Entre milicias e inversores: el tenso equilibrio de Al Sharaa en la Siria post-Asad
Según estimaciones del Banco Mundial, el país necesita entre 250.000 y 400.000 millones de dólares para una reconstrucción completa
BeirutHan pasado seis meses desde la caída de Bashar el Asad y Siria sigue atrapada entre la esperanza y el colapso. Ahmad al Sharaa, ex líder de la milicia de Hayat Tahrir al Sham, encabeza ahora un gobierno provisional que intenta dar estabilidad a un país devastado. Aunque no tiene legitimidad constitucional, cuenta con cierto apoyo internacional y ha enfocado sus esfuerzos en romper el aislamiento diplomático y atraer inversiones para impulsar la reconstrucción.
El impulso más importante ha venido del exterior. En marzo Estados Unidos y la Unión Europea anunciaron el levantamiento parcial de las sanciones, acondicionado a avances concretos en seguridad y una hoja de ruta política. Si bien las medidas sólo afectan a sectores como la energía, el transporte y la reconstrucción civil, ha bastado para despertar el interés de países del Golfo. Qatar ha sido el primero en actuar, con una promesa de inversión de 7.000 millones de dólares en infraestructuras energéticas, incluyendo una planta solar y dos centrales térmicas en Homs y Latakia. Arabia Saudí, más cauteloso, ha ofrecido asistencia financiera directa al estado para sostener el pago de salarios públicos y frenar el deterioro institucional.
A pesar de estos anuncios, el reto es descomunal. Según estimaciones del Banco Mundial, el país necesita entre 250.000 y 400.000 millones de dólares para una completa reconstrucción. Dos tercios de los hospitales siguen fuera de servicio, el sistema eléctrico funciona apenas al 20% de su capacidad y millones de personas siguen desplazadas. Ningún capital extranjero resolverá ese vacío a corto plazo, especialmente sin garantías legales y estabilidad política.
El gobierno ha intentado ofrecer señales de apertura. BUILDEX 22, la feria internacional de construcción celebrada en mayo en Damasco, sirvió como escaparate del nuevo discurso oficial. Participaron más de 700 empresas, 250 extranjeras, y se anunciaron acuerdos por unos 1.500 millones de dólares. Pese al entusiasmo oficial, pocos contratos se han formalizado. Las compañías interesadas exigen transparencia, normas claras en las pujas y una administración pública menos opaca.
La integración de combatientes en el ejército
En el ámbito político, Al Sharaa ha optado por no desmantelar las estructuras heredadas del Antiguo Régimen. Ha mantenido gran parte de la burocracia civil y el aparato policial. El problema más urgente sigue siendo el control de las armas. Esta semana, el gobierno ha anunciado que formalizará la integración de unos 3.500 ex combatientes yihadistas extranjeros en el Ejército Sirio Libre, dentro de la nueva 84 división. La mayoría son uigures que pertenecieron a grupos como Hayat Tahrir al-Sham o el disuelto Partido Islámico del Turquestan. La medida ha contado con el apoyo de Estados Unidos, que condiciona su apoyo a un proceso transparente y supervisado.
Turquía, que históricamente protegió a parte de estos grupos, se mantiene en silencio. China, en cambio, ha protestado abiertamente: considera que consolidar combatientes uigures en una estructura militar formal es una amenaza directa a su seguridad nacional.
La situación en el noreste, durante años fuera del control de Damasco, ha empezado a reconfigurarse. En marzo, el gobierno interino de Ahmad al Sharaa y las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), lideradas por milicias kurdas, firmaron un acuerdo para integrar a las instituciones civiles y militares del noreste dentro de la estructura estatal. El pacto prevé la disolución de las estructuras autónomas kurdas, la paulatina incorporación de combatientes de las FDS al nuevo ejército nacional y el retorno del control estatal sobre infraestructuras estratégicas como los pasos fronterizos, los yacimientos de petróleo y los aeropuertos. A cambio, el gobierno ha reconocido formalmente los derechos civiles y políticos de la población kurda y ha abierto un canal de representación directa en el futuro proceso constituyente. Aunque el pleno cumplimiento del acuerdo está pendiente, el avance supone un giro significativo después de años de bloqueo.
A pesar de estas tensiones, el gobierno ha evitado el colapso total. Ha logrado estabilizar la libra siria, reactivar tímidamente el comercio con Líbano, Irak y Jordania y restaurar servicios básicos en ciudades como Alepo y Damasco.
Sin embargo, el futuro sigue siendo incierto. La caída de Al Asad no ha traído un nuevo orden, sino una transición ambigua. La figura de Al Sharaa, surgida del islamismo armado y ahora al frente del estado, afronta una doble presión. Debe mantener la estabilidad interna y responder a una comunidad internacional que exige resultados rápidos. Su margen de maniobra dependerá de su capacidad para equilibrar intereses locales, expectativas externas y la paciencia de una población exhausta después de más de una década de guerra.