Sigue siendo Navidad en la Siria de los barbudos

La comunión de los sirios con el nuevo gobierno de HTS es total, aunque algunos temen por el futuro de las minorías

Dos milicianos del HTS, que derribaron el régimen de Asad, en una mezquita de Damasco.
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Enviado especial a Damasco (Siria)La tradición dice que en Navidad ocurren cosas mágicas, inesperadas. Bashar el Asad quizás también lo piensa estos días desde algún punto secreto de Rusia.

"Christmas in progress" [Navidad en proceso], anunciaba hace unos días la empresa que organiza el mercado navideño de Damasco. En un vídeo en Instagram, mostraba operarios acabando de montar las instalaciones. Era el 27 de noviembre. En aquellos momentos, en Siria también había otra cosa in progress. Los rebeldes de Hayat Tahrir al Sham (HTS) estaban a punto de lanzar una ofensiva que, a ritmo allegro, iría tumbando las grandes ciudades de la Siria de Al Asad. El desenlace ya lo saben: Damasco cayó hace una semana, Bashar el Asad huyó con su amigo Putin y ahora, en la nueva Siria, la autoridad son los milicianos rebeldes.

Ayer no había nadie en el Damascus Christmas Market. La entrada la custodiaban dos combatientes de HTS. "¿Periodista? ¿De Barcelona? Bienvenido, pasa, pasa", decía uno de ellos. La simpatía de los rebeldes sirios con la prensa internacional que estos días llena los hoteles de Damasco es exagerada. El mercado estaba cerrado. Había abierto sus puertas el 3 de diciembre, pero las había cerrado por la reactivación de la guerra. Podría ser cualquier mercado de Navidad del mundo: chocolate caliente, lucecitas, casitas de madera, figuras de renos, acumulación de parenoeles.

–¿Quién ha cerrado el mercado? –le preguntaba al miliciano.

–Ha sido la misma organización de la feria.

–¿Te gusta la Navidad?

–Yo soy musulmán, pero no tengo ningún problema con la Navidad.

Liga con el discurso oficial del nuevo gobierno sirio. Desde que llegaron al poder, los rebeldes han reiterado por activa y por pasiva que trabajarán para construir una Siria más conciliadora, "una Siria para todos". Por el momento, lo están consiguiendo. Las escenas de estos días en las calles son de unión total.

Pero el pasado del grupo, vinculado a Al Qaeda y de ideología yihadista, genera dudas sobre el trato que pueda tener en un futuro –cuando los focos se alejen del país– con todas las minorías que habitan el país, de mayoría marcadamente suní (70%): musulmanes chiíes, cristianos, kurdos, drusos, armenios… También hay dudas, especialmente en la opinión pública internacional, sobre el futuro de las mujeres. Y sobre cómo castigarán a los colaboradores del régimen de Al Asad.

En Siria lleva días corriendo el rumor de que, en algunas localidades alejadas de Damasco, ha habido ejecuciones públicas o linchamientos de personas que trabajaban para Al Assad. Sin embargo, estos rumores no se han podido confirmar.

Lo que sí se puede confirmar es que en la frontera que une Siria con el Líbano hay movimiento. Pantallas de todo el mundo mostraban estos días imágenes de felicidad: refugiados sirios regresando a su país tras la caída del régimen. Pero el pasado jueves, en esta frontera, había más vehículos que salían de Siria que vehículos que entraban. Sería arriesgado sacar conclusiones apresuradas. "Algunos son libaneses que se refugiaron en Siria y que ahora devuelven tras el alto el fuego con Israel", advertía un hombre habituado a realizar este trayecto. Pero familias enteras de sirios, especialmente de la minoría chií, han preferido huir a la espera de lo que pueda ocurrir. También se han ido muchos de los que podían ser sospechosos de tener vínculos con el régimen, aunque se ha demostrado que el apoyo popular a la dinastía de los Asad era prácticamente inexistente.

Amor celestial a primera vista

El amor por los rebeldes de HTS ha sido a primera vista. Después de más de cincuenta años de dictadura sanguinaria, la mayoría de población sólo tenía un deseo: que alguien los liberara de los Asad. Ese alguien han sido los milicianos de HTS, que ahora son tratados como estrellas del rock.

El amor a primera vista ha alcanzado incluso niveles celestiales. El cura de una de las iglesias católicas del centro histórico de Damasco recibía ayer en el ARA. Se llama Siraj Dib y habla un italiano perfecto, fruto de sus estancias en Roma. Los cristianos son una minoría religiosa en Siria.

–¿Le da miedo el trato que pueda dar el nuevo gobierno a las minorías?

–Venimos de un infierno. Al Asad las reprimía todas del mismo modo. HTS ha prometido que será respetuoso con todo el mundo. Por el momento, no me han dado ningún motivo para desconfiar.

–¿Y su pasado vinculado con Al Qaeda?

–Prometen que han superado esta fase, que se equivocaron. El grupo ha cambiado mucho.

–¿Alguien de ellos ha venido a hablar con usted?

–Sí. Vino uno de sus representantes. Me aseguró que no nos pasará nada, que formarán un gobierno civil musulmán, pero que respetarán a las demás religiones.

–¿Está contento por la caída de Al Asad?

–Estoy muy contento. Todo el pueblo de Siria está muy feliz. Te diré una cosa: el propio demonio podría instaurar un régimen y no sería peor que lo que hemos vivido con Asad.

Debe suponerse que Siraj Dib, como representante de Dios en la tierra, es una voz autorizada para hablar del demonio.

Una mujer sostiene una bandera adoptada por los nuevos dirigentes sirios mientras combatientes armados vigilan en el centro de Damasco, Siria, tras la caída de Bashar el Asad.

Los salafistas de HTS se esfuerzan por proyectar cada vez más una imagen de moderación para alejarse de su pasado, que les deja en una situación comprometida: Estados Unidos los tiene incluidos en la lista de organizaciones terroristas. La evolución del look de su líder, Abu Mohamed el Julani, es interesante. Con los años, se ha ido cortando pelo y la barba –renunciando a la tendencia que triunfa entre los yihadistas–. En el último vídeo salía sin su habitual uniforme militar. Iba vestido de civil, con sudadera. Algunos insinúan que sigue la estética del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski.

La noche del sábado también era interesante otro look. El de un parenoel que paseaba con desgana por el centro histórico de Damasco. Venía globo con lucecitas y se hacía fotos con la gente. La barba negra le sobresalía por debajo de la barba blanca postiza. El uniforme le iba gordo y, cuando nadie miraba, hacía caladas a un cigarrillo que tenía cerca.

Ya es Navidad en la Siria post Al Assad.

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