Crisis climática

Dos veranos en el valle de Ahr: de las inundaciones mortales a la sequía histórica

El ARA visita el pueblo alemán que fue tragado por el agua el verano pasado donde murieron 200 personas

Judit Alonso
y Judit Alonso

Bad Neuenarh-Ahrweiler (Alemania)Calles por asfaltar, bajos por arreglar, edificios por restaurar y carteles que aseguran que "nuestra ciudad volverá a ser colorida". Esta es la escena que se puede ver en Bad Neuenahr-Ahrweiler, una de las poblaciones más afectadas por las tormentas e inundaciones que se produjeron el verano del año pasado en el valle de Ahr, en el estado alemán de Renania-Palatinado. 

El suceso, que puso fin a la vida de cerca de 200 personas en todo el país, contrasta con la situación de este año, puesto que la zona sufre los efectos de una ola de calor con temperaturas que superan los 30 grados centígrados. Así, el caudal del río Ahr, que tanta destrucción y dolor provocó ahora hace un año, actualmente muestra sus horas más bajas y en algunas partes está casi seco. 

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No obstante, todavía quedan señales de las consecuencias de las inundaciones a ambos lados del río, como muestran las ventanas rotas del Casino, uno de los edificios más emblemáticos de la población, a un lado, y la presencia de máquinas y obras en la calle, al otro.Igualmente, los restos de un puente de metal arrastrado por la corriente todavía se pueden ver en el Kurpark, el espacio verde de la población. 

De camino a la calle de la Cruz, una de los más afectados y que está pendiente de asfaltar, los escaparates de las tiendas evidencian que queda trabajo por hacer. Mientras que algunas de ellas se han reubicado en un centro comercial provisional, otras han ido abriendo poco a poco sus puertas. Como una de las farmacias del municipio, donde sus propietarios, los Liers, han querido dejar testigo de lo que se vivió hace un año colgando varias fotografías en el escaparate. “Lo he hecho porque tenía que explicar a todo el mundo que el agua había subido un metro de altura y la gente no se lo creía”, explica Oliver Liers, farmacéutico de este negocio familiar. “Muchos turistas vienen para ver qué pasó”, añade.

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Aquel día, como cada final de jornada, los Liers cerraron la farmacia a las seis de la tarde para ir a repartir medicamentos a los clientes del valle que viven aislados. Mientras estaban haciendo este reparto se dieron cuenta de que el agua estaba subiendo a unos niveles que nunca habían visto y decidieron volver a su casa, situada a 7 kilómetros de Bad Neuenahr, que no se vio afectada por las inundaciones, puesto que se encuentra en un punto más elevado. 

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Por la noche, los Liers empezaron a recibir mensajes a través de redes sociales sobre lo que pasaba, pero se vieron obligados a permanecer en casa debido a los cortes en las carreteras. El día siguiente, a primera hora de la mañana, Oliver se dirigió a la farmacia con su padre, de 83 años. “A las siete de la mañana, había 10 centímetros de agua delante de la farmacia, pero en otras partes de la calle la altura era de un metro. Era como un río dentro de la ciudad, el segundo río”, subraya. 

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Recuperaciones a dos velocidades

La incertidumbre de hasta qué altura podría llegar el agua obligó a Niklas Akler y a su familia a abandonar su hogar, situado a pocos metros del río Ahr, en Sinzig, la última población por donde pasa antes de desembocar al Rin. “Eran las dos de la madrugada, el agua me llegaba a las caderas y en un brazo llevaba a mi hija de seis años en pijama y en el otro a mi perro”, explica. Tuvieron que marchar. “Eran las cinco de la madrugada y no tenía ninguna información sobre la situación de mi vivienda”, recuerda. 

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Finalmente, los bajos de la casa y el jardín quedaron totalmente destrozados por las trombas de agua, por lo cual durante 10 meses los Akler han estado viviendo con familiares de Remagen, en el estado vecino del Rin del Norte-Westfalia, mientras se llevaban a cabo los trabajos de rehabilitación, que se han alargado por la carencia de materiales a escala mundial, provocada por un contexto global cada vez más delicado.

Mientras las fachadas de los municipios del valle de Ahr se reconstruyen lentamente, se hace patente la larga recuperación psicológica que necesitan sus habitantes. La presencia de lluvia despierta la desazón entre los vecinos. No obstante, las altas temperaturas de la ola de calor de los últimos días y las previstas para los próximos hacen desaparecer esta preocupación, pero dejan otra sobre la mesa: la otra cara del cambio climático, que se ha traducido en una sequía histórica en todo Alemania y ha dejado buena parte de los ríos del país en un estado de salud crítico. Ahora por falta de lluvia.

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