Israel mata al líder de Hezbollah en el bombardeo masivo sobre Beirut
Irán asegura que el asesinato de Hasan Nasrallah no quedará sin venganza y Netanyahu dice que "todavía queda trabajo por hacer"
BeirutRáfagas de disparos en el aire han resonado en Beirut después de que Hezbollah confirmara, a las 14.30 hora local, la muerte de su líder, Hasan Nasrallah, víctima de un ataque israelí con bombas antibúnker en la tarde del viernes. Después de los disparos, en toda la ciudad sólo se oía un silencio profundo, como si esperara a que alguien dijera algo. Las preguntas se acumulaban en la ciudad. Y en el país. Y en la región. Y quizá en el mundo. ¿Quién será el sucesor de Nasrallah? ¿Alguien se vengará de Israel por ese ataque inédito? ¿Aún debe llegar lo peor?
Nasrallah, un hombre carismático, ha dirigido a la milicia libanesa durante los últimos 30 años y su muerte es un durísimo golpe para la organización pero también para el eje encabezado por Irán. "[Nasrallah] Ha muerto como un gran mártir, un líder heroico, audaz, valiente, sabio, inteligente y fiel", expresaba Hezbollah en un comunicado. Israel ya había anunciado la muerte del líder a primera hora de la mañana. La milicia libanesa necesitó unas horas para confirmarlo.
Nasrallah, que tenía 64 años, a menudo era considerado el segundo al mando del llamado Eje de la Resistencia –la coalición antiIsrael liderada por Irán–, solo por detrás del líder supremo iraní, Ali Jamenei. Ahora Teherán se encuentra en la difícil tarea de reorganizar el brazo militar en Líbano, aunque las dudas persisten sobre las figuras de alto rango que sobrevivieron al ataque de Tel-Aviv del viernes, cuando una tonelada de explosivos va destruir su cuartel general en Beirut. De hecho, Jamenei convocó una reunión extraordinaria el sábado en Teherán, en la que se discutieron tanto las posibles represalias como la reorganización de las fuerzas de Hezbollah en Líbano.
Hasta ahora Hezbollah e Irán nunca se habían enfrentado a una situación de esta magnitud, y su reacción sigue siendo impredecible. Durante estos meses devastadores, Israel ha demostrado que ha estado preparando esta guerra durante casi dos décadas y que está dispuesto a cruzar todas las líneas rojas que sean necesarias. Sin embargo, de momento no ha recibido ninguna respuesta contundente desde Irán y sus aliados, que reiteran que la venganza llegará. "La sangre de Nasrallah no quedará sin venganza", aseguró el líder iraní Jamenei.
Pero ahora mismo parece inevitable que Hezbollah reaccione con fuerza. Si no lo hiciera, el eje iraní quedaría muy debilitado. El bucle que puede venir después de esto sería terrorífico. "Si Hezbollah responde con cientos o miles de misiles de alta precisión, Israel lanzaría una represalia aún más devastadora que podría convertir los suburbios del sur de Beirut en una segunda Gaza", advierte al ARA el coronel retirado Hadi el Khoury.
La insistencia de Israel
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ya advirtió el viernes durante su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas que todavía tienen trabajo por hacer. Pese a los llamamientos internacionales a un alto el fuego en Líbano y en Gaza, el mandatario aseguró que seguirá atacando a Hamas y Hezbollah: "Vamos a seguir atacando a Hezbollah hasta que consigamos nuestros objetivos". Poco después de ese discurso, Tel-Aviv lanzaba el ataque masivo contra el cuartel general del grupo libanés, a las afueras de Beirut, que acabaría provocando la muerte de Nasrallah. El gobierno israelí, de hecho, envió ayer a la prensa una fotografía del momento en que Netanyahu daba personalmente la orden de asesinar a Nasrallah, acompañado de sus asesores militares, desde Nueva York.
Netanyahu no ha cambiado su mensaje este sábado, en un discurso televisado a la nación: "Esto ha sido un gran éxito, pero todavía nos queda trabajo por hacer". Y ha añadido: "No hay ningún lugar en Irán o Oriente Medio donde no llegue el largo brazo de Israel, y eso hoy se ha vuelto a demostrar". Horas antes, el ministro de Defensa del país, Yoav Gallant, había justificado el asesinato responsabilizando al líder de Hezbollah del asesinato de miles de israelíes, tanto civiles como militares.
El bombardeo del viernes por la tarde contra el cuartel general de Hezbolá ha sido el peor ataque desde que comenzó la ofensiva israelí contra Hezbolá. La aviación israelí lanzó una ola de bombas antibúnker, de una tonelada de explosivos, que sacudieron el distrito de Dahieh, al sur de la capital libanesa, y mataron al menos a seis personas e hirieron a 91. También destruyeron al menos seis edificios de viviendas y cientos de vecinos se han quedado sin hogar. Este sábado por la mañana continuaban acampados por las calles sin lugar donde refugiarse. Este domingo, Israel reivindicaba otra muerte de otro alto comandante de Hezbolá. Tel Aviv aseguraba que Nabil Qaouk, comandante de la unidad de Seguridad Preventiva de la organización chií, habría perdido la vida en un bombardeo el sábado en los suburbios del Dahiye, en el sur de Beirut.
La desesperación de los libaneses
Mientras, la nación libanesa, ya sumida en una profunda crisis económica y política casi eterna, se encuentra ante un conflicto de consecuencias difíciles de predecir. La situación sobre el terreno es crítica. Miles de personas han huido de los suburbios del sur de Beirut, sobre todo del barrio de Dahieh. Cientos de desplazados han buscado refugio en la plaza de los Mártires, en el corazón de la ciudad. El miedo y la frustración se reflejan en sus caras. "¿Dónde está Occidente para frenar esa masacre?", gritaba este sábado una mujer desesperada al ver a los periodistas. Otro hombre, con manos temblorosas, clamaba: "Quieren exterminarnos".
El temor a que Beirut siga el mismo patrón de destrucción que Gaza crece. El ambiente en las calles está cargado de pesimismo. Hasta hace poco muchos libaneses veían con recelo los enfrentamientos en la frontera, con la esperanza de que no se extendieran. Esa esperanza se ha desvanecido.
El conflicto ya ha desplazado a cientos de miles de personas. Esta nueva ola se suma a los 100.000 libaneses que abandonaron su casa, en el sur del país, tras los primeros enfrentamientos de hace casi un año. En una nación que lleva dos años sin presidente y que tiene un gobierno paralizado, las instituciones apenas logran dar respuesta a la crisis humanitaria, que se agrava.
La falta de control del gobierno libanés sobre Hezbollah está empujando al país hacia el abismo. La sombra de un conflicto regional a gran escala ya no es sólo una amenaza, sino una realidad inminente que podría consumir Líbano y arrastrar a todo Oriente Medio hacia un nuevo período de guerra.