El gas, el arma geopolítica que pone a Europa contra las cuerdas

La crisis de Ucrania expone la dependencia europea del gas ruso y las dificultades de reemplazarlo con otros proveedores

BruselasA la comisaria de Energía, Kadri Simson, le está pasando algo similar a lo que hace tres años que le pasa a su compañera en la cartera de Salud, Stella Kyriakides. Los dos son departamentos considerados de segunda fila en la jerarquía de importancia dentro de la Comisión Europea (por eso los ocupan países con poco peso estratégico como Estonia en el caso de la primera o Chipre de la segunda); pero están teniendo mucho más trabajo –y presencia– de la que podían esperar. En las últimas jornadas en Bruselas los contactos en el flanco energético se han intensificado a medida que el conflicto con Ucrania escalaba y que Putin iba haciendo más explícito el chantaje de cortar el grifo del gas a Europa. La escasez de este combustible es global y viene de lejos (por eso ya lo notan en sus bolsillos), pero Rusia tiene un papel clave y no está dudando en usarlo como arma geopolítica, consciente de que pone a una Europa con pocas alternativas contra las cuerdas.

Europa tiene una dependencia estructural del gas ruso desde hace años. Un 40% del gas consumido en el Viejo Continente proviene del vecino euroasiático y en un contexto de escasez global (las reservas están en mínimos), Putin no ha dudado en amenazar con cerrar el grifo y reducir de facto el suministro en Europa (Gazprom está exportando a niveles menores desde 2015). Y si el gas es más caro, se produce un efecto dominó en el resto de precios por la manera en la que se calcula el coste mayorista de la electricidad en Europa. Es así como llegamos a una escalada del 5,1% del índice de precios del consumo (IPC) este enero.

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Europa no puede sustituir el gas ruso con un único proveedor

A medio y largo plazo, la Unión Europea tiene claro que tiene que dejar de necesitar este combustible para generar electricidad y que la única manera que tiene de hacerlo son las renovables. Es decir, que con la transición hacia una economía descarbonizada, Europa no solo busca parar la emergencia climática sino que también aspira a desatarse de los vínculos con Rusia y el consiguiente poder que le da a Putin tener la clave para permitir o evitar que Europa pase frío en invierno. A corto plazo, sin embargo, las alternativas son escasas.

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"Europa no tiene alternativa al gas ruso", decía el analista del BCS Global Markets en Bloomberg esta semana. "Se tendría que desviar la mitad del gas licuado que consume Asia para sustituir a Gazprom. Esto significaría una escasez de energía masiva en todo Asia. Es decir, que se exportaría la crisis energética de Europa a otro continente", añadía. Según los últimos datos de Eurostat del 2019, Rusia es el primer proveedor de gas de la UE (41%), seguido de Noruega (16%), Argelia (8%) y Qatar (5,2%).

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Durante las últimas semanas, Bruselas ha movido hilos para que países como Qatar, Azerbaiyán o los mismos Estados Unidos le proporcionen gas o gas licuado. Pero, como analizan los expertos del think tank Bruegel, ni Qatar ni Azerbaiyán pueden sustituir completamente el suministro ruso sin perjudicar a otras regiones. De hecho, en una conversación telefónica entre la comisaria Simson y el ministro de Energía catarí, Saad al-Kaabi, el pasado martes, Al-Kaabi advertía que, si bien es un socio fiable, su prioridad es cumplir con los contratos que el país tiene comprometidos actualmente. Es más, el ministro de Exteriores, Mohamed bin Abderrahamn al-Thani, decía a la cadena Al Jazeera que su país no entrará en la "polarización política": "No es justo ligar el problema de la energía de Europa con la actual escalada en Ucrania, porque el problema energético ya existía antes".

Así pues, según los expertos de Bruegel, mientras el gas no sea sustituible por otra fuente energética, Europa no tendría más remedio que restringir y reducir el consumo. Y eso es lo que le da a Putin un poder increíble de negociación, incluso de chantaje.

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Defenderse atacando

No obstante, la Unión Europea también ha empezado a usar esta carta en la batalla geopolítica con Rusia. Que Moscú proporcione el 41% del gas europeo también quiere decir a su vez que los intereses de Rusia en el Viejo Continente son muy importantes. De hecho, Europa es su principal socio comercial y comprador de este combustible que llega a los hogares y fábricas europeas a través de varios gasoductos. Uno de los principales está en Ucrania, pero también hay otros construidos y por construir. Aquí entra en juego el famoso y polémico proyecto Nord Stream 2, el gasoducto que tenía que conectar directamente Rusia con Alemania a través del mar Báltico. Hasta el último momento, ni Berlín ni Bruselas se atrevían a poner en juego esta infraestructura, pero con la escalada de tensión de las últimas jornadas y las estériles conversaciones diplomáticas con el Kremlin, la Unión ya dice claramente que si hay invasión en Ucrania no habrá Nord Stream 2.