La torre Trump que los serbios consideran una provocación de guerra
Expertos y entidades denuncian que el gobierno serbio sacrifique el complejo de las fuerzas armadas bombardeado por la OTAN en 1999 por intereses políticos
BarcelonaCuando uno pasea por delante del Generalstab, en Belgrado, se siente abrumado por el peso de la memoria. El antiguo edificio de las fuerzas armadas serbias conserva la fachada chamuscada y la estructura desnuda tal y como quedó después de que la ciudad fuera bombardeada en 1999 por aviones estadounidenses. Medio por negligencia medio por intencionalidad política, la que fue la sede de las fuerzas armadas de Yugoslavia ha permanecido intacta desde entonces.
Durante un tiempo pareció que el interés oculto detrás de ese abandono deliberado del edificio era fomentar una narrativa victimista que recordaba de qué bando venían las bombas enemigas: de Estados Unidos, es decir, de la OTAN. Pero si algo ha caracterizado los últimos doce años de mandato del presidente serbio, Alexander Vucic, ha sido el saber nadar entre dos aguas. Ahora, pues, que los vientos de Washington soplan desde otra dirección, también el gobierno serbio cambia de rumbo: el edificio que en los últimos 25 años ha simbolizado el sufrimiento nacional se convertirá en una torre Trump.
El impulsor del proyecto es nada menos que el mismo yerno del presidente republicano, Jared Kushner, que hace un año ya manifestó su interés por adquirir este edificio y otros terrenos de la región para hacer un complejo turístico de lujo. "Entusiasmado de compartir algunas imágenes de diseño temprano", escribió Kushner en las redes sociales cuando compartió una imagen de dos grandes torres con el horizonte de Belgrado de fondo.
No fue hasta noviembre cuando el gobierno serbio acordó definitivamente con Affinity Global Development, una empresa de inversión propiedad del yerno de Trump, echar al suelo la antigua sede del estado mayor para levantar en su lugar un complejo, que incluirá un hotel de la marca Trump y 1.500 apartamentos. En total, el proyecto va a costar 500 millones de euros.
Una joya arquitectónica
Para ello, el gobierno ha tenido que sacar el edificio de la lista de bienes culturales, donde consta desde 2005, que le obligaba a preservar su "aspecto auténtico". Por eso la mayoría de expertos critican que el movimiento tiene una motivación política. Al conocerse la decisión, las entidades dedicadas a la conservación del patrimonio pusieron el grito en el cielo. La asociación Europa Nostra, dedicada a la preservación de monumentos históricos, alertaba en un manifiesto de que la demolición del Generalstab "borraría una pieza única del patrimonio cultural" a la vez que "establecería un precedente peligroso" para la futura protección y gestión de otros monumentos en el país. La organización se sumaba a las voces de 350 expertos y entidades como la Academia Serbia de Ciencias y Artes, ICOMOS y la Unión Internacional de Arquitectos, quienes también habían denunciado la decisión del gobierno de Belgrado.
"Hay al menos dos motivos que hacen que este edificio sea muy importante", explica al ARA Marko Stoianovic, historiador del arte, especializado en historia de la arquitectura. "Por un lado, es del arquitecto de renombre Nikola Dobrovic", que combinaba el expresionismo alemán con un estilo futurista y moderno y utilizaba la piedra originaria de Yugoslavia de "una forma única". Por otro lado, tiene una relevancia histórica considerable, ya que supone "un recuerdo vivo de la resistencia al bombardeo de 1999".
La hipótesis de Stoianovic es, pues, que lo que ha motivado la recalificación del complejo arquitectónico, que sería la quinta torre Trump en el mundo, no es más que los intereses políticos y económicos. "Ninguno de los gobiernos desde el año 2000 ha querido invertir dinero en la necesaria reconstrucción del Generalstab -dice-, pero ahora los políticos han visto una oportunidad". Y resume así la polémica: "El precio de la amistad con Estados Unidos es destruir nuestro patrimonio".
La estrategia de EEUU en los Balcanes
Los negocios –siempre que les sean favorables– son la estrategia preferida de la nueva administración estadounidense para tejer alianzas con otros países, y Belgrado no es la excepción. Pero más allá del rendimiento económico, el movimiento obedece a una estrategia más amplia de la Casa Blanca en la región. Además de Jared Kushner, el líder estadounidense tiene otros hombres clave en Serbia, como Richard Grenell o Rod Blagojevich –que Trump indultó en febrero, después de que pasara ocho años en prisión por corrupción, y que ahora se dedica a hacer lobi para la entidad de mayoría serbia dentro de Bosnia. Grenell, que fue enviado especial a los Balcanes durante el primer mandato de Trump, fue el impulsor del proyecto de reconvertir al Generalstab en un complejo de lujo hace una década, cuando fracasó. Ahora ha servido de enlace entre Kushner y Belgrado para llevarlo a cabo.
Asimismo, la ubicación simbólica del proyecto –en el corazón de Belgrado– envía un mensaje claro a Bruselas: Washington prioriza sus intereses por encima de la influencia europea en los Balcanes. No es de extrañar, pues, que las instituciones comunitarias hayan recibido la noticia como un cubo de agua fría. Sobre todo, teniendo en cuenta que hace tiempo que sufren por la erosión de las relaciones con Serbia, donde la mayoría de la población se ha vuelto pesimista sobre las perspectivas de adhesión a la UE.
En cambio, en medio de esta incertidumbre, Vucic ha detectado la oportunidad para "capitalizar su posición como cruce geopolítico de las grandes potencias", según dice el analista Miguel Roán en un artículo del Real Instituto Elcano. El líder serbio siempre ha hecho gala de la imparcialidad de su país, que no pertenece ni a la OTAN ni a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, para situarse en una posición aventajada como actor negociador. Y esa postura se ha acentuado con la irrupción de Trump en la Casa Blanca. De hecho, Vucic se ha ofrecido reiteradamente para acoger una cumbre entre el presidente estadounidense y su homólogo ruso, Vladimir Putin. "No hay ningún país que pueda compararse con Serbia en términos de nivel de apoyo a Trump", decía por un lado, mientras por otro aseguraba que "Putin sigue siendo muy, muy popular" en el país. Una jugada que, como en el caso del Generalstab, le asegura un puesto en el nuevo orden mundial.