"Pensábamos que mi marido sólo estaba herido, pero acabó desangrándose": el éxodo de una familia kurda en Siria

Más de 120.000 personas acaban de sufrir el segundo desplazamiento forzoso en menos de siete años en el norte del país

David Meseguer

Hasakah (Kurdistán sirio)Hace menos de un mes, los Mursid empezaron su éxodo hacia el exilio siendo tres, pero sólo llegaron a destino dos. Era la segunda vez en menos de siete años que esta familia kurda de Siria debía empaquetar toda una vida a toda prisa, subir al coche y apretar el acelerador hacia un destino incierto. "Viajábamos mi marido, mi hija pequeña y yo cuando, de repente, cuatro hombres armados se abalanzaron sobre el vehículo al grito de "Alá es mayor". Enseguida, mi hija y yo bajamos del coche , pero mi marido, ante el miedo a que se lo llevaran y le torturaran porque era trabajador de la administración kurda, se disparó un disparo con el arma que llevaba", recuerda aquejada Ayrin, aún en estado de choque.

"En un primer momento, pensábamos que sólo estaba herido y que conseguiríamos llevarlo al hospital, pero acabó desangrándose", explica al ARA esta mujer kurda originaria de la región de Afrin, al norte de la provincia de Alepo, flanqueada por tres de sus cuatro hijas. La familia Mursid se vio obligada a abandonar esta zona de mayoría kurda en marzo de 2018 a consecuencia de la ofensiva militar conjunta de Turquía y rebeldes sirios financiados por Ankara. Según el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos, más de 300.000 personas se vieron obligadas a desplazarse. La mitad se instalaron en la región de Shehba, encajonada entre Afrin y la ciudad de Alepo.

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En ese momento, dos de las hijas decidieron marcharse a la zona de Hasakah para poder estudiar, otra emigró a Alemania, mientras que el matrimonio y la hija pequeña, que ahora tiene 18 años, se quedaron en Shehba. Allí, Ebdulrihman, antiguo profesor de secundaria, continuó realizando tareas de coordinación delasayish—la policía kurda— hasta que el pasado 1 de diciembre, de nuevo, rebeldes sirios a las órdenes de Turquía los echaron aprovechando la ofensiva militar que derribó al régimen de Bashar el Asad.

Refugio en el este del Éufrates

Si no hubiera pasado el trágico suceso, Ebdulrihman pudo continuar con su familia el éxodo que cerca de 120.000 personas emprendieron hacia el este del Éufrates, según datos de la Administración Autónoma Democrática del Norte y Este de Siria (AADNES), el autogobierno liderado por los kurdos que controla amplias regiones en la orilla oriental del río en las provincias de Raqqa, Deir Ezzor y Hasaka.

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Esta cifra forma parte de las 728.000 personas que, según la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) en Siria, continúan desplazadas internamente desde que la coalición insurgente inició la ofensiva para derribar al gobierno sirio el 27 de noviembre. Por otra parte, la misma oficina indica que alrededor de 421.000 desplazados han podido regresar a su casa, principalmente en las provincias de Hama y Alepo.

"Lo primero que hemos hecho con urgencia es proveer a los desplazados de un lugar donde guarecerse; por este motivo hemos tenido que parar las clases en algunas escuelas para facilitarles un techo. Desgraciadamente, esta decisión nos ha permitido solucionar un problema, pero al mismo tiempo hemos creado uno nuevo", señala preocupado Mishlib Turkan, corresponsable del Consejo Ejecutivo del Cantón de Raqqa, órgano dependiente de la administración autónoma.

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En el punto álgido del éxodo de los kurdos procedentes de Shehba, 186 de las 530 escuelas ubicadas en las regiones de Tabqa y Raqqa suspendieron el curso para acoger a los desplazados, lo que afectó a 184.840 estudiantes. "Actualmente, en Raqqa hay 20.000 desplazados, 11.000 alojados en la ciudad y 9.000 en campos", indica Mishlib Turkan. "La gran mayoría son kurdos, pero también hay árabes de Manbij que tienen algún vínculo con AADNES", añade el político.

Con muy pocas ONG sobre el terreno, es el autogobierno kurdo quien se encarga de proveer a los recién llegados de ropa y comida, y cubrirles las necesidades básicas. "Necesitamos construir centros donde puedan vivir, placas solares para generar electricidad, aseos e infraestructura de agua potable, y para ello se necesitan trabajadores calificados. También son necesarias mantas y gasóleo para combatir las bajas temperaturas", detalla Turkan.

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Donde esté la tumba del padre

Desde la provincia de Raqqa, miles de kurdos han continuado su exilio hacia ciudades sirias de mayoría kurda como Amude, Qamishli o Hasakah. En esta última población es donde los Mursid han enterrado al padre y han establecido su residencia de forma temporal . "Claro que nos gustaría volver a Afrin, pero resulta imposible en la situación actual", dice Jindar, una de las hijas, de 26 años y recién graduada en ingeniería agrícola por la Universidad de Rojava.

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El pragmatismo de esta chica pone realismo a las declaraciones optimistas que recientemente hizo el líder del gobierno interino sirio y del grupo islamista Hayat Tahrir al Sham (HTS), Abu Mohamed al Julani, en el que afirmaba que pronto los refugiados y desplazados, también los de Afrin, podrían regresar a sus casas. "Mientras Hasakah sea un lugar seguro nos quedaremos porque es donde está la tumba de nuestro padre", dice Jindar.

La joven explica que el entierro fue multitudinario, con gran asistencia de profesores del todo el Kurdistán sirio. "Antes de la guerra él era docente. Al enterarse de su muerte, sus antiguos alumnos repartidos por toda Siria y Europa nos enviaron cientos de mensajes de pésame. Le tenían mucho cariño porque les hablaba como un padre, no como un profesor", comenta la joven antes de prepararse para ir al cementerio con su madre y sus hermanas. "Vamos cada jueves sobre las cinco de la tarde. Llevamos velas y le explicamos qué hemos hecho durante la semana. Solo muere quien se olvida", concluye emocionada Jindar.

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