Procesión triste en la morgue de Damasco

Familiares de sirios desaparecidos intentan identificar sus cadáveres en una nueva Siria post-Assad

Enviado especial a Damasco (Siria)La primera interacción que tengo con uno de los rebeldes sirios que ha derribado al régimen de Bashar el Asad es decepcionante. Acabaremos hablando de fútbol.

–Hola –le saludo.

–Hola.

–Soy periodista

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–¿De dónde?

–De Barcelona.

–Barça.

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–¿Eres del Barça? –le pregunto.

–Sí

El miliciano va vestido de camuflaje y lleva de complemento a un kaláshnikov. Barba y cigarrillo. Da la sensación de que no tiene claro si puede hablar con la prensa. Quizá sea demasiado pronto para saberlo. Sólo hace cinco días que Siria es una nueva Siria. El país está en construcción. Es difícil interpretar lo que se está construyendo.

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Es más fácil interpretar de dónde se viene. Se viene de un lugar muy oscuro, oscurísimo.

El miliciano del Barça está palplantado en la puerta del Hospital Al-Moujtahed, uno de los mayores de Damasco. En el interior, ayer, se producía una escena de horror.

En la morgue del hospital, trece cadáveres estaban estirados en el suelo. No es necesario describir con exactitud el estado de los cuerpos. Tampoco el olor que hacía la habitación. El estado de descomposición era avanzado y tenían signos de violencia. Eran trece hombres que habían desaparecido durante el eterno mandato de Al Asad. Supuestamente, habían sido aislados en una de las prisiones del régimen, probablemente en la más horrorosa, Sednaia. Los trece cadáveres los encontraron porque se encontraban en un hospital militar cuando el régimen cayó, el pasado domingo. Estaban a la espera de ser enterrados en una fosa común, anónima, perdida. Estaban a punto de desaparecer. No se sabe cuántos prisioneros han muerto y desaparecido en las últimas décadas. No se sabe cuántas fosas comunes están repartidas por Siria después de más de cincuenta años de dictadura y trece de guerra civil inhumana.

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Tampoco se sabe la identidad de los trece hombres. La morgue está abierta a visitas para intentar identificarlos. La procesión de personas que entraban era una estampa tristísima. Eran familiares de hombres desaparecidos durante el régimen. Iban a comprobar si esos cadáveres eran los suyos. Hasta ahora no habían podido hacerlo. Algunos familiares no habían podido ir y habían enviado a un conocido para que les hiciera una videollamada desde el interior enfocando los cadáveres. Otros hacían fotos. Había niños acercándose a pocos centímetros de la muerte. Había una mujer que vomitaba al salir. Había el llanto de muchas madres de desaparecidos que llevaban las fotos de sus hijos en la pantalla del teléfono móvil. Sólo hay algo peor que la muerte de un ser querido: la incertidumbre de una muerte evidente, pero no confirmada.

"Maldeixo Asad. ¿Me siento? Maldigo a Asad", gritaba un hombre que salía llorando del depósito. Era un taco. Probablemente también era la primera vez en su vida que había podido maldecir al régimen en público.

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"¿Sois periodistas? ¿Nos puede ayudar?", nos preguntaba una mujer que buscaba a su hijo. Lo habían hecho desaparecer en el 2013. Tenía 20 años. Un superviviente de la cárcel de Sednaia le había visto vivo en el 2015. Desde entonces, ningún rastro.

Desde el lunes, algunos supervivientes de las cárceles se acercan a los hospitales para intentar reconocer cadáveres. Ayer un expresonero llegó al depósito e hizo un rápido reconocimiento. No identificó a nadie. A él era fácil identificarle: su tono de piel era palidísimo y cojeaba de una pierna. ¿Cuánto tiempo hacía que no le daba el sol? El aislamiento absoluto al que el régimen sometía a los prisioneros, en la mayoría de los casos opositores políticos, hizo que muchos enloquecieran.

Tiempos inciertos

"Siria es sobre todo un país traumatizado", me decía un hombre sirio que, en otra vida, fue oftalmólogo.

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–Como Asad –le subrayo.

–No, él era un puto carnicero.

Todo ha ido muy deprisa en los últimos días en Siria. para reactivar la guerra e ir conquistando territorio hasta tomar el control de Damasco. El régimen caía de forma sorprendente y Al Asad y su familia huían a la Rusia de Vladimir Putin. El país se abría a una nueva era impensable. Los rebeldes han creado un gobierno de transición y prometen construir una Siria más conciliadora. Ayer presentaban sus primeros objetivos: recuperar la seguridad en el país, mejorar los servicios básicos y subir los sueldos públicos. Los rebeldes de HTS son considerados un grupo yihadista que había estado vinculado a Al Qaeda. Para muchos sirios, son ahora los héroes que los han liberado.

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"Share the good times[ [comparte los buenos momentos], leía en un cartel publicitario de gominolas situado en la carretera que une la frontera libanesa con Damasco. El eslogan ya existía durante la época de los Asad, pero ahora toma un nuevo significado. El siguiente cartel no era publicitario. Era un retrato de Bashar el Asad, destrozado. El siguiente, otra estampa de Al Asad, incendiada. El tercero, otro cartel de los Asad, arrancado. El cuarto, un mural donde aparecen Bashar el Asad y Putin, rasgados.

En el arcén de la carretera había decenas o cientos de uniformes militares abandonados. Eran soldados del régimen que, al ver el avance de los rebeldes, se desnudaron para desertar y camuflarse entre los civiles. Los interminables checkpoints que antes ocupaban aquellos soldados, ahora les ocupan milicianos vestidos de civil que sonríen cada vez que dejan pasar un vehículo. Tres milicianos jovencísimos se hacían fotos con su smartphone junto a un tanque que antes era del régimen. Reían. Share the good times.

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Anoche alguien lanzaba fuegos artificiales al cielo del centro histórico de Damasco. Una mala idea en una ciudad que ha sufrido tanta guerra. El ruido de los petardos es fácil de confundir con el de las bombas. Horas antes aviones israelíes habían vuelto a bombardear las afueras de la capital. Tel Aviv asegura que los ataques sólo tienen como objetivo destruir las capacidades militares que abandonó el régimen de Al Asad.

El eslogan, en Siria -y en Oriente Medio-, debería ser otro: Share uncertain times [comparte los tiempos inciertos].