La extrema derecha de Israel se envalentona y se rebela incluso contra el ejército

El asalto contra dos bases militares por defender a soldados acusados ​​de graves abusos contra palestinos exhibe la impunidad y el impulso de grupúsculos extremistas

El CairoMientras todo el mundo estaba pendiente de la última escalada de tensión en la frontera con Líbano, el lunes parte de Israel le vio las orejas al lobo que hace tiempo que alimentan. Decenas de manifestantes, algunos enmascarados y armados, asaltaron un centro de detención en una base del ejército, la institución mejor valorada del país, a raíz del arresto de nueve soldados acusados ​​de abusos sustanciales, incluida sodomía forzada, de un detenido palestino. En la protesta, además, participaron, vestidos y encorbatados, algunos ministros y diputados de extrema derecha.

Poco después, cientos de personas replicaron la escena en otra base del ejército donde se encuentran los tribunales militares y donde habían sido trasladados los reservistas detenidos. Allí, los alborotadores se enfrentaron a la policía militar ya soldados, a los que acusaban de traición. Algunos de los que tomaron parte en el asalto lucían el logotipo de una de las unidades militares responsables de custodiar a detenidos gazatinos en la primera base, según medios locales.

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Los disturbios fueron condenados por el ejército, la oposición y una parte minoritaria del gobierno, mientras que el primer ministro, Benjamin Netanyahu, se situó más bien de perfil. Sin embargo, los hechos han vuelto a exhibir algunos miedos de Israel, que durante mucho tiempo ha hecho la vista gorda, o directamente ha hecho el juego, al auge de la extrema derecha, incluso en el seno de el ejército y de la policía, mientras ésta dirigía violencia y odio contra los palestinos. Ahora, en cambio, presencian con angustia cómo el lobo empieza a mirarlos a los ojos también a ellos.

El campo de prisioneros de Sde Teimán, donde tuvieron lugar los abusos que desencadenaron los hechos, lleva meses situándose en el ojo del huracán por graves violaciones de derechos humanos. Miles de gazatines, algunos miembros de Hamás pero la mayoría civiles, incluidos menores, fueron trasladados a la base, donde fueron recluidos en secreto, sin cargos, ni acceso a un abogado, ni juicio, y en condiciones deplorables, según documentaron grupos defensores de los derechos humanos.

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Violaciones de derechos humanos e impunidad

Al menos 53 detenidos palestinos han fallecido desde octubre en instalaciones militares y prisiones israelíes, y los que han salido han denunciado haber sido recluidos desnudos o con pañales y los ojos vendados. También denuncian privación de alimentos, sueño y agua, amputaciones y extracciones de balas sin anestesia y violencia sexual y torturas: violaciones, descargas eléctricas, quemaduras, ahogamientos, ataques con perros, ataduras de manos y suspensiones del techo.

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“Lo que ha pasado es que ha habido un caso tan horrible que quienes lo hicieron han sido detenidos. Pero en realidad ellos creían que lo que hacían estaba bien, porque eso era lo que entendían, y lo entendían correctamente, porque a la sociedad israelí le da igual lo que ocurre en este campo”, señala al ARA el comentarista político israelí Ori Goldberg.

Las violaciones de Sde Teimán han tenido lugar a la sombra de la impunidad generalizada que está acompañando a los crímenes de soldados israelíes en Gaza. La plana mayor del ejército ha demostrado ser consciente de haber perdido en parte el control, aunque, por defecto, opta por guardar silencio. Estas violaciones, además, han ocurrido en medio de posibles crímenes de hambre, destrucción de infraestructura sin justificación operativa, desplazamientos forzosos de población y un uso desproporcionado de violencia que apuntan a altos cargos militares y civiles.

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Pero más que en Gaza ha sido en ataques y en pogromos contra palestinos de la Cisjordania ocupada cuando más evidente ha sido la creciente coordinación entre algunos sectores del ejército y grupos extremistas de colonos judíos cada vez más poderosos y con estructuras propias de milicias. Estos grupos, además, han contado con el amparo religioso de salpicadero, que también han llegado a ofrecer su justificación sacra a ataques contra el ejército en algunos supuestos.

La policía, en el punto de mira

Otro cuerpo en el punto de mira a raíz de los disturbios en Sde Teiman y Beit Lid es la policía, que depende del ministro de extrema derecha Itmar Ben Gvir. Medios israelíes citaron fuentes del cuerpo que denunciaron que durante los hechos no hubo órdenes claras para actuar, y no se produjeron detenciones pese a que algunos de los alborotadores son conocidos por la policía.

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La investigación de nueve soldados de rango menor por abusos cometidos en el infame centro de Sde Teimán ha sido igualmente criticada como una nueva teatralización del ejército israelí, que periódicamente intenta mostrar al mundo que su cadena de mando y sus mecanismos de rendición de cuentas funcionan, pese a haberse documentado ampliamente que la gran mayoría de crímenes no se investigan debidamente y quedan impunes. Pero algunos entienden que ahora la cada vez más poderosa extrema derecha israelí no quiere ni amargarse.

“La razón por la que [el ejército] ha decidido investigarlo [ahora] tiene menos que ver con una lucha contra acciones ilegales y la cultura de la violación de los guardias de prisiones y más con las presiones que Israel está recibiendo por parte del Tribunal Penal Internacional, [que] le exige que demuestre que su sistema jurídico puede investigar posibles crímenes”, apunta Goldberg.

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