Siria

El nuevo Parlamento de la nueva Siria: más tecnócratas que islamistas y casi ninguna mujer

El mapa político sirio comienza a perfilarse al día siguiente de las primeras elecciones después de la caída del régimen

06/10/2025

DamascoAl día siguiente de las elecciones parlamentarias sirias, celebradas en un clima de calma y sin sobresaltos, el nuevo mapa político comienza a perfilarse. Los resultados muestran, sobre todo, la continuidad del poder central disfrazada de renovación: predominan tecnócratas cercanos a las autoridades y figuras conservadoras locales, mientras que los partidos políticos legales y las corrientes opositoras siguen ausentes y prácticamente invisibles.

En Damasco, ningún escaño se lo ha llevado una mujer. A nivel nacional, apenas un 3% de los escaños elegidos serán ocupados por mujeres, mientras que 14% de las candidaturas eran femeninas. La gran incógnita es ahora si el presidente Ahmad Al Sharaa utilizará su poder de nombramiento para compensar este desequilibrio o si la cámara se mantendrá prácticamente masculina, lo que reflejaría un sistema que sigue excluyendo a la mitad de la población.

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No se votó en regiones como Raqqa, Hasaka o Suwayda, donde el proceso se ha pospuesto por razones de seguridad. Estos distritos quedan, de momento, fuera de la representación parlamentaria –un reflejo de la fragmentación territorial que todavía marca el país y que pone en evidencia la dificultad de afianzar una política nacional inclusiva–. En la práctica, esto refuerza la percepción de que el proceso electoral sirve más para proyectar legitimidad que para generar participación real.

En los pasillos de uno de los comités locales que seleccionan los dos tercios de los diputados, un miembro organizador describe el proceso como un "momento inédito": "Hemos intentado que todos los sectores estén representados –médicos, ingenieros, docentes–. Es la primera vez que muchos de estos perfiles dan el salto. Sin embargo, la mayoría de los elegidos mantienen estrechos vínculos con las autoridades, lo que plantea dudas sobre la independencia de la nueva cámara.

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El Bilal, médico de formación y uno de los elegidos, asegura: "Durante mucho tiempo, este país ha sido gobernado por lógicas cerradas. Hoy sentimos que hay espacio para ideas nuevas y formas de trabajo diferentes. No será fácil, pero al menos se abre una puerta". La declaración suena prometedora, pero fuera de los círculos políticos, la sensación es de desconexión y desconfianza generalizada.

En un café del casco antiguo de la capital, un vecino de edad media comenta: "La gente quiere dignidad, honestidad y que alguien piense en nosotros, no sólo en los suyos". Una estudiante universitaria resume el sentimiento de muchos jóvenes: "No sé quién se presentó para mi distrito ni qué ideas tienen. No hubo debates ni información clara. Me siento excluida". En los barrios populares, el escepticismo es aún más evidente. Un hombre sentado en la entrada de su edificio lamenta: "No sé nada, ni quién ha ganado aquí. Nadie nos dice nada. Y eso me preocupa".

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Un lavado de cara que escenifica la modernización de las instituciones

El nuevo Parlamento combina rostros conocidos del sistema con tecnócratas independientes y algunas figuras locales con peso comunitario. Las minorías religiosas mantienen su cuota de representación en regiones como la costa o partes de Homs aunque sin avances significativos. La balanza entre islamistas y tecnócratas se inclina hacia estos últimos, lo que analistas interpretan como un intento del régimen de proyectar una modernización institucional sin alterar las bases del poder real. Los islamistas vinculados a estructuras tradicionales han reducido su margen de maniobra, especialmente en las zonas urbanas bajo el firme control de Damasco.

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El tercio de diputados que designará directamente la Presidencia podría reconfigurar el equilibrio interno, aunque los márgenes de autonomía real siguen siendo limitados. El cuarto tendrá un mandato de treinta meses, hasta que se convoquen elecciones con voto directo. La verdadera prueba no será la composición de esta asamblea, sino si este proceso abre espacios reales de participación o si todo queda bajo el control de un sistema cerrado y un de facto que sigue definiendo las reglas del juego.

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En las calles, las expectativas son modestas: trabajo, servicios básicos y representantes que escuchen. En los despachos, el discurso es técnico y modernizador. Entre estas dos realidades se jugará el alcance real de esta asamblea: si será una vía de cambio o simplemente una continuidad disfrazada con caras nuevas, lo mostrarán en los próximos meses.

Mientras tanto, Siria inicia su nueva legislatura parlamentaria entre la esperanza prudente de aquellos que ven una oportunidad de renovación y el escepticismo de quienes perciben que la política formal sigue lejos de sus vidas, y que la verdadera toma de decisiones sigue concentrada estrictamente en el ejecutivo.