qué impacto han tenido los drones en la guerra?

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–Se ha creado una zona letal de entre 10 y 30 kilómetros donde cualquier movimiento es inmediatamente destruido, tanto por nuestra parte como por la suya. Al final, sólo podemos infiltrar pequeños grupos de una o dos personas. Los rusos, por ejemplo, el otro día enviaron a un grupo de diez hombres; sólo uno o dos lograron avanzar.

–Entonces, es muy difícil emprender ofensivas contra el enemigo, ¿verdad?

–Diría que es casi suicida hacerlo. Desde hace tiempo, de hecho, los avances de ambos ejércitos son mínimos, ni siquiera tienen valor táctico. Los drones han llevado la guerra a un estancamiento, como en la Primera Guerra Mundial.

Las cifras dicen que la guerra es ahora más mortífera.

–Sí, es un infierno. Y los que sobrevivimos notamos que ha crecido mucho el cansancio, la fatiga, la sensación de no saber nunca cuándo un dron enemigo puede estarte vigilante.

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–¿Qué consejo darías a los ejércitos europeos que quieren modernizarse ante el riesgo de guerra?

–Que la guerra y sus reglas han cambiado. Que un dron convencional de cien dólares puede destruirse en pocos segundos un tanque valorado en millones de dólares. Los ordenadores capaces de interferir las señales de los drones enemigos son tanto o más importantes como los tanques. Y, por lo general, les diría que se fijen en cómo lo estamos haciendo nosotros.

David Kirichenko, experto en sistemas autónomos, ciberguerra y estrategia militar, pone en valor la innovación tecnológica que está experimentando, a la fuerza, el ejército de Kiiv. "Los drones han sido una solución de hombre pobre", dice, y argumenta que fue la salida que encontraron enfrente la creciente carencia de artillería y otros suministros de armamento convencional. "Si esta guerra debe durar diez años más, la visión de Ucrania es seguir construyendo un escudo tecnológico en la línea del frente". Añade que el objetivo es "crear el primer ejército de robots". Pone un ejemplo: "Detrás de las trincheras habría carreteras o sistemas de otras trincheras para que los robots puedan entrar y salir. Un robot podría conducir hasta la línea del frente entre estas trincheras y entregar suministros. O podría salir de las trincheras con una torreta disparando al enemigo".

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Entre los especialistas impera el mensaje de que, en el futuro, el uso de la tecnología, incluidos los robots, será aún más esencial en todas las guerras. "Gran parte de la guerra se automatizará", asegura Rafael Loss, experto en tecnología militar y seguridad en el European Council on Foreign Relations. Pero los expertos también avisan de que los robots no podrán sustituir a los humanos, y que será necesaria una combinación de ambos elementos. "Por mucho que tengas robots sobre el terreno, necesitarás a un humano para ir a buscarlos y arreglarlos si los impactan o si se estropean", ejemplifica Kirichenko. Coincide Loss: "En cualquier caso, serán necesarios soldados con un rifle para mantener la posición".

Los dos analistas, además, consideran que los drones –ni tampoco ninguna otra tecnología de momento en funcionamiento– son ni serán sustitutos de la artillería ni de otras armas de guerra convencionales, sino sólo un complemento. A estas alturas, ya nivel práctico, el impacto que tiene en el enemigo un bombardeo de artillería o con un misil es mucho mayor que el de un dron. Kirichenko, además, alerta de que depender cada vez más de la tecnología también añade vulnerabilidades. "Si eres capaz de interrumpir la conexión a internet y apagar la electrónica del oponente, puedes dejarle ciego temporalmente".

El mensaje de cambio ha calado en la política europea, dispuesta a incrementar el gasto en defensa frente a esta nueva realidad. Pero en septiembre, en un viaje del ARA a Estrasburgo, voces relevantes de la Comisión Europea y del Parlamento Europeo admitían dos realidades. La primera, que los ejércitos europeos necesitan un proceso de modernización expreso y radical para adaptarse a las nuevas guerras. "Con lo que tenemos, no aguantaríamos ni una semana una guerra contra Rusia", dijo, durante una cena, una fuente. Y la segunda, que Ucrania es ahora una potencia militar de primer nivel y que una entrada en la UE sería un paso altamente estratégico para el club comunitario, que aspira a emanciparse de la dependencia militar de Washington.

Ante la constatación de que los drones ganan peso en la carrera armamentística, la inversión en esta tecnología es palpable a nivel global. El mercado mundial de drones militares estaba valorado en unos 15.000 millones de dólares el pasado año –con Estados Unidos como líder– y se prevé que en el 2030 supere los 30.000 millones, según varios informes especializados. Países como China, Israel, Irán e India redoblan esfuerzos por ser también líderes.

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Que los drones sean un tipo de arma relativamente sencilla de fabricar democratiza la guerra. "Es un multiplicador de fuerza no sólo para ejércitos profesionales, sino para cualquier otra organización terrorista o insurgencia", dice Rafael Loss. La guerra de Sudán es un claro ejemplo: los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido han incrementado sustancialmente el uso de los drones, redefinido la evolución del conflicto.

La muerte en TikTok

En enero de 2024, el ARA visitó un bunker ucraniano situado a unos tres kilómetros del frente de Avdíivka, en Donetsk. Un túnel te llevaba a las profundidades de la tierra y la estampa del interior era curiosa: jóvenes ucranianos sentados frente a grandes pantallas de ordenadores. Parecían gamers; eran soldados. Tíllarlos de gamers no es una exageración: entre las tropas, se valora que los hombres que serán destinados a unidades de drones tengan habilidad en el uso de las consolas, porque el trabajo que realizarán en la guerra tiene similitudes con los videojuegos. Desde aquellas pantallas, hacían funcionar los drones, que vigilaban, detectaban y mataban presencias rusas. En ese momento, estaban "limpiando" una zona del frente para que la infantería ucraniana pudiera avanzar. Las imágenes llegaban en directo. Rusos y ucranianos tienen cientos o miles de bunkers como éste.

Hay muchos tipos de drones, de diferentes formas, capacidades y tamaños: algunos son convencionales, como los que se pueden comprar en Barcelona en tiendas de electrónica; otros son enormes aparatos que, a simple vista, pueden confundirse con un avión de guerra.

Drones ucranianos

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Pero quienes más triunfan entre las tropas son los FPV: First person view, es decir, drones de vista en primera persona. Estos aparatos, que pueden tripularse desde kilómetros a distancia, transmiten en directo las imágenes que captan a través de la cámara. Desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania, vídeos que han grabado los drones persiguiendo hasta la muerte a soldados enemigos acaban colgados en Internet, sobre todo en TikTok, Telegram o X. Los soldados de ambos bandos los comparten como muestra de orgullo. Por lo general, ponen música de fondo –rock duro o melodías electrónicas–. Tienen permiso de los ejércitos para difundirlos: se cree que la moral de las tropas mejora, el miedo al enemigo aumenta, ya menudo son un reclamo para recaudar a través de números de cuenta que se adjuntan al borde del vídeo.

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El soldado ucraniano Taras, movilizado en el frente de Donetsk, envía por WhatsApp decenas de vídeos de sus drones. A menudo también publica en su cuenta de Instagram. Se ven ataques contra edificios en los que supuestamente hay uniformados rusos. Se ven ataques directos contra vehículos blindados de Moscú. Ve la guerra desde una posición privilegiada.

–¿Por qué compartes estos vídeos en Instagram?

–Por dos motivos. Lo primero es que así población ucraniana ve la efectividad de los drones y nos sigue enviando dinero para comprar otros nuevos y perfeccionarlos. El segundo es que es una forma de intimidar a nuestros enemigos, que han venido a ocupar nuestras tierras ya matar a nuestra gente. Cuando ven los vídeos, saben que la muerte les espera.

¿Qué sientes cuando ves cómo tu dron mata a un soldado enemigo?

–La muerte de los invasores es motivo de alegría para nosotros, porque significa que hemos detenido a un enemigo que se dirigía hacia nuestras posiciones.

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–¿Crees que el hecho de que haya una pantalla en medio puede hacer que no seas consciente de lo que implica una muerte?

–Somos plenamente conscientes de qué es la muerte. La sufrimos a todas horas. Cada día arriesgamos nuestra vida: el enemigo nos caza al igual que nosotros los cazamos a ellos. Constantemente hay algo que explota en el cielo o algo que vuela por encima de nuestras cabezas.

–¿Dónde estás ahora?

–No puedo decirlo. En una ciudad que antes tenía vida y ahora sólo tiene muerte.

Impacto en los civiles

El impacto de los drones también se nota en las muertes civiles. Según cálculos de Naciones Unidas, estos aparatos causaron más víctimas civiles que cualquier arma en Ucrania durante los primeros meses del año. Rusia, con la industria armamentística en pleno rendimiento, está perfeccionando el uso de enjambres infinitos de drones: lanzar simultáneamente cientos de aparatos –algunos de ellos no llevan explosivos– para saturar los sistemas de defensa antiaérea. Con la entretenida defensa cazando drones, es más fácil que otros proyectiles, como misiles de largo alcance, puedan penetrar hasta sus objetivos. Más limitada –de recursos y permiso de los socios occidentales–, Ucrania intenta seguir una táctica similar para atacar el sistema energético del Kremlin.

Las noches sin dormir por el ruido amenazante de los drones es otra arma de guerra: el zumbido constante de los robots asesinos mina la resistencia de los civiles y les recuerda que están en guerra a pesar de que el frente de batalla esté a cientos de kilómetros. En Gaza, donde el ejército israelí ha innovado macabromente en el uso de la tecnología militar, los civiles también conocen a la perfección el sonido que da un dron volante por el cielo de la negra noche.