Geopolítica

¿Por qué Europa sufrirá por el frío este invierno?

Una crisis energética global y la pugna por el gas deja las reservas desprotegidas

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Principals rutas de abastecimiento de gas en Europa

BarcelonaDesde tiempos remotos, varias civilizaciones han entendido la llegada del frío como un momento del año en que había que estar preparados. Ejemplos hay incluso en el neolítico, cuando los primeros sedentarios acumulaban la cosecha del verano para intentar tener reservas durante la época de las grandes heladas. En la industria energética global, cada año se vive un comportamiento similar: los gobiernos y las grandes compañías del mundo intentan que la irrupción del frío les coja con los depósitos suficientemente llenos para no tener que sufrir durante los meses de invierno. Pero este año, el del inicio de la recuperación económica después del zarandeo del covid-19, los pronósticos no son muy buenos. Y hay un factor clave: el gas. Hace semanas que los expertos alertan que este invierno se puede vivir una crisis de escasez de gas natural en varias partes del mundo que podría comportar importantes consecuencias económicas, políticas y sociales. Y una de las regiones que más preocupan es Europa, donde las reservas están a niveles notablemente bajos a pesar de que, en el continente, el gas natural se utiliza para generar alrededor de una quinta parte de la electricidad.

Precio del gas en Europa

La última actualización de las cifras de reservas de gas en el Viejo Continente, difundida esta semana por la Agencia Internacional de la Energía (AIE), dibuja un panorama bastante oscuro. Las reservas están un 16% por debajo de la media de los últimos cinco años y son un 22% inferiores a la cantidad que había almacenada en octubre del año pasado. Los países del nord-oeste europeo son los que se encuentran en una situación más delicada: tienen cerca del 65% de la capacidad a las puertas de la época del año en que hay más demanda de consumo. Según la mayoría de expertos, esta cantidad será insuficiente si el invierno es igual de frío que el del año pasado.

En los Países Bajos, por ejemplo, algunos depósitos llevan meses sin recibir nuevas inyecciones. En el Reino Unido, que no tiene prácticamente capacidad de almacenamiento, seis distribuidoras han quebrado debido al brutal incremento del precio del gas que, en el mercado europeo y ante el incremento de la demanda, ha llegado a ser ocho veces superior al que se pagaba el año pasado. Si el precio del gas sube, evidentemente, también sube el de la electricidad: se calcula que por cada euro que incrementa el gas, aumenta en dos el precio de la electricidad en el mercado mayorista.

Dependencia energética

Pero si, en general, los otros años se llegaba a las puertas del invierno con las reservas de gas bastante llenas, ¿qué ha pasado este 2021? Hay varios factores que lo explican. Desde un incremento del consumo doméstico con un invierno, el de 2020, especialmente frío en Europa, y un verano con fuertes olas de calor que multiplicó el uso del aire acondicionado, hasta la recuperación constante de la producción industrial después del covid-19 o el notable aumento de los precios de las emisiones de CO₂, que favorecen el cambio del carbón al gas. Pero estos son los motivos circunstanciales. Después están los motivos de fondos que, probablemente, tienen más peso. 

La Unión Europea es el tercer consumidor de energía del mundo, después de China y Estados Unidos, pero tiene pocas reservas energéticas propias. Como consecuencia, la economía europea depende en gran medida de la importación de energía de otros lugares del mundo para cubrir su demanda, así que es altamente vulnerable a cualquier alteración de los mercados y de la política internacional. "Y la crisis del gas que estamos viviendo es un buen ejemplo de ello", dice Gonzalo Escribano, director del Programa de Energía y Cambio Climático del Real Instituto Elcano. Europa tiene que importar el 90% del gas que consume, y los dos grandes exportadores son Rusia y Argelia. Gasoductos de estos dos estados llegan a buena parte del Viejo Continente: el gas ruso se centra, sobre todo, en los países del nord-oeste del continente; el argelino tiene los países del sur –sobre todo España, Francia e Italia– como principales clientes. En menor medida, Noruega, Irán y Azerbaiyán también nutren de gas a algunos estados europeos. 

Una cañería de residuos de gas en los Países Bajos.

Este año los problemas han venido tanto de Argelia como de Rusia. El país norteafricano ha roto relaciones con Marruecos y, como consecuencia, tiene pensado no renovar el contrato que tiene con energéticas españolas y portuguesas por el gasoducto Magreb-Europa. ¿El motivo? Esta autopista de gas pasa por Marruecos antes de atravesar el estrecho de Gibraltar y adentrarse en territorio europeo. Si no hay un giro de acontecimientos antes de que caduque el contrato, el 31 de octubre, España se quedará sin un 25% de su suministro.

El rol de Rusia y China

Pero a escala continental, el rol de Rusia es mucho más decisivo. El país euroasiático suministra un tercio del gas a Europa y es, por lo tanto, el proveedor más grande de la región. Pero este año Moscú ha limitado sus exportaciones por gasoducto en tierras de la UE por varios motivos, como la elevada demanda interna o interrupciones de la producción por motivos técnicos. A pesar de que el Kremlin reitera que está cumpliendo los contratos que tiene firmados, desde Europa varias voces acusan a Vladímir Putin de retener de manera intencionada paquetes extra de gas para que suba de precio y así presionar políticamente a los gobiernos de la Unión Europea. Y es que Rusia presiona para poner en marcha el nuevo gasoducto Nord Stream 2, pendiente de la aprobación final y que, a través del mar Báltico, bombeará gas directamente a Alemania. Para Putin significaría multiplicar por dos el volumen que exporta a la UE, arrinconar a Ucrania y, sobre todo, tener todavía más poder energético, y por lo tanto político, sobre los grandes gobiernos europeos. Y precisamente esto último es lo que muchos no ven claro desde Europa y también desde Estados Unidos.

En este sentido, el ministro de Energía ruso, Aleksandr Nóvak, decía esta semana que acelerar la activación del Nord Stream 2 “suavizaría la crisis del gas para los estados europeos”. El Kremlin también llamó a la calma y, mostrando músculo energético, jueves aseguró que su país tiene suficiente potencial para incrementar el envío de gas a Europa durante el invierno.

Principales exportadores de gas

En un contexto como este, lo más normal sería que Europa intentara adquirir más gas a través de exportadores no tan habituales, como Estados Unidos, que producen más gas del que necesitan y donde los depósitos están a un buen nivel antes de la época de frío: solo un 7% por debajo de su media histórica.

Pero aquí es donde entra el otro gran factor que explica esta crisis: tal y como apunta Antonio Turiel, investigador al Instituto de Ciencias del Mar del CSIC, varios países asiáticos, especialmente China, Japón, la India o Pakistán, también van carecidos de gas y han emprendido una carrera a contrarreloj para incrementar sus reservas antes de que llegue el descenso de temperaturas. Estos países asiáticos, que después de años de crecimiento económico y demográfico empiezan a jugar un papel clave, son los que han acaparado los barcos de gas durante los últimos meses, y han dejado con pocas opciones a los estados europeos. ¿Por qué? Muy sencillo: pueden pagar un precio más alto. 

Nerviosismo entre gobiernos

Entre los gobiernos europeos la desazón es cada vez más evidente. Hay muchas cosas en juego. Hace unas semanas, el gobierno español propuso a Bruselas aplicar a la crisis energética un modelo de acción conjunta, similar al de la campaña de vacunación, que supondría aplicar un sistema colectivo para la compra de gas. La comisaria europea de Energía, Kadri Simson, prometió miércoles un plan para reformar el mercado del gas antes de que se acabe el año.

Junto con España, Francia, Grecia o la República Checa son los que presionan más. También Rumanía, que esta semana veía como caía el gobierno después de que saliera adelante una moción de censura. Uno de los motivos era el incremento del precio de la luz. En cambio, países como Bélgica, Finlandia, Suecia o Alemania creen que el encarecimiento del gas es puntual y reiteran que la solución es invertir en energías renovables. 

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