El nuevo Oriente Medio que se imagina (y está consiguiendo) Netanyahu

El debilitamiento de sus milicias aliadas ha dejado solo a Irán, en el escenario que deseaba Netanyahu

Benjamin Netanyahu da una rueda de prensa desde un edificio bombardeado por Irán.
29/06/2025
4 min

BeirutCon Irán debilitado después de doce días de guerra directa con Israel y forzado a aceptar un alto el fuego después de una demoledora ofensiva aérea de Estados Unidos contra sus instalaciones nucleares, el equilibrio de poder en Oriente Medio ha cambiado de forma drástica. Desde el inicio de la guerra en Gaza, el 7 de octubre de 2023, Benjamin Netanyahu había proyectado desarticular el sistema de milicias proiraníes, golpear el núcleo del régimen iraní y consolidar una ventaja estratégica regional.

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Sin necesidad de una invasión terrestre, Israel ha atravesado una línea que durante años se había evitado: bombardear directamente territorio iraní, con ataques de precisión sobre instalaciones militares y nucleares en Esfahán y Natánz. "Fue una operación quirúrgica que dejó claro que la doctrina de contención ya no era suficiente", afirma George el Khoury, analista militar de la Universidad Americana Libanesa (LAU). El régimen iraní, que durante dos décadas había construido una red de milicias para presionar a sus enemigos sin asumir el coste de un conflicto abierto, se ha visto obligado a recalcular su estrategia. Su red de aliados –Hezbollah, los houthis, las milicias chiítas iraquíes– está hoy silenciada, fragmentada o en retirada.

Puede parecer que es Donald Trump quien se lleva victoria mediática, pero, según El Khoury, "fue Israel quien diseñó y ejecutó el golpe más preciso al atacar el corazón del sistema militar iraní sin necesidad de pisar su territorio". El objetivo principal de Netanyahu de neutralizar el llamado Eje de la Resistencia –las milicias financiadas por Irán– se ha cumplido. Hezbollah, pilar tradicional del eje proiraní, ha quedado visiblemente debilitado. Tras casi un año de enfrentamientos con Israel, ha perdido mandos clave, parte de su infraestructura militar y, lo más significativo, ha optado por un silencio inédito. "Está demasiado desgastado para abrir otro frente", explica El Khoury. El sur del Líbano ya no está militarizado y el grupo ha dejado claro, al menos por ahora, que no prevé reanudar las hostilidades.

En el ámbito social, su imagen también ha sufrido. Ya no es visto como "garante de la resistencia", ni siquiera por sus propios seguidores. El 23 de junio, el comité de compensación de Hezbollah suspendió todos los pagos a los damnificados, alegando la escalada del conflicto. "Su fuerza social se derrumba, reflejo de una dependencia creciente de fondos externos que no llegan", añade El Khoury.

En Irak, las milicias chiíes han optado por la prudencia. Pese a la proximidad ideológica con Teherán y el historial de ataques a intereses occidentales, han evitado implicarse en el enfrentamiento. "Disfrutan de poder político, acceso a fondos públicos y una relativa estabilidad, y no quieren arriesgarlo", apunta un experto citado por el Washington Post. Hoy, integradas en la estructura estatal, prefieren consolidar lo ganado sin disparar ni un solo proyectil.

Los houthis en Yemen son los únicos que han mantenido una cierta actividad militar. Durante los días previos al alto el fuego arrojaron misiles y drones hacia Israel, aunque casi todos fueron interceptados. El impacto fue mínimo y más simbólico que estratégico. Su capacidad ofensiva ya estaba mermada por los bombardeos de Estados Unidos y del Reino Unido sobre sus posiciones en el mar Rojo.

En Siria, la caída del régimen de Bashar el Asad también ha cambiado el mapa. Damasco fue durante años un corredor clave para la logística militar iraní. Hoy, con nuevas autoridades islamistas y la presencia todavía activa de grupos radicales suníes, esta ruta está cortada. El aislamiento regional de Irán se acentúa.

Agotamiento económico

Este repliegue responde no sólo al golpe militar, sino también al agotamiento económico. Teherán ha invertido miles de millones en sostener a sus aliados. "Irán no renuncia a su estrategia regional, pero sabe que necesita tiempo para reponerse", explica Nicole Grajewski, investigadora del Carnegie para Oriente Medio. Lo que existe ahora, dice, "es una pausa táctica, no un cambio ideológico". Netanyahu, por su parte, ha logrado traducir su visión estratégica en hechos. "No buscaba solo acabar con Hamás o contener a Hezbollah", señala Grajewski. "Quería rediseñar la arquitectura de seguridad de la región y romper la red de intermediarios que Irán había construido durante décadas".

Irán ha perdido buena parte de su capacidad de presión indirecta y su estrategia de disuasión regional ha quedado expuesta. Aunque la red de milicias proiraníes no ha sido completamente desmantelada, su capacidad de actuar ha quedado fuertemente reducida. A corto plazo, Teherán dispone de pocos instrumentos eficaces para responder más allá de mantener una presencia simbólica y esperar a recomponer su posición en un contexto más favorable.

Israel busca ahora consolidar lo que ha ganado y evitar que el vacío dejado por sus enemigos se transforme en una nueva amenaza. Y para Trump, el reto es transformar su intervención militar en un éxito diplomático real con un acuerdo nuclear con Irán. Lo que está claro es que el equilibrio de poder en Oriente Medio ha cambiado de forma visible. Irán ha perdido capacidad de intimidación y su estrategia de guerra indirecta ha quedado al descubierto.

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